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El cuidado desde la ética

“Los derechos y obligaciones de los residentes se ponen en juego cada día”

“Los derechos y obligaciones de los residentes se ponen en juego cada día”
14 de febrero de 2015 - 00:00 - Palabra Mayor / Voces en el Fénix

La ética del cuidado es aquella que coloca a los sujetos en medio de una red de relaciones. Es un valor personal y profesional.

La ética del cuidado se pone en práctica al ingreso, a través del consentimiento informado, la aceptación de la persona, el ofrecimiento de otras alternativas, y durante la estadía, a través del respeto máximo de la autonomía, deseos, decisiones sobre la intensidad y el tipo de cuidados en el marco del mejor equilibrio entre derechos y obligaciones.

La ética del cuidado se sostiene a través del buen trato, la atención centrada en la persona, protocolización de las sujeciones físicas, el derecho a la información y protección de datos personales, el respeto a la diversidad y la satisfacción diferenciada de las necesidades de quienes están a nuestro cuidado.

La institución para personas adultas mayores es una modalidad socio-sanitaria compleja, por la variedad de actores que se interrelacionan entre sí, por los derechos y obligaciones que ponen en juego cada día, porque sus residentes son sujetos de cuidado a la vez que sujetos de derecho, porque muchas veces el principio de autonomía roza la responsabilidad que los funcionarios tienen sobre las personas que están a su cuidado.

Algunas personas mayores, sobre todo aquellas ingresadas desde la calle con alto grado de vulnerabilidad social, no van a vivir aquí hasta sus últimos días ya que son posibles las externaciones a casas de familiares, a otros hogares, a hoteles con subsidios u otra vez a la calle pasado el frío invernal.

La institucionalización sirve como un lugar (antropológico) para recomponer fuerzas, cubrir sus necesidades básicas, conectarse con su interioridad, conocer la problemática de los otros, compartir, volver a sentir pertenencia y afiliación, configurar su identidad y restaurar el vínculo con la sociedad.

Merklen Denis habla de “sentido de pertenencia dañado” en aquellos que viven en los márgenes y aquí les es posible repararlo.

La institucionalización es un punto de inflexión en los trayectos de las vidas de estas personas mayores.

Esta relación afectiva ambigua hacia la institución hace que se la rechace y se la necesite, sentimiento acompañado del miedo a volver a la situación de marginación y exclusión a la que los arrojó el fracaso en el sistema laboral o familiar.

Los hogares para personas adultas mayores son una modalidad socio-sanitaria compleja. En ellos existe una variedad de actores que se interrelacionan entre sí, donde los residentes tienen derechos y obligaciones que se ponen en juego cada día. Para ello se requiere de un tratamiento profesional que apunte a mejorar la calidad de vida de los internos.

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