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En el “deporte blanco” está la mejor medicina

En el  “deporte blanco”  está la mejor medicina
22 de abril de 2011 - 00:00

La mañana sabatina es fría, con una tenue y tolerable llovizna, pero que no molesta. Niños y jóvenes, acompañados por sus padres, se encuentran sentados sobre sus sillas de ruedas, a un costado de la malla de alambre que separa la cancha del corredor de ingreso.  

 

Mientras conversan, aguardan el momento de ingresar al “court”, para una nueva sesión de aprendizaje, porque las lluvias dejaron muy mojada la cancha y los padres de familia debieron sacar el agua con escobas.   

 

En las instalaciones deportivas del Círculo Militar funciona la Escuela Ecuatoriana de Tenis en Silla Ruedas, por iniciativa de un “enamorado” de este deporte, Álex Peña, quien exterioriza su complacencia por contar con niños, jóvenes y adultos con capacidades especiales, dispuestos a jugar un difícil partido ante la adversidad.

 

Su labor es altruista. La escuela no implica costo alguno para los padres de familia, cuyos hijos tienen acceso gratuito a todos los implementos, tales como silla de ruedas, raquetas y pelotas para las prácticas; además, mucho cariño y la enseñanza técnica a cargo del mismo mentalizador del proyecto, que desde hace cuatro años es una feliz realidad, ahora con la participación de 20 alumnos con capacidades especiales sin distingos de raza, condición social o credo.

 

Entre ellos destaca Carlos Flores, un jovencito de 14 años, quien ha alcanzado un alentador progreso y es uno de los que mayor aprovechamiento muestra, según el instructor. Muy suelto, el casi adolescente confiesa que el tenis es un deporte “chévere”, que practica desde  pequeño y que  su ídolo es Nicolás Lapentti, quien estará presente y acompañará a los jugadores de la escuela en el I Festival Internacional Infanto Juvenil de Tenis en Silla de Ruedas, a efectuarse en la capital la próxima semana.

 

Este evento cuenta  con el padrinazgo de Lenín Moreno, vicepresidente de la República; Nicolás Lapentti, figura del tenis ecuatoriano, y Aníbal Fuentes Díaz, presidente de la Concentración Deportiva de Pichincha.

 

Carlos sufre de una dolencia llamada espina bífida, malformación congénita que afecta la parte inferior de la espalda y en algunos casos la médula espinal; de ahí que debió recurrir a una silla de ruedas para poder movilizarse, no sin antes ser sometido a   varias intervenciones quirúrgicas.

 

“Yo nací con ese problema y me siento, digamos, medio..., medio... (no encontró la palabra)... yo quisiera poder caminar”, fueron las expresiones  entrecortadas que brotaron de lo profundo de su ser, a manera de invocación.

 

Estudiante de primer curso en la escuela Demetrio San Pedro, aspira a continuar su educación secundaria y luego ir a la universidad para llegar a ser un profesional en computación, porque “nunca me he dado por vencido, he seguido en la lucha por mi deporte, el tenis, y venir acá (Círculo Militar) es espectacular, por el profesor y mis compañeros”, sostiene, al insistir que desea volver a caminar, porque tiene mucha fe y además, cuenta con el aliento y respaldo de sus padres y entrenador.

 

Junto a él, se encuentra María Karina Albaja. Ella tiene síndrome de Down. Nos cuenta que tiene 27 años, pero su rostro y pequeña estatura no reflejan tal edad; aparte del tenis que lo ha venido jugando en su casa, también ha practicado  natación en la piscina de San Carlos, y dice sentirse muy contenta cuando hace  deporte.

 

De pronto,  el diálogo se interrumpe y su mirada se ilumina. Se llena de felicidad y se le dibuja una amplia sonrisa, además de gesticular con sus manos y balbucear palabras inentendibles, cuando mira a su entrenador Álex Peña descender de un vehículo para invitar a sus dirigidos a una nueva sesión de enseñanzas.

 

Está inquieta, su madre le explica el porqué de la conversación que sostiene con FANÁTICO; luego prosigue y nos refiere que estudia en la Escuela Naciones Unidas, pero también se da tiempo para la música; forma parte de la orquesta Sinamune, dirigida por el maestro Edgar Palacios y su instrumento es el sintetizador.

 

La idea de crear una escuela de tenis en silla de ruedas, es una respuesta al difícil trance que vivió  Peña hace 11 años, luego de sufrir un grave accidente, que le provocó un problema cráneoencefálico y lo dejó con muy escasas probabilidades de caminar, según relata.

 

“Estuve en cuidados intensivos y mi rehabilitación la hice en silla de ruedas, tuve paralizados la pierna y el brazo izquierdo durante cinco meses, con la esperanza de que algún día volvería a caminar; afortunadamente, gracias a Dios, gané ese partido, ahora estoy ayudando a las personas que están pasando por algo parecido.  Eso me llevó a crear esta escuela para enseñar lo que yo sé, agregó Peña.

 

Su  ilusión es construir una sede propia. Se han dado los primeros pasos y solo resta encontrar la forma de  financiar la obra e  iniciar los trabajos cuanto antes.

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