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El miedo al qué dirán de la familia o el entorno social determina que muchas parejas mayores no den este paso. los divorcios en general en el país aumentaron el 95% durante la última década

Libres y sin compromiso después de los 60 años

Para las mujeres y los hombres adultos mayores la separación puede ser una experiencia traumática, al igual que enviudar. Foto: Archivo / El Telégrafo
Para las mujeres y los hombres adultos mayores la separación puede ser una experiencia traumática, al igual que enviudar. Foto: Archivo / El Telégrafo
25 de julio de 2015 - 00:00 - Kléver Paredes B.

El matrimonio y el divorcio no tienen edad. Escuchar a los sacerdotes la frase “unidos hasta que la muerte los separe” constituía una especie de sentencia inviolable para los recién casados.

Para las parejas que han logrado superar su unión en el tiempo, llegar a las bodas de plata y más las de oro representa todo un acontecimiento digno de celebrarse.

Por diferentes razones, emocionales, afectivas o económicas, se piensa que un matrimonio se fortalece con el paso de los años.

Luego de 25 o 50 años de casados se supone que una pareja aceptó al otro, con sus defectos y virtudes; superó una serie de obstáculos y contribuyó para que sus hijos se eduquen y triunfen en la vida.

En Ecuador, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el número de divorcios en los últimos 10 años se incrementó en un 95%, mientras los matrimonios representaron el 11,1%. Un promedio de 71.332 separaciones por año.

Las estadísticas del INEC señalan que el 53,9% de los hombres se casa entre los 20 y 29 años. El 52,9%, en el caso de las mujeres.

Sobre los divorcios, en cambio, el mayor porcentaje se produce entre los 30 y 34 años; esto equivale al 17% en los hombres y el 18,8% en las mujeres.

En 2011, en promedio, los matrimonios que terminaron en divorcio tenían una duración de 14,5 años. En el 2003 era de 12,8 años.

Así, según los datos del INEC, la edad promedio para casarse en Ecuador es de 30 años para los hombres y 27 para las mujeres. Mientras la edad promedio para divorciarse es 41 años para los hombres y 38 para las mujeres.

Si los divorcios van en aumento en relación a los matrimonios entre los jóvenes y adultos, ¿qué está sucediendo con los adultos mayores?

El número de personas que se divorcia después de los 50, 60 y 70 años representa un pequeño porcentaje, pero en comparación a los últimos 10 años, también se ha incrementado.

En 2004 se produjeron 11.725 divorcios. De esta cantidad, 1.810 correspondieron a hombres mayores de 50 años y 1.181 a mujeres.

Para el 2014, con una población de 16.027.466 millones de habitantes, el número de divorcios en Ecuador representó 24.771, equivalente a una tasa de1 5,46 por cada 10.000 habitantes.

Por el número de población Pichincha y Guayas fueron las provincias con mayor número de divorcios: 6.207 y 5.953, respectivamente.

Entre los 55 y 59 años, en 2014, se divorciaron 1.623 hombres; de 60 a 64, 913; de 65 a 69, 539; y de 70 años y más, 459.

El caso de las mujeres tiene una particularidad: en la vejez se divorcian menos que los hombres. 683 terminaron su unión entre las edades de 60 y 64 años; 295, de 65 a 69 años, y 206 de 70 años en adelante.

A pesar de que existe un incremento de los divorcios en la vejez, un dato muy importante también es el incremento del número de matrimonios que se produjeron en esta en 2014.

El 3,15% de un total de 60.328 nupcias, corresponde a personas mayores de 60 años. El 2% en el caso de los hombres y 1,5% en las mujeres.

Pero, ¿qué puede motivar separarse en la vejez, cuando se supone que la mayoría de la vida está hecha? Carla Barrera Navarrete tiene 80 años y tres hijos que los “sacó adelante”, dice, sin ayuda del esposo, quien formó otro hogar cuando tenía 50 años.

Para ella, a pesar de las necesidades económicas, la tranquilidad y el amor de sus hijos es la principal recompensa. “Vivo con felicidad, sin tener que cuidar al marido; puedo ir a donde yo quiera”, manifiesta.

Divorciarse en la juventud representa algunas “ventajas”, por las condiciones económicas y sociales. A partir de los 50 años la situación es diferente, porque existen más problemas para adaptarse a los cambios.

En este grupo etario también se manifiesta menos esperanza de futuro, lo que puede tener repercusión en la salud mental de los adultos mayores.

Según los expertos, “las tensiones, disimuladas durante los largos matrimonios por la presencia de los hijos en el hogar y porque la actividad laboral permitía a ambos descansar unas cuantas horas al día de la presencia del otro, estallan cuando uno de los dos se jubila, generalmente el varón, ya que las mujeres que rondan los setenta han sido preparadas en su mayoría para vivir como amas de casa”.

Hay mujeres que recuperan la calma y se enamoran de nuevo, cosa que no es muy habitual. Algunos hombres buscan nuevos amores en este último tramo de su vida, con los que en muchas ocasiones su vejez cobra vitalidad y recuperan su actividad sexual. Pero también se dan ocasiones en que no se encuentran más que relaciones imposibles.

La edad no es un impedimento, dicen los expertos, para ser feliz y este deseo también está presente, en algunos casos, en las separaciones en la vejez, conocido como el “divorcio tardío”.

En las mujeres puede ser la búsqueda de la tranquilidad, de vivir su vida sin tener “la carga de cuidado” de sus esposos o cumplir los sueños postergados por el matrimonio.

Según el Instituto de Restauración Neuropsicológica Nexos de Chile, el divorcio en las personas adultas mayores está catalogado entre los primeros lugares como las experiencias más devastadoras desde el punto de vista emocional.

Es mayor que un duelo en términos de lo removedor de culpas e incapacidades y una fuente de tristeza y sensación de fracaso profunda, así como también de la inseguridad producida en la búsqueda de nuevos roles. La depresión está muy ligada a estos eventos.

La esperanza de vida, cifrada actualmente en 77,7 años para los hombres y 84,1 para las mujeres, el tedio de la convivencia y el “irreductible deseo de felicidad”, como dice la abogada española Charo García, estimula la búsqueda de nuevos rumbos en los años finales de la vida.

En ocasiones, los hombres no resisten la tentación de sustituir a su pareja de años por compañeras más jóvenes.

En España, el prototipo más común de la mujer educada para aguantar y sin preparación para sobrevivir económicamente por sí misma, es la que más acude a la empresa de Madrid Coaching para Mujeres Separadas, especializada en combatir el desánimo y la depresión por la ruptura matrimonial.

Ellas, en ocasiones, no le ven salida al futuro. Creen que el mundo se ha acabado para enamorarse e incluso para las relaciones sociales. (I)

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