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El duelo es un proceso que puede durar hasta dos años para superar la pérdida, si se prolonga por más tiempo es necesario tratamiento de profesionales para recuperar los deseos de reconstruir nuevamente una vida

Perder la pareja es un duro golpe en la vejez

El duelo es un proceso normal en todas las edades. En los adultos mayores es más complejo porque requiere mayor esfuerzo para empezar de nuevo. Los especialistas recomiendan no reprimir las emociones. Foto: Archivo / El Telégrafo.
El duelo es un proceso normal en todas las edades. En los adultos mayores es más complejo porque requiere mayor esfuerzo para empezar de nuevo. Los especialistas recomiendan no reprimir las emociones. Foto: Archivo / El Telégrafo.
18 de octubre de 2014 - 00:00 - Kléver Paredes B.

Pese a que han pasado 11 años desde la muerte de su esposo, a Leonor Almeida, de 65 años, le cuesta hablar de este episodio de su vida. Respira profundo. “Me sentí tan mal. Incluso me enfermé de estrés. Sufrí por dos años sin encontrar consuelo y salud. Un especialista en siquiatría me recomendó integrarme a un grupo para ayudarme a olvidar. Seguí su consejo y ahora me siento un poco más tranquila y mirando la vida hacia adelante”.

Teresa Uribe, de 76 años, vivió una situación similar.  “Al principio no lo podía creer, pero le pedía a Dios todos los días fortaleza. Aunque no es nada fácil estoy saliendo adelante. Mis hijos me motivan y gracias a una amiga que me llevó a un grupo de jubilados, donde realizan varias actividades, he levantado mi ánimo”.

Siempre resulta difícil continuar la vida tras la pérdida de un ser querido. Para las personas adultas mayores, más aún por ser la etapa de la vida en la que se valora de manera muy especial el afecto. Perder a la pareja que les acompañó durante  parte de su existencia significa una gran tristeza y, en especial, un esfuerzo adicional para vivir de otra manera y salir adelante.

Los adultos mayores tienen características diferentes a la hora de afrontar la viudez debido a su situación vital, social y cultural. En ellos se acumulan múltiples pérdidas: ocupación, ambiente familiar o estado físico que pueden hacer que su vida se vuelva más vulnerable. A esto se suma el aumento de fallecimientos entre amistades y familiares, que puede provocar sentimientos de desarraigo. Es más difícil para un viejo establecer lazos sociales y encontrar nuevas amistades.

Cuando fallece uno de los cónyuges en matrimonios de larga duración existe mayor dificultad de reajuste porque son muy dependientes de la pareja, sobre todo los hombres. En estos casos es evidente la carga de cuidadora que se le impone a la mujer, sin importar su edad.

Al enviudar el hombre existe más la predisposición de los familiares para que reconstruya su vida con otra pareja, mientras con la mujer sucede todo lo contrario. Por lo general son los hijos quienes se oponen a que su madre reconstruya su vida. Ante esta situación, las mujeres prefieren no salir de sus casas.

Según una investigación de los psicólogos argentinos Sara Chapot y Daniel Mingorance, la viudez ha sido considerada un fenómeno primariamente femenino. Las mujeres mayores tienen tres veces más probabilidades que su contraparte masculina de quedar viudas.

Si se analiza a las viudas mayores con las viudas jóvenes, las primeras están mejor preparadas para superar la pérdida de su pareja. Las jóvenes tienen una tendencia al aislamiento social y generalmente están más desprovistas emocionalmente. Otro punto en contra de las de menor edad es que poseen menos recursos prácticos para afrontar la vida.

Para Chapot y Mingorance, este grupo social está más atravesado por una división sexista de las tareas que las generaciones más jóvenes. Las convenciones culturales imprimen en esa generación la idea de que los hombres se ocupan de las tareas fuera de la casa y son las mujeres quienes realizan las del interior del hogar.

La viudez, frecuentemente, causa estrés financiero porque la mayor fuente de ingresos es perdida con la muerte del marido. No obstante, el fallecimiento relativamente previsible o precedido de grandes exigencias de cuidados, por ejemplo en cónyuges mayores, puede -contrariamente- traer alivio a los familiares.

En Ecuador, cada año existen más mujeres viudas. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en 2013 fallecieron 18.508 hombres mayores de 65 años, mientras que las mujeres fueron 18.167. Si se compara, en el mismo año, el rango de decesos entre los 50 y 64 años, los números disminuyen considerablemente pero siguen siendo los hombres quienes llevan la delantera, 5.574; mujeres, 4.061.

La mayor cantidad de fallecimientos de los hombres se debe a que su expectativa de vida en Ecuador es menor: 73 años. Para las mujeres, en cambio, es de 79 años.

En los adultos mayores es importante tener en cuenta que las reacciones del duelo serán más sostenidas en el tiempo debido a las dificultades para adaptarse a los cambios. Algo que los familiares deben comprender es que cuando pasan por estos momentos existe un proceso de tiempo en el cual la persona asimila la pérdida. No podemos pedir a una persona que experimenta este dolor que de la noche a la mañana esté perfecto. Eso sería reprimir las emociones que luego van a salir de otra forma, por ejemplo, como una enfermedad, exceso de trabajo o depresión, advierte la sicóloga clínica Adriana Fornasini.

Es sano y aconsejable que, cuando la pareja muera, la persona que queda viva la llore por un tiempo. Es decir, vaya al cementerio cuando lo desee; si tiene una creencia religiosa o ritual, busque en ella fortaleza; si guarda alguna prenda que la ayude, que la tenga junto como una manera de recordar los buenos momentos; si la tristeza se impone, que  viva ese momento para que luego esté más tranquila, aconseja la especialista.

Un duelo ‘sano’ se extiende máximo hasta los dos años, si hay síntomas permanentes de depresión a partir de ese tiempo, necesita la intervención de un profesional terapeuta. El sicólogo o alguna persona cercana tienen que hacerle entender al viudo o viuda que la persona fallecida desearía verle feliz.

“Para ser feliz es importante empezarnos a llenar de varios recursos en nuestra vida. La depresión se hace presente cuando dependemos de una sola cosa para ser felices. Si solo es el esposo y él ya no está, hay que buscar nuevos sentidos que nos llenen. La viudez también es una posibilidad de comenzar una nueva vida”, sugiere Fornasini.

PROCESO DEL DUELO

Para las personas adultas mayores hay una serie de recomendaciones que pueden ayudarle en el proceso de duelo. La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y la Escuela de Salud Pública cuentan con publicaciones realizadas por especialistas que son muy útiles para estos momentos.

Las principales recomendaciones son:

• Compartir el dolor. Buscar y aceptar el apoyo de otras personas. Puede ser útil salir de sí mismo y escuchar a otros. Expresar lo que se siente e identificar los sentimientos para adaptarse mejor.

• Darse permiso para estar en duelo. Se puede pensar que es mejor evitar el dolor, distraerse con ocupaciones, pero al final el dolor saldrá en otro momento.

• Repasar los recuerdos agradables y desagradables. Puede ser de ayuda hablar acerca de la persona fallecida y cómo era durante su vida, tanto como discutir los sucesos de la muerte.

• Aplazar las decisiones importantes. La situación de duelo puede ser un momento en el que no se piense con claridad. Quizá se tomen decisiones buscando evitar el dolor y más tarde podrían lamentarse.

• Tomarse tiempo. El duelo puede durar entre 1 y 3 años. El trabajo de duelo requiere tiempo y paciencia y no puede hacerse en un plazo de tiempo fijo.

• No descuidar la salud. Durante el duelo somos más susceptibles a sufrir enfermedades. Si se padece alguna enfermedad crónica es conveniente no abandonar los cuidados habituales ni los tratamientos.

• No automedicarse. Si es necesario tomar algún medicamento para ayudarse, se debe consultar a un médico.

• Afrontar la rutina. La apatía y la fatiga pueden hacer difíciles las tareas cotidianas, pero son un paso necesario para seguir adelante. Puede ayudar crear una lista de actividades.

• Evocar recuerdos. Esto se produce de forma natural, es algo común en personas ancianas. La revisión de vida tiene una función adaptativa y contribuye a resolver conflictos no resueltos y a mantener la identidad personal.

• Permanecer en la casa donde ha vivido siempre da una sensación de control personal y ofrece un escenario para recordar al ser querido.

• Fomentar el desarrollo de habilidades que potencien su autoestima e independencia.

• Planificar el futuro, los proyectos que le gustaría emprender, alguna actividad que por el tiempo no la realizó, como aprender a interpretar un instrumento musical, ayudan a superar el momento de dolor y replantearse la vida.

¿CÓMO AYUDAN AMIGOS Y FAMILIARES?

• Dedicar tiempo, acompañando en el dolor y mostrando disponibilidad.

• Comprender, escuchar y dejar hablar sobre el mismo tema las veces que sean necesarias.

• Compartir recuerdos sobre la persona fallecida.

• Permitir la expresión de emociones.

• No establecer comparaciones.

• Evitar decir frases hechas. Si no se sabe qué decir es mejor utilizar la comunicación no verbal mostrando comprensión y apoyo.

• Respetar los momentos de soledad deseada y ofrecer alternativas para quien no quiere estar solo.

• Aceptar las diferentes formas de vivir el duelo, sin exigir ni dar prisas.

• Ayudar en formas prácticas y concretas.

• Animar a la realización de todas las actividades necesarias para el mantenimiento de la salud.

• Mantener contacto, aunque sea telefónico.

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