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El Telégrafo
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'Ringo' Bonavena, un duro rival que hizo 'temblar' a Alí el 7 de diciembre de 1970

La pelea no fue una de las mejores de Alí (der.) y tampoco de ‘Ringo’ Bonavena. Ellos no llegaron en su mejor momento.
La pelea no fue una de las mejores de Alí (der.) y tampoco de ‘Ringo’ Bonavena. Ellos no llegaron en su mejor momento.
Foto: AFP
08 de junio de 2016 - 00:00 - Marcelo Izquierdo, corresponsal en Argentina

El mítico boxeador Mohamed Alí  protagonizó a lo largo de su extensa carrera tres peleas con boxeadores argentinos: Pablo Miteff en 1961, Alejandro Lavorante un año después y Oscar ‘Ringo’ Bonavena en 1970, todos ya fallecidos.   

Los tres combates se resolvieron con victoria para el más grande púgil de todos los tiempos. Pero uno de ellos, el último contra el ídolo rioplatense Oscar Natalio ‘Ringo’ Bonavena,  trascendió el ring y se convirtió en un mito por sí mismo.   

El periodista Ezequiel Fernández Moores, biógrafo de Bonavena y autor del libro ‘Díganme Ringo’, recuerda ese 7 de diciembre de 1970 con nitidez. “Recuerdo muy bien de esa pelea. Yo tenía 13 años y estaba en mi casa junto a mis hermanos mirando el combate por televisión”.

“Era un lunes a la medianoche y se transmitió en directo. Sentía que estaba viendo la llegada de Neil Armstrong a la Luna. El Madison Square Garden, sede de la pelea, era ya mítico y Alí para todos era un austronauta”, dice Fernández Moores a EL TELÉGRAFO.  

“Era una previa al título mundial.  Alí era considerado por muchos el mejor boxeador de todos los tiempos y se peleaba en el Madison Square Garden.  Además, en ese entonces Alí estaba volviendo al boxeo después de ser rehabilitado por la Corte Suprema de Justicia, que lo autorizó a pelear otra vez tras cumplir su condena por negarse a combatir en Vietnam. Antes le había ganado a Jerry Quarry y el de ‘Ringo’ era su segundo combate. El que vencía iba a pelear por el título mundial de los pesados con Joe Frazier”, cuenta Fernández Moores.  

‘Ringo’ era el típico porteño “fanfarrón”, recuerda Fernández Moores. Durante el pesaje, el boxeador argentino hizo gala de todas sus mañas para provocar a Alí. “Le decía ‘chicken’ (gallina) en la cara por negarse a pelear en Vietnam y fruncía su nariz, ponía cara de asco y decía que olía mal” por ser negro, prosigue. Alí no se quedaba atrás. Solía escribir poemas sobre sus futuras peleas y había vaticinado que   cocinaría el pavo (turkey) en el noveno round del combate.  

Bonavena había tomado partido por el ‘Estados Unidos blanco’ que odiaba a Alí por su defensa de la negritud y su negativa a pelear en la guerra. Y Alí simbolizaba todo lo contrario: el anti-belicismo y la defensa de los derechos de los afronorteamericanos.  

“No hay que olvidarse que en ese momento Estados Unidos estaba en medio de una agitacion social. Los  veteranos de guerra hacían manifestaciones, había amenazas de bomba, estaba el Ku Klux Klan. Todo el país que era antinegritud, pro-vietnam,  la yanqui más blanca, más bélica, más caucásica, quería liquitar al que llamaban “negro musulmán antipatriota” que no quiso ir a la guerra y quería recuperar la corona de los pesos pesados, de la que los estadounidenses más se jactaban.  

Entonces el país boxístico se dividió en dos. “La población negra y consciente de su negritud estaba a favor de Alí, al igual que los blancos liberales para los que se había convertido en un símbolo social anti-belicismo. Pero la otra parte veía a ‘Ringo’ como la eterna “gran esperanza blanca”. Más de la mitad del estadio estaba a favor de ‘Ringo’, que era blanco y tenía apellido italiano. No les importaba de dónde venía, ni siquiera sabían que era argentino, solo que era blanco”, acota Fernández Moores.

La pelea no fue una de las mejores de Alí. Tampoco de ‘Ringo’.  “Los dos no llegaron en su mejor momento. Alí no tenía esas piernas de eximio bailarín de los años 60. Venía de 5 años de inactividad. Le habían dicho que Bonavena no era lo más conveniente porque era muy mañoso y lo podía lesionar y estaba en puerta la pelea con Frazier por el título mundial (que finalmente perdió, aunque luego lo recuperaría).

Fernández Moores recuerda que “la pelea fue sucia, mañosa. ‘Ringo’ trababa mucho y Alí bailaba poco, aunque dominaba la pelea sin golpes claros. Y en el noveno, en el apuro por cumplir su pronósitco, Alí pasa de largo y se patina. En esos tiempos de televisión precaria quedó como que ‘Ringo’ lo tiró a Alí. Pero la verdad es que cuando ahora ves las imágenes te das cuenta de que no fue así. Pero el argentino acertó un buen golpe y Alí quedó sentido.  Lo que iba a ser el mejor round de Alí terminó siendo el mejor round de Ringo”, recuerda.    

La pelea estaba a favor de Alí, pero Bonavena seguía en pie. Entonces llegó el 15 y último round. El boxeador argentino tenía en su esquina a los hermanos Bautista y Juan Rago que lo arengaban para que aguantara y terminara entero. “Pero también había contratado al estadounidense Gil Clancy que lo mandó a matar o morir. Le dijo: estás perdiendo por puntos. Salí a todo o nada”, cuenta Fernández Moores. “Y Ringo salió a jugarse la pelea y Alí lo calzó con un golpe que lo hizo caer. El estadounidense debía irse entonces a un rincón neutral, pero se quedó al lado de Bonavena. Cada vez que ‘Ringo’ se levantaba Alí lo volvía a noquear. No le dio chance y ahí se terminó la pelea por triple caída, nocaut técnico en esa época”, agrega.  

El final también dio paso al mito. “Ellos tienen una escena muy fraternal arriba del ring. Bonavena, en un inglés precario, le vaticina un triunfo sobre Frazier y ambos se abrazan”, prosigue. ‘Ringo’ ya había entrado a la historia del boxeo argentino. “Volvió como un héroe –dice su biógrafo-. Se dio cuenta de que la gente lo empezó a  reconocer más en esa derrota que en otras victorias.  A los pocos días, en la entrega de los premios Olimpia a los mejores deportistas, lo ovacionaron más que a nadie. El premio al mejor boxeador se lo llevó Carlos Monzón, que había ganado la corona de los pesos medianos ante el italiano Nino Benvenuti. Pero él fue el más aplaudido de todos. “Ringo lloró, se emocionaba fácil”, sostiene.

Bonavena fue asesinado a balazos el 22 de mayo de 1976 en las puertas del prostíbulo Mustang Ranch, en Reno, Nevada. La pelea Alí-Ringo fue una de las más importantes del boxeo argentino. Curiosamente la muerte de Ringo ocurrió el mismo día en que Víctor Galíndez, en otras de las peleas míticas nacionales, obtenía la corona de peso semicompleto ante Richie Kates, en Sudáfrica. (I)

El día en que un peso gallo indio lo desafió

“Cuando le golpeaba tenía la impresión de estar golpeando una montaña”. Treinta años después, el campeón de India de peso gallo de 1964 todavía se acuerda de aquel día en el que se enfrentó a Mohamed Alí, el mito del ring fallecido el viernes pasado a los 74 años, por problemas respiratorios.    

Haroon Khan pudo medir sus fuerzas con el legendario peso pesado durante tres asaltos de tres minutos con motivo de una gala solidaria en Bombay, en enero de 1980, recuerda con orgullo este hombre de 72 años.

“Durante aquel evento, Alí gritó al público: ¿Hay alguien aquí, en India, que boxearía contra mí?”, recuerda. “Nadie se levantaba, así que yo lo hice, levanté la mano y dije acepto el reto, boxearé contra ti”, apunta.  

Alí al principio no se lo creía y le preguntó si no le tenía miedo, pero Haroon respondió que no. “No, tengo miedo a Alá, pero no te tengo miedo a ti. Soy Haroon Khan. Soy indio. Tú eres un boxeador, yo soy boxeador, así que vamos a boxear”, fue la respuesta del inesperado retador en el cuadrilátero.    

En el ring “sentía que no podía reírme, así que combatí en serio. Alí se quedó sorprendido por mi nivel, pero cuando le golpeaba tenía la impresión de estar golpeando una montaña. Era un muro difícil de derribar ”.

“No se pasaba nada. No se movía. Solo continuaba sonriendo. Me pregunté qué tipo de hombre era. ¿Cómo de fuerte podía ser para encajar así los golpes?”, añade Khan.

Alí, retirado en 1979 pero que se preparaba para volver a ponerse los guantes en un nivel profesional, se defendió de los golpes en el primer asalto, pero la gente se puso a gritar: “¡No estás boxeando! ¡Queremos ver un combate!”.

El tres veces campeón mundial de los pesados empezó entonces a boxear “en serio”. “Comenzó a darme pequeños golpes. En apenas un minuto y medio la mitad de mi rostro estaba hinchada”, relata el indio.

“Al final levantó mi brazo y me elogió delante del público”, apunta, antes de sentenciar que Alí era “un gentleman” (un caballero).

Khan tuvo otra ocasión para intercambiar golpes con Alí dos años más tarde, durante una exhibición en los Emiratos Árabes Unidos.

“Estaba mejor preparado esa vez. Sabía cómo boxeaba él. Me protegí”, cuenta Khan. Pero volvió a terminar golpeando a una montaña impasible, a un mito del boxeo que brindó la oportunidad a este púgil indio de tener una historia para contar durante toda su vida: que peleó con Mohamed Alí. (I)

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