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Cuando los años suman y empezamos a vivir la vejez

El envejecimiento para las mujeres genera mayor incertidumbre, sobre todo por sus ingresos y sus cuidados.
El envejecimiento para las mujeres genera mayor incertidumbre, sobre todo por sus ingresos y sus cuidados.
Foto: AFP
22 de octubre de 2016 - 00:00 - Adelaido Uribe Flores

Debo tomar conciencia del miedo de que hiciera lo que hiciera, quisiera lo que quisiera, pensara lo que pensara, me estoy haciendo viejo. Llegan las preguntas de: ¿qué va a ser de mí o qué va a pasar el día de mañana o el día de hoy o de qué manera voy a vivir o sobrevivir, con qué o con quién voy a contar?

Llegado el momento, a los 65 años, veo cuántas cosas dejé de lado. Lo que mis abuelos o mis ancestros no hicieron; ellos crecieron unidos, apoyados por los hijos y los nietos, no debieron preocuparse por la situación que les esperaba en la vejez. Era otra estructura familiar, eran otros tiempos.

Existe el miedo a lo desconocido, a la tercera edad o vejez. Qué pasa en todos los aspectos vitales más simples como conservar la salud, el trabajo, la economía, la jubilación, el deterioro progresivo, la enfermedad y la muerte.

Una de las metas sería llegar a viejo con lucidez y en un estado que no cause perturbaciones a nadie y mucho menos a la familia. Una vejez exitosa, una vejez de excelencia, útil, suena padrísimo, pero para saber tengo que conocer también la otra cara de la moneda. Tengo presente siempre a mis abuelas no porque lloraban o tenían diabetes, sino por todas las cosas que hacían, por lo que sabían, lo que platicaban, lo que contaban: cómo vivían, qué comían, cómo disfrutaban; toda su visión limpia y optimista, saludable y envidiable de la ancianidad.

Si es que vamos a vivir más tiempo, también vamos a tener que saber cómo vivir con salud los últimos años de la vida, cómo conservar lo que nos queda, cómo rescatar lo rescatable; seguir siendo productivos; cómo seguir integrados a un grupo humano llamado familia, o a la pareja.

Igualmente, son interrogantes cómo no ser una carga para los demás, para nuestros hijos o familiares; cómo no sentirnos un estorbo o una lacra y seguir siendo parte de la colectividad humana.

Hay toda una industria millonaria que promete combatir las huellas del paso del tiempo.

Se sobrevalora la estética del cuerpo físico y se promueve una actitud negativa hacia el envejecimiento.

En el pasado se apreciaba en el anciano valores como la experiencia, la transmisión de tradiciones, su sabiduría y se le escuchaba; hoy ha quedado relegado.

Hoy el anciano es víctima de la soledad y el abandono, la pobreza y el maltrato; son estorbos e incómodos, no se les deja expresar sus sentimientos. El culto a la belleza, el dinero, el éxito y el poder marginan también a los ancianos.

En unas décadas más, las personas de 60 y más años se cuadriplicarán en el mundo, pasando de 606 millones a 2.000 millones en 2050. Las personas adultas mayores serán el cambio demográfico más significativo de la historia, quienes tendrán necesidades de salud, económicas y materiales muy específicas.

La gerontología, como una ciencia, tiene un doble objetivo: buscar la prolongación de la vida retardando la muerte y mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
En México se estima que el 10% de la población es anciana. Para 2050 será el 25%, lo que motiva la urgencia de políticas públicas para atender este cambio poblacional.

Los ancianos no solo quieren ser entretenidos, desean ser útiles

Lo que hagamos por los ancianos de hoy repercutirá sobre los viejos que seremos nosotros. No olvidemos que los adultos mayores son víctimas de violencia: desde comentarios denigrantes o aislamientos, hasta dejarlos sin comer, encerrarlos y golpearlos.

Generalmente, el anciano es cuidado en su propia casa por una mujer, que además, realiza las tareas domésticas y sale a trabajar. Sin embargo, encontramos varones que también realizan esta tarea.

El cuidado de una persona adulta mayor con una discapacidad es algo que inicia repentinamente: una caída, un cáncer; son eventos que cambian la vida de un hogar completamente.

Por esta razón requiere de cuidados especiales, pero lamentablemente no se está preparado ni prevenido.

Entre los enfermos en que el deterioro es paulatino, ellos más o menos se van adaptando a la situación día a día, sin embargo, quien tiene que auxiliar al anciano no está informado, ni tiene conocimientos para hacerlo.

La ignorancia hace que el trabajo sea doblemente difícil; los cuidadores experimentan estrés, cuantas más horas dedican a atender al adulto mayor más altos son los niveles de estrés, contagiando también al enfermo; se cae en un círculo vicioso que afecta a toda la familia.

Se trata de que los cuidados al adulto mayor le ayuden a mejorar su calidad de vida, sin deteriorar la propia ni la de la familia.

El alivio del sufrimiento y la búsqueda del mayor bienestar posible deben ser el objetivo primordial de los cuidadores de un anciano.

Para cada caso se presentan diferentes problemáticas, dependiendo de las discapacidades del enfermo; existen procedimientos adecuados que el cuidador debe conocer.

El cuidador adecuado no solo debe vigilar los aspectos físicos, sino, por el contrario, dar medicamento, alimentar, bañar, cambiar de pañal, hablar con el paciente.

La atención debe ser integral para conseguir un significativo alivio del sufrimiento; es necesario considerar entonces los aspectos físicos, emocionales, sociales y espirituales de la persona mayor enferma.

Lo anterior significa que además de tratar los síntomas físicos, como el dolor o la dificultad para moverse, debe atenderlo también emocionalmente, ayudándole a manejar sus sentimientos y permitirle expresar sus dudas y temores. Es necesario facilitarle el mejor entorno posible y tener sensibilidad y respeto hacia sus necesidades espirituales durante el proceso de la enfermedad y finalmente el de la muerte.(O).

No todos pueden ser cuidadores

El cuidador tiene que aprender cómo realizar ciertas actividades y acciones terapéuticas; también necesitará saber cómo enfrentar situaciones como el aislamiento social, variaciones en el estado de ánimo o el avance del deterioro. Hay que replantear toda la rutina y ritmo de vida de un hogar.

Un buen cuidador encuentra gran satisfacción en el acto de dar; ha descubierto que dar y recibir es lo mismo, no espera nada a cambio. Requiere mucha energía y fortaleza emocional. El agotamiento y la depresión de los cuidadores familiares pueden tener consecuencias graves. El estrés crónico desgasta las defensas del cuerpo y pone en peligro el sistema inmunológico, lo que lleva a la hipertensión arterial, la úlcera, el dolor de espalda, la migraña y hasta el infarto. La salud física y emocional de un cuidador es fundamental y no debe desatenderse; debe hacer todo lo posible para mantenerse sano. Debe contar con una red social de apoyo.

El cuidador debe tener relevos que le permitan contar con tiempo para sí mismo y reposar. Si es necesario que busque un grupo de autoayuda en donde pueda desahogarse junto con otros que están en la misma situación. El cuidador debe hacer actividad física y cuidar su alimentación, puede aprender a realizar respiración profunda para evitar que se acumule el estrés. En el enfermo habrá que cuidar la autoestima y la soledad; rodearlo de sus fotos preferidas, sus muebles, libros, música, nietos, imágenes religiosas. (I)

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