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Punto de vista

El debate sereno y sin dobleces

El debate sereno y sin dobleces
16 de abril de 2016 - 00:00 - Wagner Abril. Periodista ecuatoriano

Un humeante café ecuatoriano acompañado de bombón de chocolate para mirar guapísimas ecuatorianas en cafeterías de la capital es buena idea para dejar correr el tiempo y vivir el momento. Sentir la brisa del fresco viento o deleitarse con el color de una bella flor es otra forma de orar para acercarse al milagro de la vida que Dios nos ofrece cada día.

Como penúltima cana al aire y desde la reflexión interior: un viaje, visitas a familiares y amigos queridos, poner en orden cuentas, bienes e ideas; iniciar nuevas lecturas, escribir poesía y esbozar sonrisas interiores creando ideas constructivas para el día siguiente, y perdonar y pedir perdón -con claridad y sin recelos- a quienes se ama desde el corazón, se cuentan entre tareas altamente recomendadas. Si la frágil vida se desgaja en instantes, prefiero aplicar, ahora, la sentencia que atribuye a la vida la calidad de misterio para ser vivido y no un problema para ser resuelto.

Sin ambages, propongo un debate sereno, sin dobleces, sobre los asuntos que inciden directamente sobre la existencia de la humanidad que se vive ahora. “¿Quién puede decretar la actitud interior o el estado del alma, ante la muerte de alguien? ¿Le corresponde esta decisión a las leyes de los países?, dice el portugués Manoel Alves Louro, profesor de ética filosófica en Canadá y miembro de organizaciones europeas que estudian las ciencias de la vida desde la bioética.

Mientras expertos, científicos y religiosos de todas las filiaciones se agotan en viejas y nuevas proclamas a favor y en contra de formas voluntarias y forzadas para impedir la realización de la vida, peligros inéditos y remozados se introducen en la sociedad planetaria: nuevas y más violentas modalidades de tóxidependencia, calentamiento global, indetenibles flujos migratorios que modifican las estructuras sociales y económicas, contingencias en torno de la seguridad alimentaria y avances científicos que casi aseguran la mortalidad y prolongan la vida, a costos prohibitivos que excluyen a grandes masas de población. ¿Son formas de eutanasia colectiva que nacen del mismo desarrollo capitalista? Si aparecen informaciones sueltas sobre estos tópicos, su importancia se disuelve en cataratas noticiosas de temas intrascendentes que privilegian el consumismo, en el más discriminatorio ideal capitalista.

De los registros negativos divulgados, ninguno resulta trascendente para la especie humana como los relacionados con las alteraciones múltiples de modificaciones extremas del clima mundial por el abuso humano sobre los recursos naturales limitados que dispone el planeta. El Día Mundial de la Salud recientemente se conmemoró con el anuncio preventivo del secretario general de las NN.UU. Ban Ki-moon, con base en el informe de la OMS sobre el incremento de muertes y enfermedades en todos los estratos sociales y ámbitos de la humanidad.

Otro estudio técnico, esta vez de la NASA, señala últimamente que “el calentamiento global está inclinando cada vez más el eje de rotación de la Tierra, otra demoledora evidencia acerca del enorme impacto de la actividad humana en el planeta”. Es el mayor dilema trágico del progreso. Así, querido lector, no piques los coloridos anzuelos del consumo excesivo. Piensa en el agua, la tierra cultivable y los árboles que mañana harán falta para tus nietos. En el mundo del ‘todo vale’, únicamente si tiene ‘valor de mercado’, no hay espacios para los ancianos.

Hay otras piezas que completan la partida del ajedrez mortal. Atención especial merecen los análisis de prospectiva que anualmente formula The American Council for the United Nations University. Para tomar decisiones estratégicas es necesario investigar sobre los futuros probables, dice AC-UNU. Entre los problemas éticos futuros (período 2025-2050), ¿se deberá plantear si debemos tener derecho al suicidio y a la eutanasia?

Confío en la vida y acudo a mi fe, forjada en décadas, lecturas y oraciones. Mientras llega el día, me cubro de la promesa del Salmo 23: “El Señor es mi pastor; nada me faltará. En verdes campos me hará descansar […] Aunque pase por valle de muerte, no temeré mal alguno…”. (O)

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