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Los especialistas señalan que hay que empezar a cuidarse desde la adolescencia para llegar bien a los 90 años

La vejez, la alegría de sumar más años

Hoy la salud está emparentada con las emociones,  y la actividad física como el baile contribuye al bienestar durante la tercera y cuarta edad. Foto: John Guevara / El Telégrafo
Hoy la salud está emparentada con las emociones, y la actividad física como el baile contribuye al bienestar durante la tercera y cuarta edad. Foto: John Guevara / El Telégrafo
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Las personas adultas mayores tienen más emociones positivas que los jóvenes. Estas son las principales conclusiones del estudio publicado en la revista científica Current Directions in Psychological Science, en el que se demostró que la gente mayor tiene más capacidad de ser feliz que la de menor edad.  

Los resultados del estudio se contradicen con la creencia popular que asocia la juventud al momento vital de mayor felicidad y relega la vejez al sufrimiento por la decadencia física e intelectual.

El aumento en la expectativa de vida y la necesidad de mantenernos activos plantea el desafío de desarrollar un envejecimiento positivo y saludable que permita darle calidad a los años venideros. Si bien el bienestar en los adultos mayores está asociado a factores como la salud y la condición económica, existen otras variables importantes como el afecto, las posibilidades de recreación, tener una vivienda propia y una alimentación adecuada.

Muchas personas llegan a la vejez sintiendo la necesidad de reinventarse y de abrirse nuevos espacios, en los que antes, por distintas razones, no pudieron participar. El tener más tiempo libre disponible y menos responsabilidades con los hijos y la familia, otorga libertad y permite buscar nuevos pasatiempos, y así agrega novedad y positivismo a esta etapa de la vida.

Una publicación del diario el Clarín de Argentina resalta que cumplir 40 es una buena noticia, porque comienza la etapa de mayor plenitud y de proponerse nuevos proyectos para las próximas 4 o 5 décadas. Esto debido a que la expectativa de vida aumentó y la tercera edad ya no es el último escalón.

Hace tiempo la ciencia empezó a hablar de Cuarta Edad. Y aunque parezca increíble, la franja etaria que más crece es la de los llamados ‘old oldest’ (viejos más viejos), que superan los 80.

La medicina sigue de cerca estos nuevos cambios que presenta el ser humano, con el objetivo de sumar calidad a los años. Ya no se trata de tener niveles óptimos de colesterol para ser una persona saludable; hoy la salud está emparentada con el bienestar del cuerpo, la mente y las emociones. “Dado el aumento creciente de la expectativa de vida en los últimos años, son cada vez más los estudios que buscan desentrañar los factores que protegen al adulto mayor frente al deterioro cognitivo”, manifiesta Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva.
Pero, ¿a qué edad hay que empezar a cuidarse para llegar lo más entero posible a los 90? “Desde el punto de vista teórico, desde la adolescencia. Desde la práctica, siempre hay algo para prevenir”, dice el doctor Isaac Jakter, especialista en adultos mayores, director de la clínica Jakter. El doctor José Manuel Ribera Casado, docente de Geriatría de la Universidad Complutense, también apuesta a la prevención: “Hoy es la única vía eficaz para retrasar el envejecimiento. La vacuna contra la gripe prolonga la vida, pero también una buena dieta, evitar la obesidad, paliar el déficit de vitaminas y de calcio”.

Una buena nutrición

“Son fundamentales las proteínas (carnes magras vacunas, de pescado, pavo o pollo), carbohidratos de baja densidad (frutas y verduras), que también aportan fibras, vitaminas y minerales; Omega 3 proveniente de los pescados, como salmón y atún, aceite de oliva, almendras y aceitunas. Hay que evitar las frituras, y tabaco y alcohol en exceso”, aconseja Jakter. La licenciada Vega añade: “Con la acumulación de grasas se resiente la columna y la circulación venosa en las piernas. Comer en exceso puede favorecer la aparición de enfermedades del metabolismo  como la diabetes”, dice el experto.

Una dieta saludable también aporta vida al cerebro. “El pescado, los vegetales y las frutas ayudan a mantener las neuronas y construyen mejores conexiones entre sí”, apunta el doctor Manes.

Más movimiento

Los ejercicios periódicos de respiración “ayudan a expandir los pulmones y mantener la elasticidad de la caja torácica”, comenta Vega. La actividad física “mejora la circulación y la oxigenación, mantiene el tono muscular y la elasticidad, evitando el dolor ante movimientos cotidianos, y disminuye el riesgo de padecer enfermedades, como diabetes, y dolencias del corazón”, refieren en la Universidad Maimónides. Además promueve la liberación de endorfinas, las llamadas hormonas del placer. El doctor Robert Butler, presidente del Centro Internacional para la Longevidad del Hospital Monte Sinaí de Manhattan, es contundente: “Si se pudiera comprimir el ejercicio en una tableta, sería el medicamento más importante contra el envejecimiento”. También beneficia las funciones cerebrales. “El ejercicio continuo aumenta el flujo sanguíneo cerebral, lo que conduce a un menor riesgo de padecer demencia; estimula los lóbulos frontales; la producción de BDNF, una suerte de ‘fertilizante’ para las nuevas conexiones neuronales -dice Manes. También libera serotonina, un neurotransmisor que promueve el estado de ánimo positivo. (I)

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Conviene pensar en el panorama social que nos rodeará en pocos años más al formar parte del creciente ejercicio de adultos mayores, además del círculo familiar y unos cuantos amigos que van quedando. La invisibilización de los ancianos se consolida paulatinamente en un “delito del silencio” con la complicidad de algunas estrellas de micrófono que cuentan con muchas canas y varias décadas de experiencia.

Los ancianos no solo se enfrentan al abandono, la indiferencia o al irrespeto. Detrás se esconde una serie de derechos como seguir disfrutando de una vida plena, independiente y autónoma, con salud, seguridad, integración y participación activa en las esferas económicas, sociales, culturales y políticas. Asumir este enfoque significa un nuevo paradigma en las acciones que toman los gobiernos.

Ni al interior de las mismas organizaciones de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales hay investigaciones, cifras o programas específicos sobre este colectivo, por eso no forman parte de los discursos y tampoco del imaginario social. Su vejez está condicionada a los recursos económicos de los que dispongan, a la posibilidad de una pareja, a familiares cercanos o a la soledad.

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