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Los planes de contingencia del estado deben incluir las necesidades básicas y especificadas de cada grupo de edad
Capacidades de los ancianos son ignoradas
Van a cumplirse dos meses del terremoto que dejó un ambiente de desolación en los habitantes de las provincias de Manabí y parte de Esmeraldas. Entre ellos, más de 20.000 personas adultas mayores, según la organización internacional HelpAge América Latina y el Caribe.
De acuerdo a los datos de la Secretaría de Gestión de Riesgos, el Estado ha entregado 737.787 kit de alimentos a la población afectada, en especial a los 28.775 que perdieron sus viviendas y ahora se encuentran en los albergues temporales. La ayuda ha llegado y también las brigadas de atención de salud para los grupos considerados vulnerables como niños, mujeres embarazadas, personas con discapacidad y adultos mayores.
En diferentes artículos de prensa, televisión y redes sociales se mira la ayuda psicológica brindada a los niños y adultos, sin embargo, es oportuno reflexionar sobre algunos aspectos relacionados a los adultos mayores. Que no se los mire en los medios de comunicación, no significa que todas sus necesidades específicas han sido cubiertas o que la tragedia pasó desapercibida para ellos.
La experiencia de otros países muestra que los kit de alimentos en estos casos deben ser acordes a las patologías que presentan los adultos mayores y que determinan dietas particulares. Es decir, qué alimentos son aconsejables para un diabético o con hipertensión arterial. Lamentablemente, en emergencias como el terremoto del 16 de abril, se consume todo tipo de alimentos, así sean contraproducentes para la salud.
Los adultos mayores sufren discriminación y exclusión por su edad, viven en un entorno donde la vejez es rechazada. En estas condiciones tienen pocos espacios para manifestar su pensamiento o exigir sus derechos. En las situaciones de desastre, al ser albergados, esto se ahonda, no expresan sus deseos por temor, por no ser una carga para sus familias.
El aporte que significan los adultos mayores también es ignorado, pese a ser un recurso para la sociedad, en especial en cuanto a la reducción de riesgos de desastres. Ellos han vivido sus vidas como trabajadores, pescadores, padres, cuidadores y han acumulado habilidades, sabiduría y capacidades, lo que puede ser invaluable en los esfuerzos para mitigar los impactos negativos de un desastre, si se les brinda la oportunidad.
Los adultos mayores con frecuencia no se los toma en cuenta en los programas de planificación, adaptación y respuesta. Como resultado de las emergencias, las personas de más edad tienen más responsabilidades en el sustento a sus familiares, movilizando recursos y asumiendo la custodia de los niños, huérfanos y otros familiares dependientes.
Las responsabilidades de las personas adultas mayores y sus conocimientos deben ser reconocidas e integradas en los planes de mitigación. Este es, sin duda, una lección que deja el terremoto del 16 de abril.
Es necesario cambiar las imágenes predominantes que se tienen de los adultos mayores como incapacitados, improductivos y dependientes. Hay ejemplos (las brigadas blancas de adultos mayores en Bolivia) que incluyeron la contribución de las personas mayores, durante y después de las emergencias, a través de programas comunitarios en los cuales las personas mayores se conviertan en participantes y actores en la tarea del suministro de la ayuda y en los programas de rehabilitación.
Construir un programa, sobre la contribución de las personas adultas, ofrece beneficios tanto para las personas mayores como para los suministradores de servicios. Y ese es otro reto que debe asumir.
Cuando los problemas de aislamiento, falta de movilidad, fortaleza física o trauma dificultan a las personas mayores el acceso a los servicios esenciales, es necesario adaptar dichos servicios para preservar la igualdad en su provisión. No es dable que las personas más viejas compitan con otras más jóvenes, más fuertes y ágiles, por los servicios y ayudas.
En una emergencia, el principio fundamental de una buena práctica es el de estar consciente de la presencia de las personas mayores y de tomar pasos activos para localizarlas e identificarlas. Una lista de control puede ser desarrollada en el campo para incluir a las personas mayores en el diagnóstico de las necesidades.
En todas las etapas del proceso, los adultos mayores deberán de ser consultados directamente sobre las acciones que se deban seguir. Es necesario que las intervenciones se desarrollen preguntando a la población objetiva. Para ello, se requiere localizar, satisfacer y evaluar las necesidades de las personas mayores a través de la observación y discusión directa, trabajando con ellas para identificar necesidades inmediatas. (I)
Necesidades básicas
Pautas claves para incluir a las personas mayores
De sus propias experiencias en emergencias, las personas mayores identificaron varias necesidades básicas. Cuando sus casas han sido destruidas, necesitan materiales de construcción y mano de obra para ayudar a reconstruir sus albergues. Para cocinar alimentos, requieren ayuda para recolectar combustible y compartir la organización de la cocina con los vecinos y otros individuos. Vestuario, frazadas, ollas, sartenes y otros enseres y equipos domésticos así como bastones, lentes y otros están entre las necesidades básicas requeridas, como también, colchones o un área elevada para dormir con el fin de evitar el dolor agudo de los músculos y articulaciones, que causa el reposar en el suelo.
La movilidad limitada puede crear severos problemas para las personas mayores en crisis. Existen cuatro problemas. Primero, la incapacidad: por ejemplo, cuando no están en posición de salir de sus casas, a las personas mayores se las dejan atrás o son incapacitadas de obtener acceso a servicios esenciales. Segundo, algunas veces no están en posición de subirse a los camiones, o son más lentas que otros y son dejadas atrás. Tercero, cuando no existen facilidades de transporte regular, las personas mayores pueden que no estén en posición de lograr servicios esenciales. Por último, en emergencias algunas personas mayores están incapacitadas, debido a la pérdida de sus soportes de movilidad, prótesis y anteojos, mientras que otras necesitan fisioterapia y ejercicio para reducir los dolores musculares y de sus articulaciones. Cubrir sus necesidades sociales, psicológicas y familiares es otro de los aspectos fundamentales en estos eventos trágicos. (I)
Punto de vista
Ayuda específica para todas las edades
Lcda. Rosa Azúa Pincay
Dir. Centro Gerontológico Municipal Dr. Arsenio de la Torre Marcillo
Coordinadora RENPERMAE
Es necesario comprender que en una o dos visitas a una situación de catástrofe como lo sucedido en las provincias de Manabí o Esmeraldas, no se puede aseverar o sacar conclusiones, máxime si estas no llevaron consigo el objetivo primordial de evaluar o monitorear la atención otorgada frente al desastre.
La delegación presidida por adultos mayores del Centro Gerontológico Dr. Arsenio de la Torre Marcillo, fue con la finalidad de compartir un poco de vituallas y apoyar la recuperación emocional de los damnificados a través de la Biodanza y presentaciones artísticas culturales, del grupo alojado en uno de los albergues de la Playa el Matal, sin importar la edad.
En este albergue, con 107 familias alojadas, se reportaban 18 adultos mayores que no estaban solos, sino más bien integrados a sus familias, recibiendo las ayudas otorgadas a todos en esta fase de atención inicial para estos casos.
Si bien es cierto que la población de las zonas visitadas como El Matal es relativamente joven, me atrevería a decir que las personas adultas mayores, siguen siendo y ejerciendo el rol como jefes de las familias.
Si creemos que podría considerarse como una ventaja para las personas adultas mayores de las zonas rurales su condición de actividad permanente en las labores del campo y el seguir creando medios de subsistencia económicos por su propia cuenta, es un punto a favor siempre y cuando no se los excluya por la edad de los programas de créditos, de mejoramiento de cultivos, de creación de valor a sus productos, entre otros.
Nuestra estancia en la zona de desastre con este grupo fue de tres horas, además de que los adultos mayores se confundían con los adolescentes y jóvenes; en este tiempo no se puede apreciar y menos diagnosticar casos de depresión o estrés severo que puedan padecer.
Es muy importante que en los planes de mitigación que se realizan en nuestro país se trabaje también en la segmentación para determinar las características de los grupos de acuerdo a las diferentes edades; para concretar programas como los de salud, por ejemplo, pero para otros que son de igual manera muy importantes como vivienda, económicos, elaboración de normas de convivencia, educativos, de aprendizaje continuo.
La participación e inclusión de las personas de todas las edades, de igual manera, en todas las fases de la reconstrucción debe ser parte de los planes de mitigación de los desastres. A los adultos mayores se los debe mirar también desde el aporte que significar por toda la experiencia de vida que tienen a su favor. (O)