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Punto de vista
9 años de un proceso de cambio para Ecuador
Para entender el Ecuador de hoy y, lo más importante, proyectarlo al futuro, es necesario tener claro el país que estamos dejando atrás.
Desde el regreso a la democracia hasta mediados de los años 2000, el país no terminaba de consolidar su Estado-nación, no estructuraba una estrategia de desarrollo inclusivo y se había entrampado en una profunda crisis política. Basta recordar que ningún presidente electo entre 1996 y 2006 terminó su período de gobierno.
A los elementos ya conocidos (aplicación dogmática del neoliberalismo, ausencia del Estado como garante de derechos y promotor del desarrollo, unidad de intereses entre las élites económicas y políticas, ausencia de una verdadera democracia, entre otros), se sumó la traición de los gobiernos de turno. Ello animó a la ciudadanía no solo a revocar el mandato de quienes eligieron, sino también a movilizarse y construir una propuesta de gobierno que modifique las bases políticas, normativas, institucionales, económicas, sociales y culturales de Ecuador. Bajo ese mandato se eligió a la Revolución Ciudadana.
Ahora bien, tales objetivos no se logran de manera inmediata ni milagrosa, se planifican y se trabajan. De ahí que en estos 9 años se haya trabajado (y esta figura no es retórica, sino real) por garantizar derechos; por generar capacidades que hagan independientes, libres y creadoras a las personas; por erradicar la extrema pobreza; por cerrar brechas sociales; por alcanzar una sociedad más justa y equitativa. Se ha trabajado por un país productivo e innovador; por una economía que no dependa solo de la exportación de materias primas; por hacer del turismo, del conocimiento, la ciencia y la tecnología los nuevos motores del desarrollo nacional. Se ha trabajado por las libertades individuales, así como por la solidaridad y la acción colectiva. En fin, se ha trabajado por lo público y por los intereses colectivos.
Es claro que este gobierno no ha logrado todos los objetivos finales, pero ha sentado las bases para alcanzarlos y ha avanzado mucho en esa dirección. Si bien falta un importante tramo por caminar, es justo reconocer que se ha marcado un camino, una ruta, un proyecto de desarrollo nacional.
La revolución política y la construcción del poder popular, la garantía de los derechos y las libertades del Buen Vivir y la transformación económica y productiva son los pilares de ese proyecto. En cada uno de ellos se pueden advertir importantes logros y, por supuesto, retos y faltantes.
En el marco de la revolución política se elaboró y aprobó, de manera democrática, una nueva Constitución. En estos años se han aprobado cerca de 190 leyes, 8 de ellas bajo la figura de códigos, lo que permite legislar de manera integral y simplificando el enmarañado marco legal del país. Mención especial merece la recuperación de un Estado democrático y popular con capacidad de planificar, regular y definir política pública. Estado no centralista, sino con atención a todos los territorios del país, lo que supone haber promovido la descentralización política del poder.
En el campo de los derechos y las libertades del Buen Vivir los logros son considerables. Desde la gratuidad de la salud y la educación hasta el fomento del deporte, la cultura y el disfrute del tiempo libre, pasando por una profunda transformación de la educación superior. En este eje se han creado amplias capacidades y oportunidades para los ciudadanos, al punto de haber disminuido de manera histórica los niveles de desempleo y todas las formas de medición de la pobreza y la desigualdad.
Entre los resultados positivos de la transformación económica y productiva aparece que, en estos años, la economía de Ecuador creció más que el promedio de América Latina. Ha sido un crecimiento con redistribución el que nos ha permitido ser uno de los países de la región con más inversión pública; la misma que no solo se ha destinado al pago de la deuda social, sino también a sentar las bases para elevar la competitividad y productividad del sector real de la economía.
Pero la Revolución Ciudadana cometería un serio error si hace de los 9 años solo una apología de los logros bajo una permanente referencia al pasado.
Han pasado 9 años de gestión, pero falta un año para un nuevo reto democrático: las elecciones de 2017. Así que los festejos deben dar paso a un responsable trabajo político para corregir, ampliar o profundizar en los temas que aún demanda Ecuador. De ahí que sea entendible y saludable el inicio de las conferencias ideológicas que movimiento PAIS se ha propuesto para los próximos meses. De estos encuentros deberá salir su programa de gobierno. Un programa que, sin negar el pasado, afronte sobre todo el futuro. Un programa de gobierno que encare los retos del Ecuador de hoy, muchos de los cuales no están en el terreno del Estado sino de la sociedad. Por ello, ese programa de gobierno debe motivar no solo a la militancia de la tienda política, sino provocar la participación de los amplios sectores de nuestra sociedad, con los que compartimos ideales y principios. (O)