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Game of trolls

Game of trolls
03 de junio de 2016 - 00:00 - Nicolás Reyes Morales. Analista político

Según la Real Academia de la Lengua, el término “troll” proviene del noruego, en el que significa ‘monstruo maligno de la mitología escandinava que habita en bosques o grutas’. En el mundo informático se viene utilizando desde la década de los 90 para referirse a los cibernautas que buscan que otros usuarios “piquen el anzuelo” y alude a la acción denominada “trolling”, que es una técnica de la pesca deportiva.

La similitud entre ambos usos del término es precisamente que dichos personajes recurren al “engaño” y lo hacen desde el “escondite”, es decir en el caso del ciberespacio, el “anonimato”. Ya lo dijo Umberto Eco: “Con internet no sabes quién está hablando.” Una mirada más atenta de la conducta de los trolls revelará que expresan las pulsiones agresivas y la exacerbación de lo que los antiguos retóricos llamaban la falacia ad hominem, esto es, atacar al emisor de un mensaje o de un planteamiento para desacreditar cualquier argumento que pudiera esgrimir, y con ello viciar la discusión evitando el intercambio racional de ideas.

Desde estas reflexiones, resulta explicable lo penoso y agresivo del nivel de debate y discusión políticas en el que han caído importantes temas nacionales en las redes sociales, e incluso en los medios de comunicación masivos. La situación de inestabilidad política de varios países de la región, las transformaciones de la estructura económica y productiva y la vulnerabilidad del país frente a los desastres naturales, las cuestiones humanas y ambientales relacionadas con el desarrollo urbano y local, la viabilidad de propuestas para la reconstrucción de las zonas afectadas, las opacidades del escenario pre-electoral y los planes de gobierno que ya están anticipando las distintas fuerzas políticas, entre otros. Todas estas temáticas pasan a segundo plano en aquella “guerra de los trolls”. Y mucha gente se pregunta ¿dónde quedó el imaginario de unidad nacional post-terremoto?, ¿el diálogo y la movilización colectiva por objetivos comunes?    

Según Vicente Fenoll (2014) “el troll es un tipo extremo de usuario que busca autoafirmación y cuyos objetivos son la diversión, la provocación, la ofensa de los demás participantes y la interrupción del diálogo racional.” Lo peor que podría pasar es que la sociedad quede atrincherada entre el fuego cruzado de los trolls-center. O que la ciudadanía empiece a naturalizar el supuesto valor periodístico o humorístico de aquellos pasquines virtuales escritos por ciertos “cronistas del odio”.

El presidente de la República, Rafael Correa, mencionó en su último Informe a la Nación que hubiera querido agradecer también a una oposición constructiva, pero que lamentablemente no ha existido una oposición razonable sino enemigos atroces. Discrepo con esta apreciación: también han existido y aún existen otras oposiciones constructivas, que han aportado sustantivamente a generar cambios durante los últimos años en el país.

Lamentablemente las críticas y auto-críticas constructivas han sido minimizadas y hasta invisibilizadas, lo que le ha caído como anillo al dedo a la mediocre y venenosa oposición de la derecha-mediática. Qué mejores muestras de aquello sino el vergonzoso episodio protagonizado por una conocida periodista de televisión, quien en medio de un terremoto y con la población alarmada envió un cínico tuit sobre el incremento del IVA, haciendo objeto de burla al propio desastre que sufrió el país el pasado 16 de abril. O qué decir de las desdichadas aventuras con la palabra en las que se han embarcado aquél cuarteto de “iluminados” a los que no les importa utilizar adjetivos ruines, que rayan en el machismo, la calumnia y una falsa supremacía moral, todo con tal de golpear.

No podemos esperar mejoras radicales en la política si los operadores de medios de comunicación y los “generadores de opinión” en las redes sociales no modifican sustancialmente sus objetivos y estilos expresivos. Mientras sus posturas y gestos sigan sacrificando el tratamiento del fondo por las formas y solo sigan buscando ofender y envilecer a quienes no piensan como ellos, seguirán propiciando solamente un juego donde todos perderemos.

Por suerte, la mayor parte de la población ecuatoriana no ha caído en este juego y puede todavía debatir con distintas posturas sin caer en la falacia ni en la violencia como únicos métodos. Por suerte, existe una población consciente de los enormes desafíos nacionales y la urgencia de afrontarlos de manera colectiva. Un diálogo sin interrupciones, sin anonimatos y, sobre todo, sin agresiones. (O)

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