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En toda Africa y en naciones con bajos recursos económicos, la oms estima que millones de adultos enfermos de SIDA son atendidos en sus hogares por sus padres

¿Quién cuida al cuidador y a la cuidadora?

Mantener la autonomía es fundamental en la etapa de la vejez, porque permite a los adultos mayores tener independencia. En determinado momento requerirán del cuidado, pero a más avanzada edad. Foto: José Morán
Mantener la autonomía es fundamental en la etapa de la vejez, porque permite a los adultos mayores tener independencia. En determinado momento requerirán del cuidado, pero a más avanzada edad. Foto: José Morán
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Los cuidados domiciliarios para adultos mayores se convierten cada vez más en una necesidad apremiante. Esto debido al incremento de la longevidad en las personas, que hace posible que cada vez vivamos más años, necesitando en algunos casos la presencia de un cuidador o una cuidadora.

Una revolución demográfica está ocurriendo en todo el mundo. Actualmente hay alrededor de 600 millones de personas de 60 años y más; esta cifra se duplicará hacia el año 2025 y llegará a casi 2 mil millones hacia el año 2050 - la mayoría de ellos en países en vías de desarrollo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para ese año, Ecuador tendrá una población de 23,4 millones de habitantes, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

En un mundo que envejece rápidamente, las personas mayores desempeñarán un papel cada vez más importante - a través del trabajo voluntario, transmitiendo su experiencia y conocimientos, pero también necesitarán de más cuidados.

Ya hoy en día, las personas mayores contribuyen enormemente a la sociedad. Por ejemplo, en toda África - y en el resto del mundo - millones de adultos enfermos de SIDA son cuidados en sus hogares por sus padres. Al morir los pacientes, sus hijos huérfanos (actualmente 14 millones menores de 15 años en países de África solamente) son en su mayoría cuidados por los abuelos.

Una necesidad que aumenta

¿Qué significa cuidar? Cuidar es un acto natural, es un acto de vida y también es un arte. Es una situación que muchas personas a lo largo de su vida han experimentado. Cada acto que hacemos cuando cuidamos a alguna persona es simple, pero tiene efectos muy importantes para quien es cuidado.

Se pronostica que de aquí al año 2050 la cantidad de adultos mayores que no pueden valerse por sí mismos se multiplicará por 4 en los países en desarrollo.

Muchos ancianos de edad muy avanzada pierden la capacidad de vivir independientemente porque padecen limitaciones de la movilidad, fragilidad u otros problemas físicos o mentales.

Muchos necesitan alguna forma de asistencia a largo plazo, que puede consistir en cuidados domiciliarios o comunitarios y ayuda para la vida cotidiana, reclusión en asilos y estadías prolongadas en hospitales.

El cuidado de una persona mayor puede durar muchos años, por eso es importante que se establezca una adecuada comunicación, confianza, compromiso y amor entre la persona cuidada y el cuidador o cuidadora. Al brindar cuidados a las personas mayores, brindamos una atención integral dirigida a mantener o elevar su calidad de vida.

Conforme vamos envejeciendo, nuestra funcionalidad para desarrollar las actividades de la vida cotidiana puede sufrir modificaciones o limitaciones.

Es ahí donde necesitaremos y dependeremos de un cuidador o cuidadora para que nos ayude a realizar los diversos tipos de actividades de la vida diaria, como por ejemplo: bañarse, vestirse, usar el inodoro, usar el transporte, ir de compras a la tienda o supermercado.

A medida que las personas vivan más tiempo, en todo el mundo se producirá un aumento espectacular de la cantidad de casos de demencia, como la enfermedad de Alzheimer. El riesgo de padecer demencia aumenta netamente con la edad y se calcula que entre un 25% y un 30% de las personas de 85 años o más padecen cierto grado de deterioro cognoscitivo.

En los países de ingresos bajos y medianos los ancianos aquejados de demencia por lo general no tienen acceso a la atención asequible a largo plazo que su afección puede requerir. Muchas veces, la familia no recibe ayuda gubernamental para ayudar a cuidar de estos pacientes en casa.

Cada cuidador es único

La experiencia de cada cuidador y cuidadora es única y dependerá de diversos aspectos: la historia vincular, el apego o la cercanía con adultos mayores, la personalidad del cuidador, la disponibilidad horaria, las condiciones físicas y emocionales, la edad, la facilidad para la realización del tipo de tareas que se requieren, el grado de dependencia de la persona cuidada, la ayuda de la familia, entre otros.

Los cuidados domiciliarios de las personas adultas mayores son cada vez más solicitados, la persona mayor o la familia demanda un cuidador o cuidadora debidamente capacitada para hacerse cargo de la delicada tarea de acompañar y apoyar.

Son aún muchos los familiares que quedan al cuidado de un adulto mayor. Principalmente, por cuestiones de género, son en su mayoría mujeres quienes cuidan de otras personas de la familia.

Nuestra sociedad latinoamericana mantiene aún una profunda base machista y patriarcal que asigna roles estereotipados a varones y mujeres, donde es la mujer quien debe quedarse al servicio y cuidado de los demás, sean: los hermanos, la pareja, los hijos, los nietos, los padres, los suegros, entre otros familiares.

Así podemos encontrar todavía en el siglo XXI mujeres que pasaron toda su vida cuidando, situación que las coloca en riesgo de padecer problemas de salud física y emocional debido al enorme desgaste que generan los cuidados, aun cuando sean brindados con mucho amor.

Afortunadamente esta situación está cambiando, aunque aún a paso lento; pero ya se puede observar la división de tareas y responsabilidades entre varones y mujeres miembros de una misma familia. Además también se mira a varones cuidadores de diversos familiares: pareja, nietos, padres mayores, etc., que padecen de alguna discapacidad.

Sea varón o mujer, el cuidador familiar necesita adaptarse a la situación de cuidado. Al inicio de esta tarea puede no darse cuenta de que se ha convertido en el miembro de la familia sobre el que va a recaer o ya está recayendo la mayor parte del esfuerzo.

El cuidado de un familiar puede empezar con un gran entusiasmo de parte del cuidador, sintiéndose capaz de afrontar todas las dificultades que se presenten.

Posteriormente aparecen los primeros signos de cansancio y desilusión, irritabilidad, impaciencia, disgusto y nerviosismo, aflorando una sensación de fracaso, culpa y angustia.

En ocasiones esta sensación se instala en el cuerpo, el cual se resiente y es ahí donde aparecen las molestias físicas (contracturas, dolores de cabeza, problemas estomacales, entre otros).

Datos

Señales de alerta en el cuidador que pueden llevarlo al estrés: Problemas de sueño, pérdida de energía, fatiga crónica, sensación de cansancio continuo, etc.

De igual manera, aislamiento emocional o social. Consumo excesivo de medicamentos (pastillas para dormir) o bebidas con cafeína, alcohol o tabaco.

Problemas físicos: Palpitaciones, temblor de manos, trastornos digestivos, dolor muscular generalizado, etc.

Dificultad en la atención, concentración y memoria. Más propenso a sufrir accidentes. Menor interés por actividades y personas que anteriormente eran objeto de interés.

Aumento o disminución del apetito. Actos rutinarios repetitivos como, por ejemplo, limpiar continuamente.

Cambios frecuentes de humor o estado de ánimo (se enoja fácilmente, desborde emocional, angustia, llanto, etc.). Dificultad para superar sentimientos de depresión o nerviosismo.

Empieza a sentir que la persona que cuida es una molestia. El trato hacia las demás personas cambia, es brindado de forma menos considerada que habitualmente.

Si tiene una de ellas, pare, revise la situación y pida ayuda.

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