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El Telégrafo
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En américa latina y el caribe la mayor cantidad de adultos mayores vive en las ciudades. se estima que el 80% de habitantes de la región reside en lugares catalogados como urbanos, en 2050 el porcentaje llegará al 90%

El siglo XXI marca el fin de la sociedad juvenil

La vejez es una nueva posibilidad, ahora los adultos mayores son personas activas y con mucho potencial. Foto: Fernando Sandoval
La vejez es una nueva posibilidad, ahora los adultos mayores son personas activas y con mucho potencial. Foto: Fernando Sandoval
13 de diciembre de 2014 - 00:00

El fin de la sociedad juvenil está próximo. Mientras en el siglo XX América Latina y el Caribe se caracterizaron, en términos demográficos, por el crecimiento de la población, el siglo XXI estará marcado por su envejecimiento.

Entre las razones principales que dan lugar a este fenómeno están la reducción de la fecundidad y el aumento de la esperanza de vida. Así lo destaca su informe de noviembre pasado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Según el informe del organismo internacional, el número de habitantes en la región se incrementó de 161 millones en 1950 a 512 millones en 2000. Las proyecciones para este siglo prevén un aumento hasta 734 millones en 2050, aunque se estima que habrá un descenso posterior a 687 millones en 2100. Las principales modificaciones se observarán en la estructura por edad de la población debido al avance del proceso de envejecimiento.

Entre 1950 y 1955, la esperanza de vida al nacer aumentó de 55,7 años a 74,7. A 2015, esto representa cinco años menos en relación a los países más desarrollados. En las últimas seis décadas la esperanza de vida en América Latina y el Caribe se incrementó en 23 años.

La Cepal resalta la reducción de la tasa de natalidad. América Latina y el Caribe pasó de tener índices reproductivos que estaban entre los más altos del mundo, con una tasa global de fecundidad (TGF) de casi seis hijos por mujer en el quinquenio 1950-1955, a un nivel menor a 2,2 hijos por mujer en el quinquenio actual, lo que está ligeramente por debajo de la mediana mundial (2,3).

El informe considera que la reducción de la proporción de niños y jóvenes hace que sea posible extender a todos ellos las bondades de una educación de alta calidad. De esto, antes solo se beneficiaba una minoría, pero advierte que el envejecimiento de la población plantea desafíos relativos al funcionamiento y viabilidad de los sistemas de pensiones actuales.

Para 2040, las tasas globales de fecundidad serán inferiores a tres hijos por mujer en todos los países de América Latina y el Caribe. Esta coyuntura conlleva nuevos desafíos para que la región pueda aprovechar estas oportunidades demográficas para reducir la desigualdad. Esto dependerá de que se tomen medidas tanto en el ámbito macroeconómico, referentes a la transformación productiva y a regímenes fiscales progresivos, como en el terreno político y en el social, a través de una mayor y mejor educación y protección social.

El aumento de la expectativa y la calidad de vida es un triunfo para la humanidad. “Siempre hubo viejos en las sociedades. Pero ahora es la primera vez que, en la historia del mundo, las viejas son las sociedades”, resalta María Julieta Oddone, directora del programa ‘Envejecimiento y sociedad’, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, en Argentina.

Oddone enfatiza el término ‘personas viejas’ porque “vejez no es igual a decrepitud y muerte. Hoy, mayoritariamente, los viejos son personas activas, sanas, con mucha potencialidad”.

Para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, si bien desde una mirada de largo aliento el comportamiento demográfico de América Latina y el Caribe se alinea y converge con el de otras regiones del mundo, también posee características particulares que lo distinguen, fruto del momento en que se iniciaron las transiciones demográfica, epidemiológica y urbana de sus países.

Otros aspectos son  la velocidad a la que ocurrieron, la diversidad de situaciones entre y dentro de ellos, y el contexto de heterogeneidad estructural y su principal consecuencia en el plano social, la desigualdad, que se expresa con mayor persistencia y profundidad que en otras regiones del mundo.

En 1950 la población de América Latina y el Caribe era algo superior a los 167 millones de personas y era una de las dos regiones más pequeñas del mundo (solo superaba a Oceanía, según ese criterio) y representaba el 6,6% de la población mundial. En 1980, con 364 millones de personas, la región superó a América del Norte (sin México), y pasó a ocupar el cuarto puesto después de Asia, África y Europa.

En 2010, mientras la población del mundo bordeaba los 7.000 millones, América Latina y el Caribe registraba 596 millones de personas y aportaba el 8,6% del total mundial. En la nueva era demográfica se proyecta que la población de la región continuará creciendo, y que escalará posiciones en el contexto mundial. En 2040, con 757 millones de personas, superará a la población de Europa y pasará a ocupar el tercer lugar en cantidad de  población después de Asia y África.

 Para 2070, América Latina y el Caribe llegarán a los 788 millones de habitantes. Sin embargo, como resultado del descenso del ritmo del crecimiento, la población de la región representará un peso cada vez menor de la población mundial (8,4% y 7,7%, respectivamente, en 2040 y 2070). En 2100 el crecimiento de la región habrá pasado a ser negativo y la población se reducirá a 687 millones.

Mientras tanto, la población mundial continuará creciendo y superará los 10.000 millones en 2100, con lo que el peso relativo de la región se reducirá a solo un 6,8%, volviendo casi a la misma proporción que tenía en la década de 1950, de acuerdo a las proyecciones de las Naciones Unidas.

Un informe publicado por la ABC de España en 2012 reveló que, después de Japón, la nación más vieja era Alemania debido a una baja tasa de natalidad. En 2010, solo el 13,5% de la población de ese país era menor de 15 años, frente al 13,4% registrado en el país asiático.

En cuanto a las personas de 65 años o más, Alemania comparte el podio con Italia, con el 20,4% de la población. En Japón, el porcentaje es de 22,7%.

Aquellas cifras son el resultado de que en Alemania solo haya 8 niños por cada 1.000 habitantes, lo que representa el índice más bajo del mundo, lo que “supone un nuevo récord negativo”, comentó al medio español Roderich Egeler, presidente de la Oficina Federal de Estadísticas. Es que en 1964 nacieron 1,4 millones de niños, mientras que en 2011 fueron 663.000.

 En promedio, las mujeres tienen 1,4 niños cada una, un índice muy bajo, pero estable. Sin embargo, la tendencia al envejecimiento de la población de la primera economía europea se acentúa, mientras que el número de mujeres en edad de procrear desciende.

Paralelamente, la esperanza de vida de las alemanas se prolonga, como en la mayoría de los países desarrollados. Una niña puede esperar llegar a los 83 años y un niño a los 78, o sea que ganarían diez años de vida en comparación con hace 50 años. Paradojas del Occidente más desarrollado.

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