Ecuador, 01 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Punto de vista

El arte de la inteligencia

El arte de la inteligencia
11 de junio de 2016 - 00:00 - Galo Mora Witt, político y escritor. Embajador ante Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Tras las revelaciones de TELESUR y las publicaciones en el diario EL TELÉGRAFO sobre la supuesta injerencia de la Central de Inteligencia Americana (CIA por sus siglas en inglés) y su obsesión y necesidad de desestabilizar al gobierno de la Revolución Ciudadana, han surgido, era de esperar, versiones contradictorias: desde el testimonio elocuente de Jaime Galarza Zavala, hasta respuestas sardónicas o virulentas de presuntos implicados que acusan a la estación televisiva y al diario ecuatoriano de delirante y paranoide, pasando naturalmente por dislates y fogosidades en las redes.   

Las investigaciones sobre la intrusa y feroz Compañía corren el riesgo de enfrentarse al muro de la confidencialidad, y es posible que,  décadas más tarde, una vez desclasificados los documentos, se pueda develar al mundo los nombres de los traidores, apóstatas o agentes, pero, gracias a la tecnología, y a esta especie nada cómica de recontra espionaje de hackers, voyeuristas y fisgones, pudiese ser que asistamos absortos, en tiempo real, es decir el nuestro, a la revelación concreta y certera de la identidad de renegados, correos, columnistas, comensales, oportunistas, rencorosos, editorialistas serviles, todos al servicio del odio, el fanatismo o la abyección. También podrían aparecer los rostros de opositores genuinos, ideológicos, cuya pasión pudo ser observada como candidez, y entonces devenir manipulación y utilización. TELESUR pone en evidencia círculos y nombres y es fundamental profundizar en investigaciones que nos alejen de la bruma, la sorna o el silencio y se conviertan en archivos insondables. Pero la Historia sabe mucho y conviene invocarla.

Los libros autobiográficos de exagentes, como Philip Agee y Víctor Marchetti, el análisis pormenorizado en Las Joyas de la Corona, de Eric Frattini y al menos dos profusas investigaciones, La CIA y la guerra fría cultural, de Frances Stonor Sauders, y el ensayo Intelectuales y Anticomunismo, de Kristine Vanden Berghe, nos ofrecen una amplia gama de conspiración, ofertas, reclutamiento, acecho y chantajes de la CIA en el ámbito intelectual, temas que abordaremos en el futuro, pero es la propia declaración de principios (suena evidentemente a manifiesto cínico) de Allan Dulles, director de la CIA entre 1953 Y 1963, la que nos libera a la hora de elaborar tesis y conjeturas.

Dulles decía en su libro El Arte de la Inteligencia: “De una manera imperceptible, pero activa y constante, propiciaremos el despotismo de los funcionarios, el soborno, la corrupción, la falta de principios. La honradez y la honestidad serán ridiculizadas, innecesarias y convertidas en un vestigio del pasado. (…) Solo unos pocos acertarán  a sospechar e incluso comprender lo que realmente sucede. Pero a esa gente la situaremos en una posición de indefensión, ridiculizándolos, encontrando la manera de calumniarles, desacreditarles y señalarles como desechos de la sociedad. Haremos parecer chabacanos los fundamentos de la moralidad, destruyéndolos. Nuestra principal apuesta será la juventud. La corromperemos, desmoralizaremos, pervertiremos”.

La coincidencia no es fortuita y entonces, por salud de la sociedad, para proteger a esa juventud en riesgo, para descubrir los intereses que persigue una oposición que se autodenomina democrática, para dilucidar cuán libre es la “prensa independiente”, es necesario desde el debate y la investigación, confrontar con quienes han formado esas especies de brigadas que, con conciencia o ingenuidad (quizá es mucho pedir), cumplen a cabalidad las enseñanzas perversas de Dulles.

William Blum, escritor norteamericano; John Perkins, autor de Confesiones de un sicario económico; el periodista chileno Patricio Mery y Craig Murray, exembajador inglés en Uzbekistán, han alertado sobre el peligro de muerte que se cierne sobre Rafael Correa Delgado, a decir de ellos, por ser “el target más importante”, y ser conceptualizado como “enemigo mortal del imperio y sus designios de dominación mundial”. Al menos este fragmento deberían leer los izquierdistas de cafetín y claustro, algunos de ellos con dudas razonables, otros afectados por la vanidad y el ilusorio protagonismo.

Pero hay algo que también deben saber  la CIA y sus lugartenientes, vasallos y cipayos. Ni el odio ni el espíritu de cuervo podrán quebrar ni manchar al presidente Rafael Correa Delgado, y tampoco a los millones de esperanzados que cumplen con su deber de pensar la Patria, revalorizar la palabra soberanía, trabajar día tras día en la reconstrucción y la paz, y, en especial, oponerse con razón y corazón a esa tara cultural que enceguece y prostituye: el coloniaje. (O)

Contenido externo patrocinado