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El desayuno se servía temprano
Compartir en la mesa, un rito familiar ‘sagrado’
El momento de la comida era un espacio de respeto y para compartir en familia. Los tres momentos del día dedicados a ello se cumplían con devoción.
Los padres se levantaban temprano y se desayunaba temprano, asimismo se servía la merienda, para acostarse temprano. “Hoy, con tanta tecnología, vivimos otra realidad, con cuatro novelas y una comida”, reflexionó el chef Alberto.
En aquella época los alimentos eran muy sustanciosos y preparados con cariño, con el amor de las mamitas y las abuelas. No había aceites, todo se preparaba con mantequilla elaborada por las mujeres mayores; con manteca de chancho y la famosa mapahuira.
En el desayuno se servían aguas de remedio, las coladas o la leche de vaca, de la cual se sacaba hasta tres natas. No había cafés solubles. Me acuerdo del ‘postón’, que venía en tarro de lata. Tostado seco, huevos duros o tibios, café a base de habas y arvejas tostadas, además del pan, eran el primer alimento del día.
Las panaderías más renombradas eran Roya y La Vienesa.
El chocolate se mezclaba con la máchica (harina de cebada) y se convertía en un alimento que aguantaba toda la mañana.
Los abuelos decían: “Mijo puede ser traposito, pero bien comido”, porque la gordura en aquellos años era sinónimo de salud y de belleza.
Dependiendo de la condición económica de las familias, en las casas había tostado seco, máchica, caca de perro (tostado dulce), melcochas;y en el almuerzo la sopa, que era una mazamorra de haba, choclo y arvejas con tostado o chulpi. El plato fuerte, el cariucho (sopa de varios granos), arroz, papas, lechuga, tomate o salsa con pepa de zambo y la carne. Para terminar, una colada. Los recipientes, de barro o hierro enlozado, donde se servía la comida, eran muy grandes, el doble de los actuales. Por eso decían: “Ya me van a dar la colada en la bacinilla”.
En la noche se comía la misma cantidad, pero una comida diferente, por eso es que las mamás se pasaban todo el día en la cocina. Se acostumbraba una sopita de fideo, si sobraba, con él se hacía chapo; luego una colada de manzana, de plátano o de máchica; la maicena vino después. La merienda era temprano, a las 19:00 ya todos estaban en sus camas. Los domingos se acostumbraban los dulces de tomate, de babaco y de higo, por los que los niños esperaban toda la semana.
La ciudad se recogía muy temprano a dormir, después de las 19:00 las calles lucían desoladas. Antes de acostarse, la costumbre era rezar entre toda la familia.
Solicitar la bendición a los padres era igualmente una obligación y, al mismo tiempo, una muestra del cariño hacia los hijos. Hoy -lamentablemente- se ha perdido esa costumbre porque la comunicación entre hijos y padres es distinta a la que vivíamos en esa época.