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La organización costó $ 35.000, según la prioste de este año, Blanca Lema

Pawkar Raymi: el fútbol, un invitado de honor en la fiesta del florecimiento (Galería)

El portero de Intipak Chury, Xavier de la Torre, contiene un remate de Christian Vaca (c). El torneo se disputó en el estadio de Peguche, parroquia Doctor Miguel Egas Cabezas, ubicada al norte del cantón Otavalo. Foto: Marco Salgado.
El portero de Intipak Chury, Xavier de la Torre, contiene un remate de Christian Vaca (c). El torneo se disputó en el estadio de Peguche, parroquia Doctor Miguel Egas Cabezas, ubicada al norte del cantón Otavalo. Foto: Marco Salgado.
22 de febrero de 2015 - 00:00 - Javier Tamba

Todos aquellos que abrieron la boca para celebrar cada gol de Intipak Chury tendrán derecho a llenársela con la carne del toro que el equipo acaba de ganar. Ese es uno de los premios que anualmente entregan al campeón los organizadores del torneo de fútbol del Pawkar Raymi, sin duda el más famoso entre los eventos deportivos organizados por indígenas.

    El animal, de unos 850 kilogramos de peso, yace amarrado a la malla de la cancha. Ignora ser el premio a compartir entre los miembros de la comunidad triunfadora. Los otros galardones: la réplica de la copa de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), las medallas y los $ 5.000 se quedan con los integrantes de la plantilla.

“Intipak Chury kan ta campeón. Somos pak ta uchilla-llakta pak kankichi Luis pak Agualongo” (Intipak Chury es el campeón. Somos de la comunidad de San Luis de Agualongo), grita eufórico el volante David Díaz, que actuó durante todo el cotejo y aportó a la victoria 2-0 de su elenco sobre Inter de San Juan.

Él y sus compañeros se abrazan, cantan y saltan. Las sombras de la noche se ensanchan y arrinconan a los rayos solares. La escasa claridad les permite tomarse las últimas fotos con los aficionados.

Díaz celebra el triple, en 2011 y 2012, al salir campeón con el Ayllus, su cuerpo experimentó la misma sensación. Pero esta vez el júbilo es peculiar, por fin levanta el título con el conjunto que fundó su padre.

Si bien ancestralmente el Pawkar Raymi es la fiesta del florecimiento, a través de la cual los indígenas agradecen y comparten los productos que les regala la Pachamama (madre tierra), desde hace 2 décadas se convirtió también en la época del reencuentro. Los migrantes otavaleños viajan desde distintos países del planeta para promover el certamen.

La competencia, conocida como ‘Mundialito’, se vive en medio de una feria gastronómica y comercial llena de sabores y costumbres diferentes. El olor a cuy asado, choclos cocinados o fritada se mezcla con el de la pizza, pollo brosterizado o carne a la llanera (carne asada con cortes muy delgados).

En las pupilas de los transeúntes también se reflejan otras manifestaciones de cruce cultural. Las carpas con zapatos y ropa de las marcas Nike, Adidas o Reebok contrastan con aquellas en donde se expenden artesanías, telares o ponchos.

Historias y música de fondo

Al pie de la  general sur, mezclado con otros espectadores, Fabián Lita (42 años) observa el encuentro cruzado de brazos. Aunque la calidad del juego y el escenario distan mucho de los compromisos de Liga o de la Champions que suele observar en los estadios españoles, mil veces prefiere los duelos del Pawkar Raymi.

Es el apego a la tierra, dice. Nunca  ha pensado quedarse en el exterior en forma definitiva. Los 9 años de residencia en Bilbao no logran extraerle aún el deseo de retornar a su querido Peguche. Cada vez que está de visita aprovecha en complacer a su paladar con sopa de quinua, colada de maíz con cuy, chicha... En la nación ibérica, a regañadientes, se habituó a las aceitunas, embutidos y bocatas.

Un regate de Xavier Aguilar, el 10 de Intipak Chury, lo deja impresionado. Menudo, pero picoso, el hábil volante fue bautizado como el ‘Maradona de San Rafael’. No es Messi ni Cristiano Ronaldo, pero al ser amigo cercano de Fabián, sus fintas lo colman de regocijo.

Una incidencia, en la que el defensa Víctor Chila, de Inter, discute con el delantero Édison el ‘Pájaro’ Aizaga, le evoca otro recuerdo. Como Fabián, se dedica en España a la venta de libros, se ha leído las obras de Xabier Zumalde, el histórico primer jefe militar de la organización independentista ETA del País Vasco. Esos libros le hicieron interesarse por la lectura bélica.

Otra situación que contribuyó a que tratara de entender la posición del País Vasco fue el mal rato que experimentó durante su primer trabajo en Bilbao. En aquella ocasión, Fabián sacó al expendio bolsos y banderas alusivas a España. En cuestión de minutos, un joven, visiblemente molesto, se acercó a pedirle que se llevara su mercancía. “¿Cómo te atreves a vender esto aquí? No estás en España, estás en el País Vasco”, le advirtió el enardecido ciudadano.

Mencionar la situación territorial le hace cambiar de tema. Narra que el sector donde están asentadas la cancha y la feria pertenecía a la hacienda de Quinchuquí, propiedad de la familia Barba, de la que su padre, Santiago Lita (90 años), era maestro mayor.

Uno de los recuerdos más frescos en la mente de Fabián es la historia que le refirió Santiago acerca de un levantamiento indígena. Mediante esa decisión los lugareños reclamaron las tierras de Quinchuquí y otras haciendas. No soportaban más la explotación y los abusos de los patrones. Los indios no contaban con seguridad social ni remuneraciones acordes a todas las tareas desempeñadas.

Con el paso del tiempo, las nuevas generaciones de Peguche impulsaron la instalación del campo de juego. Al principio no contaba con graderíos ni cerramiento; esas y otras adecuaciones se propiciaron conforme creció el interés por el campeonato del Pawkar Raymi.

El 0-0 hace que la charla sea más interesante que la brega. No únicamente el escenario sufrió cambios en el transcurso de los 20 años de vida de la justa, también se transformaron ciertas costumbres. Por ejemplo, un buen número de varones de todo Otavalo dejó de hacerse la trenza, ahora muchos solamente lucen una cola. Quienes sí respetan este uso son los hombres mayores.

Ni siquiera Fabián tiene hecha la trenza. Detalla que la pérdida de este peinado se debe a la injerencia de la moda y de formas de vida adquiridas en el exterior. Ahora lo común es mirar a indígenas otavaleños con pelo largo y con ropa que antes era exclusiva de gringos y ‘mishus’ (mestizos).

Actualmente algunos varones se hacen la trenza y visten alpargatas, poncho, pantalón y la camisa blancos solamente en ocasiones especiales. Aunque, con el propósito de que los niños no pierdan la indumentaria típica, es obligatorio que los lunes acudan a las escuelas con trenza, alpargatas, pantalón y camisa blancos.

Quienes sí mantienen fidelidad a sus raíces son las mujeres. La gran mayoría utiliza las alpargatas, el anaco, la blusa bordada y el chumbi (faja). Lo que no varía en el otavaleño es su inclinación hacia el comercio y los viajes.

En la tribuna principal, alentando a Intipak Chury, hallamos a Luis Yamberla (37 años). La concreción del primer tanto, a los 60 minutos, inyecta nuevos bríos a los exponentes. Tras superar la marca de Víctor Chila, Édison Aizaga derrota al portero Martín Tapia.

Yamberla es músico y bohemio. La jugada colectiva que derivó en la diana le hace mirarse 10 años atrás, cuando formaba parte del grupo Kawsay Manta (Por la vida). La coordinación entre él y los otros artistas era tal, que triunfaron con presentaciones en vivo por algunos países de Europa y en Estados Unidos.

Lamentablemente, la banda se desintegró, pero Luis siguió adelante como solista. Desde un principio se inclinó por los instrumentos de viento, enfocándose más en la flauta de pan.

Yamberla traspuso las fronteras patrias en 1993. Se ha radicado en Bélgica (Bruselas), Estados Unidos (Nueva York y Nashville), Corea del Sur (Seúl) y Brasil (Sao Paulo). Su próximo proyecto de vida es laborar en Canadá. El descontento que se refleja en el rostro de Walter Cedeño, director técnico de Inter de San Juan, le provoca sugerir las tonadas del tema

‘Paloma triste’.

Una aparición de Xavier ‘Maradona’ Aguilar, quien tras acción individual remata alto sobre el arco, tan alto que el balón ocasiona un cortocircuito al chocar con parte de la red de alumbrado público, lo sustrae del contexto del encuentro.

Añora los años que estuvo en Bruselas y para entretenerse jugaba balompié. Ahí, con otros amigos, constituyó el equipo San Juan de Bélgica, que terciaba en las ciudades de aquella república donde había otros grupos de indígenas ecuatorianos.

Después de 7 minutos y con la única pelota de vuelta, los hinchas retoman la atención en el lance. La insistencia de Inter de San Juan obliga a su adversario a replegarse y a buscar el arco rival solo con contragolpes. Inter genera ocasiones de gol que José Quilumbango, Bryan Gualsaquí y Marlon Alcívar son incapaces de culminar. El cancerbero Xavier de la Torre hace gala de buenos reflejos.

Un veloz contraataque de Intipak Chury pone en jaque a la defensa de Inter. Édison Aizaga no desaprovecha y por segunda ocasión vence al golero Tapia. Los abrazos de felicidad de los futbolistas del elenco de Ilumán reviven en Yamberla su mejor anécdota.

Cierto día fue contratado para tocar en un hogar de ancianos de Nashville. Para apreciar la presentación se les permitió a los ancianos estar acompañados por sus hijos, nietos y demás familiares. Sin embargo, algunos estaban solos.

Las piezas musicales interpretadas por Yamberla arrancaron aplausos en todo el auditorio, pero al tocar el ‘Pastor solitario’ la exaltación de los abuelitos llegó al clímax. Los viejecitos que se encontraban solos se abrazaron entre sí y buscaron al flautista. Un nudo en la garganta del ecuatoriano le provocó simultáneamente lágrimas y sonrisas. Jamás imaginó causar semejante conmoción.

Algo similar se estaciona en los corazones de los elementos de Intipak Chury al escuchar el silbatazo final. Los simpatizantes del plantel entran desaforados a la cancha. El estratega Geovanny Morocho esboza una sonrisa serena, esa que se exhibe al alcanzar un objetivo.

Al extremo sur del campo, Walter Cedeño y sus pupilos son víctimas de la frustración. Yamberla coloca en la vitrina de su memoria las notas de ‘El sonido del silencio’ y ‘Mi corazón seguirá adelante’, de la película Titanic. A fin de cuentas, una ilusión acaba de hundirse.

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