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El lenguaje presidencial invita a la conciliación

El lenguaje presidencial invita a la conciliación
07 de enero de 2018 - 00:00 - Carla Maldonado

Conciliación y diálogo. Esas son dos premisas del discurso presidencial de Lenín Moreno. Ambas palabras han logrado desterrar la confrontación verbal y gestual que reinaron en los últimos 10 años.

 El cambio en la forma y en el contenido del lenguaje ha  dado tranquilidad pero, sobre todo, libertad para expresar   criterios y opiniones.

Por ejemplo, Moreno escribió en su cuenta de Twitter que dialogar “no es una  de debilidad, es una muestra de sabiduría. Nada sobre los ciudadanos, sin los ciudadanos”.

 Para la docente y semióloga María Fernanda Noboa, el Primer Mandatario ha logrado posicionarse con potencia en su discurso sobre  la lucha contra la corrupción, el respeto a la independencia de funciones del Estado y la conducción democrática del Gobierno. “Tiene una imagen dialogante, eso se nota en el movimiento de sus manos, su sonrisa y serenidad”, dice.

Esa apertura a la conciliación y al diálogo contrasta con los gritos, los insultos y las amenazas que lanzaba el expresidente Rafael Correa a cualquier crítico. Una muestra de esa verborrea se dio en  su última sabatina, del 20 de mayo de 2017.

En esa fecha Correa dijo que los medios privados, eran “sinvergüenzas” y “corruptos”. Además, señaló que los “periodistas eran de rocola, les ponen una moneda y tocan el disco que les pidan”.

Según Noboa, el régimen anterior era de confrontación, de ataque permanente que provenía de “lógica marketinera para exaltar la monumentalidad y trabajar en la coyuntura. Sus discursos fueron lúdicos para representar el poder y la sensación de seguridad”, señala.

Otros, en cambio, subrayan que hay una modificación en el discurso presidencial y que es menos vehemente. Por momentos sube el tono para justificar y corroborar algo, argumenta el docente universitario León Espinosa.

Eso ocurrió en su pronunciamiento sobre el juicio al exvicepresidente de la República, Jorge Glas. “Hay una intencionalidad política y pragmática en ese tema”, señala Espinosa.

 El discurso no verbal de Moreno también está relacionado con el diálogo. El Presidente no utiliza el cuerpo como un luchador, una imagen que quedó grabada en la memoria colectiva después de la década de Correa.

La figura del Primer Mandatario es receptiva e infunde mayor respeto, en lugar de dar necesita recibir y es como un padre que escucha, dicen.

Para Carlos Aulestia, semiógolo y subdecano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Católica, el lenguaje gestual es muy pobre y bastante poco expresivo, dice.

El lenguaje verbal es neutral y cuidado. En general, el discurso se presenta como conciliación, “no sé si hay apertura al diálogo no conozco la agenda del Gobierno”, sostiene Aulestia.

En lenguaje presidencial  hay metáforas para comparar una situación con otra. O para mostrar el lado negativo y positivo de algún tema.

Por ejemplo, a los 16 días de instalarse en el Palacio de Carondelet y durante la reunión con el frente de Transparencia, Moreno señaló el pasado 11 de julio: “No hay tal mesa servida, esa es la pura y neta verdad. La condición económica de Ecuador es muy difícil (...) podía haber sido más mesurado al dejar cuentas en mejores condiciones... Una cosa es lo que se dice y otra lo que se da”.

¿Qué significó esa metáfora? Para los expertos, hay varias interpretaciones: una  de ellas es que el Presidente develó cómo Correa dejó en realidad la economía del país. Otra es que Moreno cree que el Gobierno debe servir a los demás y no servirse de él.

El Primer Mandatario también ha ironizado. Por ejemplo: “La gente va a ir dejando comportamiento ovejuno y a respirar esta libertad nueva”.

Para Noboa la palabra “ovejuno, es una forma de ironizar, un estilo de gobernar, sus contenidos y proyecciones. Hay diferencia porque la política de divergencia se hace con sutileza y altura. No es insultante ni descalifica”.

El Presidente, además, usa la similitud y la analogía en sus discursos. Por ejemplo, en una reunión de editores y de gerentes de medios de comunicación, Moreno se refirió a la Sinfonía de  Beethoven, conocida como la ‘Heroica’. El maestro alemán dedicó esa obra al victorioso Napoleón Bonaparte. Pero cuando se declaró emperador y pretendió apoderarse del mundo, el músico le quitó la dedicatoria.

Con esa analogía, Moreno marcó distancia con Correa y buscó amplificar el mensaje con el sector de los medios.

Pero Espinosa explica que hay una “distancia muy larga entre Correa y Napoleón. El primero fue Presidente y el segundo se autoproclamó emperador”, señala.

La directora del Área de Comunicación de la Universidad Andina, Saudia Levoyer, recalca que hay una comunicación menos agresiva y reconoce que ni Moreno ni ninguno de sus ministros usan la agresión o la descalificación en sus discursos.

Pero, al mismo tiempo, recuerda que estamos a la puerta de una campaña por el Sí o el No en la consulta popular y que Correa viene a atacar e insultar.

 “Siempre es bueno eso y era necesario en una sociedad bastante polarizada, donde la gente se insulta por política en las redes sociales. Más allá de la personalidad de Moreno, esto era como una olla de presión”, dice.

Sin embargo, los expertos coinciden en que la comunicación no ha generado sinergia entre el discurso presidencial y el de las instituciones. “El tema de fondo no se ha tocado todavía: la Ley de Comunicación, dicen que hablaremos pero no pasa nada”. dice Levoyer.   (I) et

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Los 10 mejores discursos políticos
La revista estadounidense Time seleccionó los 10 mejores discursos de la historia. Según esa publicación, recogida por el sitio web Elocuent, el primero fue de Sócrates y la apología. El sabio griego creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura. Por eso, no dejó material escrito, sino que pasó la mayor parte de su vida de adulto en los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que quisiera escucharle, a quienes solía responder mediante preguntas. Su método se denominó mayéutica, que significa “dar a luz”, y cuyo nombre parece ser que se basó en la profesión de su madre, que era, precisamente, partera. La Apología de Sócrates, el discurso pronunciado en el año 339 a. C. ante el tribunal

ateniense que le acusaba de corromper a la juventud y de despreciar a los dioses del Estado.

El segundo en la lista es Patrick Henry, abogado y propietario de una plantación y político estadounidense. Él alcanzó notoriedad en la década de 1770. En su país se considera que fue uno de los padres fundadores de la nación. Su discurso fue en 1775 ante la Convención de Virginia reunida para tomar la decisión de levantar tropas contra los británicos. Él levantó su voz y su discurso ejerció tal impacto que los virginianos decidieron de forma casi unánime que había llegado el momento de alzarse en armas. Su frase fue: “Dadme la libertad o dadme la muerte”.

Otro estadounidense es el número tres en la lista de Times: Frederick Douglass, con su célebre frase: “La hipocresía de la esclavitud americana”.

En el siglo XIX surgió en Estados Unidos todo un subgénero literario basado en la historia autobiográfica de esclavos que habían conseguido huir de la opresión. Frederick Douglass fue uno de los autores más reconocidos de ese género. Él fue esclavo y había huido durante 10 años. En 1852 fue invitado a hablar en su ciudad adoptiva de Rochester (Nueva York) un 5 de julio, su discurso fue: ¿Qué significa el 4 de julio (Día Nacional de Estados Unidos) para un esclavo? Sus palabras fueron un duro choque para todos los asistentes porque mientras se celebraban las fiestas patrias, 4 millones de estadounidenses todavía eran esclavos. Su frase fue “América falsea su pasado, es falsa con el presente, y está atada solemnemente a ser falsa en el futuro”.

La única mujer en la lista de la revista estadounidense es: Susan B. Anthony con su discurso sobre el derecho de la mujer al sufragio. Ella introdujo una papeleta de voto en las urnas de las elecciones presidenciales de 1872 en EE.UU.

En la lista de Times hay un inglés: Winston Churchill, con el discurso: No tengo nada más que ofrecer sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. El ex Primer Ministro británico dijo esas palabras ante la Casa de los Comunes, el 13 de mayo de 1940. El impacto de sus palabras fue tal que preparó a la opinión pública británica, para enfrentarse a la Segunda Guerra Mundial. (I)  

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