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Ecuador, 28 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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La edad cronológica no es suficiente

Los 65 años dejaron de ser el inicio del período de la vejez

Limitarse a que la vejez empieza a los 65 años determina que las políticas públicas tengan falencias por no considerar que hoy la esperanza de vida es mayor.
Limitarse a que la vejez empieza a los 65 años determina que las políticas públicas tengan falencias por no considerar que hoy la esperanza de vida es mayor.
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
06 de febrero de 2016 - 00:00 - Palabra Mayor / Envejecimiento en Red

Determinar una edad fija para marcar el comienzo de la vejez significa una imagen incompleta del envejecimiento y puede ser causa de diseño de políticas poco acertadas en favor de este grupo de población.   

Arbitraria pero generalmente aceptado se ha utilizado el umbral de los 65 años como inicio del período de vejez, y sobre él se ha fundamentado el cómputo del número de personas mayores, su proporción respecto al total de la población, y el proceso de envejecimiento (aumento de esa proporción). Tiene la ventaja de que es fácil de calcular, todo el mundo lo conoce y todos los estudios, programas, planificaciones y leyes, etc. lo han estado utilizando durante décadas, y además nadie lo ha discutido.

En Ecuador, los programas estatales para las personas adultas mayores también parten de los 65 años, lo que determina que, de igual manera, su efectividad no llegue al cien por ciento.

La edad cronológica no tiene en cuenta que se están produciendo progresos en las condiciones de vida, de salud, de habilidad funcional y de esperanza de vida de las personas. Con la utilización de una edad fija para determinar el inicio de la vejez, no se valoran bien los cambios internos en la distribución por edad de la población ni los costes sanitarios, debido a que la mayor parte de estos ocurren en el tramo final de la vida, el mismo que es cambiante porque la esperanza de vida está aumentando y se espera que continúe así en el futuro.

Al mantener fijo el umbral de inicio de la vejez, lo que realmente se mantiene fijo es la duración de la vida previa a la vejez, y el efecto es como si todo lo ganado en aumento de la vida se asignase a los viejos, dado que el tiempo previo a la vejez no se mueve, constreñido entre los 0 y 64 años. Sin embargo, gracias a los cambios en las condiciones de vida, es evidente que podríamos decir que los 50 años de ahora son los 40 de hace un tiempo, y esta idea tiene aceptación.

Si en vez de establecer un umbral fijo de la vejez (65 años) como se hace habitualmente, determinamos un umbral móvil considerado por la esperanza de vida, se corrigen en parte los inconvenientes citados. En este caso, lo que crecería sería la duración de la vida previa a la vejez, mientras que mantenemos esa vejez como un intervalo fijo, delimitado por una esperanza de vida, vida restante o años por vivir constantes.

Si dejamos fijo el período de vejez, permitimos fluctuar (alargar) el período previo; de esta forma, un aumento de la esperanza de vida total extendería ese período previo a la vejez, mientras que el período de vejez se mantendría fijo (duraría lo mismo a lo largo del tiempo) pero retrasado en el eje de vida hacia edades superiores.

A este nuevo umbral basado en la esperanza de vida o vida restante lo llamamos “edad prospectiva”. Según este criterio, la vejez empieza cuando la gente tiene una edad en la que su esperanza de vida, o vida restante, es de 15 años. Por tanto el umbral de inicio de la vejez es móvil en el tiempo y la duración de la vejez sería fija, desde ese umbral hasta la muerte. Este umbral/período de 15 años es arbitrario y podría modificarse.

Se precisan numerosos estudios para confirmar la consistencia de ese umbral, las condiciones de vida de las personas en esa nueva vejez, etc. Si se utiliza el criterio de umbral móvil se puede obtener otra medida del envejecimiento: la proporción de personas con esperanza de vida de 15 o menos años, según la edad prospectiva, respecto del total de la población.

Es una proporción “prospectiva”  de personas mayores, generalmente más reducida que la tradicional proporción que se maneja habitualmente en informes y planificación de políticas sociales.

La edad fija de 65 años es fácil de calcular, la conoce todo el mundo, su referencia es el nacimiento. En la edad prospectiva la referencia es la muerte, y es necesario contar con las tablas de mortalidad para su cálculo; pero las administraciones (económica, sanitaria, política social), servicios estadísticos, compañías de seguros y mundo académico, que manejan tablas de mortalidad, pueden realizarlo. La edad prospectiva es útil para adecuar conductas y hábitos, obliga a pensar en la vida restante, en comportamientos de ahorro o inversión, en cómo organizar actividades vitales y en los costes de salud. Conocer la vida restante permite a las personas una mejor organización de su vida y planificar su retiro.

La esperanza de vida ha aumentado y con ella la edad de envejecer. Si antes se creía que un adulto alcanzaba su mediana edad antes de cumplir los 40 años y a los 58 ya era tachado de ‘viejo’, hoy en día la ‘edad madura’ empieza a partir de los 55 y no se es anciano hasta que se cumplen los 70, según un sondeo llevado a cabo en Reino Unido por la organización Love to Learn, en el que participaron más de mil adultos de 50 años o más.

La intención era averiguar la actitud ante la vida de este grupo de edad y se observó que a medida que la población vive más años se establecen nuevos límites en las clasificaciones de la edad. Se comprobó que los encuestados empezaban a sentirse viejos a partir de los 70 años. En Reino Unido, la población de mayores de 65 años superó a la de menores de 16. Hablar de edad prospectiva nos lleva a repensar la edad y el envejecimiento. Y eso es positivo. (Diego Ramiro Fariñas, Rogelio Pujol Rodríguez, Antonio Abellán García). (I)

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Avances científicos

El deseo de buscar la eterna juventud

Dos factores han contribuido al cambio en la percepción de la edad, ambos muy relacionados con el avance científico. Por una parte, gracias a los descubrimientos de la medicina moderna, la expectativa vital ha llegado a límites que hace solo 50 años eran insospechados. Si entre 1970 y 1975 nuestra esperanza de vida era de 63,6 años, las proyecciones demográficas que realiza el Centro Latinoamericano de Demografía estiman que para entre  2045 y  2050 la esperanza de vida al nacer llegará a los 82 años, alcanzando incluso los 85 años para las mujeres.

Esto cambió completamente el escenario y las posibilidades que se abrían para quienes cruzaban el umbral de la mediana edad. Vivian Diller, doctora estadounidense y experta en sicología del envejecimiento, menciona en una publicación de La Tercera de Chile: “En el siglo pasado, cuando se llegaba a los 40 o 50, te quedaba solo cerca de una década por vivir. Ahora, en ese período, tenemos 30 o 40 años por delante. Cuando llegábamos a los 50 y solo veíamos una década por delante, pensábamos que la vida se iba a acabar pronto y eso impactaba en tu perspectiva. Hoy, cuando tenemos 30 o 40 años, recién comienzas a pensar cómo quieres vivir esa vida”.

Con los hallazgos de la medicina somos más longevos y también nos vemos más juveniles, sin importar la edad. Diller asegura que el deseo de mantenernos jóvenes no es algo propio de nuestra era. “Por algo siempre hemos estado empecinados en encontrar, en diferentes épocas, la poción de la eterna juventud”, dice. Hay algo que sí distingue a nuestra época: la necesidad de parecer jóvenes y las posibilidades que ofrece la tecnología para lograrlo”, indica.(I)

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