Cuatro personajes de la historia democrática del país analizan los últimos 40 años de la vida política. En este periodo Ecuador tuvo 14 presidentes, cuando debieron ser 10; de ellos nueve fueron elegidos por votaciones generales. Además hubo 11 procesos electorales. En cuatro décadas el número de partidos políticos se quintuplicó, pues en la actualidad el Consejo Nacional Electoral registra un total de 186. Un paso importante fue la participación de la mujer en la vida política, pues en la Asamblea Nacional el 40% de las curules es ocupado por legisladores de diferentes tiendas políticas En la década de los 90 la representación de la mujer en el Legislativo era el 3%; sin embargo, aún no se llega a la paridad de género y existen diferencias de representatividad. Para 2014, el 17,1% de mujeres encabezó una lista, mientras que en 2019 esa cifra se situó en 19,9%; es decir, aumentó el 2,8%. Rosalía Arteaga es la única mujer posesionada como presidenta de Ecuador, pero luego de cinco días el Congreso Nacional, de entonces, posesionó a Fabián Alarcón como jefe de Estado interino. Asimismo, se efectuaron tres reformas más a la Constitución de 2008, 1998 y 1978. Actualmente, se plantea una reforma parcial a la Constitución. La propuesta fue presentada a la Corte Constitucional, en junio de 2019, y pretende cambiar la Asamblea Nacional a un sistema bicameral. (I) Wagner Bolaños Franco Romero Rosalía Arteaga Blanca Chancoso Wagner Bolaños Servidor legislativo desde 1979 Un testigo de vida parlamentaria en dos siglos distintos Trabajo en la legislatura desde 1979. He vivido muy buenas experiencias, pues tuve el gusto de interrelacionarme con exlegisladores y expresidentes que marcaron la historia del país, como Otto Arosemena Gómez, León Febres-Cordero, Rodrigo Borja Cevallos, Carlos Julio Arosemena, entre otros. Con Rodrigo Borja entablé una amistad, puesto que en el Parlamento, antes, la cotidianidad era diferente a la actual. Existía una dinámica más fluida, tranquila, debido al número de legisladores que había en ese entonces; desde 1979 hasta inicios de los 80 no pasábamos de 100 funcionarios. A fines de los 80 se estableció la Cámara Nacional de Representantes. Nuestra jornada y la de los parlamentarios era de cinco días a la semana; de lunes a jueves trabajábamos de 16:00 hasta el amanecer. En ocasiones pasábamos dos días en el pleno, mientras que en la sesión del viernes, que era conocida como la “sesión de recreo”, se presentaban proyectos de resolución, se recibían comisiones generales, todo lo que no era legislación. El trabajo era más serio y abundante. Sobre la imagen del Congreso, presenciar las agresiones físicas y verbales entre diputados para mí fue lo más triste, pero también existía gente preparada y educada, como Jaime Hurtado González, que nunca pretendió pegar a nadie. Mientras que en otros casos todo era a la fuerza, como fue con los Bucaram. También fui testigo del cambio tecnológico de la Asamblea. (I) Franco Romero Asambleísta independiente El mayor logro de estos 40 años fue la firma de la paz En 1979 tenía 18 años; para entonces no estaba dedicado a la vida política, sino a la empresarial. Pero recuerdo que todos los ecuatorianos vivimos con algarabía el retorno a la democracia, pues fueron 10 años de dictadura con José María Velasco Ibarra, el general Guillermo Rodríguez Lara y el Triunvirato Militar, presidido por Alfredo Poveda. El triunvirato ofreció devolvernos la democracia. Nombró dos comisiones, una para que prepare el nuevo proyecto de Constitución y otra que tramitaba las reformas a la Constitución de 1945, que se sometió a referéndum. Fue un proceso eleccionario difícil. En 1983 me afilié a la Izquierda Democrática; hasta 1984 no fui candidato a ninguna dignidad. En 1987 gané la Prefectura de El Oro y Rodrigo Borja la presidencia. Tuvimos un bloque mayoritario en el Congreso, 34 diputados, y la Democracia Popular se unió a nuestro programa con cinco diputados más. Para mí, existe un hito en la era democrática y fue la firma del Tratado de Paz con Perú, que claro ratificó lo establecido en el Protocolo de Río de Janeiro, de 1941. Desde entonces vivimos en paz y no tenemos dificultades con el vecino país. En 1989 fui elegido diputado y en dos períodos fui vicepresidente del Congreso Nacional. Pero la diferencia entre el pasado y lo actual es el cambio tecnológico. Se puede legislar de mejor manera, con mayor rapidez; los asesores son mejor preparados que antes y eso ayuda en el trabajo. (I) Rosalía Arteaga Exvicepresidenta de la República La última década fue una ruptura de la democracia Considero que en Ecuador no hemos vivido 40 años de democracia; fui votante en 1978 y 1979, cuando se eligieron a los primeros alcaldes y presidente de la República, tras la dictadura que duró una década. Creo que existen dos rupturas desde el retorno de la democracia. La primera ocurre en 1997, cuando se rompió la Constitución y no permitieron mantenerme como presidenta de la República hasta 2000 por derecho y se nombró un jefe de Estado interino. El interinato es una figura que no existe en la Constitución, ni ahora ni nunca. La segunda ruptura fueron los 10 años de correísmo, donde el presidente en las sabatinas señalaba que todos los poderes se concentraban en él, ordenaba que se enjuiciara a ciertas personas, entre políticos, periodistas y opositores. Cuando no hay división de poderes, por más que la ciudadanía acuda a las urnas, no existe una democracia real. El trabajo parlamentario en las últimas cuatro décadas ha estado lleno de vaivenes. Indudablemente, soy de las personas que creen que sería mejor un sistema bicameral, es decir, elegir, también senadores que tengan mayor experiencia y sea en este espacio donde recaigan responsabilidades y funciones importantes, como la elección de autoridades de control. No tengo buenos recuerdos del Congreso, pues fue esta institución la que dio un golpe de Estado cuando no me dejaron culminar mi período. (I) Blanca Chancoso Líder del movimiento indígena El territorio es la lucha histórica del movimiento indígena Para los pueblos indígenas, en estos 40 años la democracia no ha marcado un cambio drástico en nuestra situación. Pienso que existe una confusión, pues se cree que la democracia está solo representada en las urnas, pero políticamente el quehacer democrático no forma parte de la cotidianidad de la gente. No vivimos en una democracia real, puesto que no se recogen todas las opiniones y propuestas de diferentes sectores, cuyo fin es generar cambios para el país y encaminar al pueblo al desarrollo. Tuvimos la oportunidad, por ejemplo, cuando se realizó la Asamblea Constituyente, en Montecristi; ahí el movimiento indígena presentó sus propuestas, pero no fueron totalmente acogidas. En democracia deberían existir más consultas y los resultados de estas deberían ser vinculantes con respecto a la política social, económica que rige en el país. La década pasada, a título de democracia, vivimos una dictadura civil que, ahora, por medio de la justicia se destapa cómo fue la gobernabilidad. Por esta razón la lucha de los pueblos indígenas es cada vez más fuerte; ya sufrimos el despojo del territorio y ahora del agua. Así no se vive en democracia. Aún no somos escuchados por los gobiernos de turno. Se debe redireccionar el sentido de la democracia. Las políticas de Estado deberían estar dirigidas a la plurinacionalidad, como dice la Constitución. (I)