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Los equipos realizan entrenamientos nocturnos

El rugby comienza a generar pasión en las mujeres (Galería)

Sostenida por Nadia Bejarano y Vanessa Panchana, Karina Naranjo intenta atrapar la pelota. Las Jíbaras se alistan para la lid de este fin de semana, en Quito. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
Sostenida por Nadia Bejarano y Vanessa Panchana, Karina Naranjo intenta atrapar la pelota. Las Jíbaras se alistan para la lid de este fin de semana, en Quito. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
11 de diciembre de 2014 - 00:00

Más que tamaño, peso o fuerza, para ‘sobrevivir’ en el rugby se requiere buen estado físico. Esa reflexión es compartida por las chicas de los equipos Cerberas y Jíbaras, quienes participarán este fin de semana en el tercer torneo del Circuito Nacional y en la final del Zonal Norte.

Empapadas por la lluvia, separadas por unos 200 metros, las exponentes de ambos elencos cumplen la primera de 2 prácticas semanales. Sus trabajos y estudios las empujan a entrenarse por las noches en el parque La Carolina, de Quito.

Con una temperatura que oscila entre los 8 y 10 °C, según la presencia de viento, las atletas buscan el calor de los ejercicios. Los ensayos, que se extienden de 19:00 a 22:00, son indispensables para mantenerse en forma.

“Joder, no os detengáis, faltan 3 rutinas todavía”, les grita el español Eduardo Amador, director técnico general de Cerberas. Los entrenamientos de mujeres y hombres son simultáneos, más aún cuando a la sesión acudieron 3 jugadoras.

A un lado, el también ibérico Luis Rascón, director técnico de los delanteros, comenta que los cotejos entre damas son igual de intensos que los de varones. La única diferencia es la fuerza en los lanzamientos, choques o la velocidad que, generalmente, son de mayor impacto entre hombres.

“En los equipos de hombres hay quienes llegan a pesar más de 100 kilos, pero en las mujeres es difícil que alguna sobrepase ese peso. Entre más pesados son los jugadores, mayor es el impacto”, dice Rascón.

Respecto a las lesiones, como en cualquier disciplina de contacto, los riesgos son similares para ambos géneros. Las 3 chicas de Cerberas son nuevas y, fuera de las fricciones normales, aseguran no ser objeto todavía de ninguna dolencia grave.

Katherine Flores (30 años) comenzó hace 3 meses sus andanzas en el rugby y se siente contenta porque al fin encontró una actividad que le permite desahogarse del estrés diario de las labores cotidianas.

Martina Salazar (24 años) se inició hace 6 semanas y, si bien al principio creyó que se trataba de un juego muy rudo, siempre le llamó la atención. Una vez dentro de la plantilla de Cerberas aprendió que, aplicando adecuadamente las técnicas para defender o atacar, se reduce el peligro de caer mal o recibir golpes.

Con similar convicción habla Daniela Enríquez (18 años), quien con apenas 1,48 m de estatura siente que su lugar dentro del universo de los deportes está en el rugby. “Mientras más liviana eres, corres más rápido, y mientras más pequeña, menos pueden taclearte”, asegura.

Más experimentadas son las Jíbaras, el equipo femenino del Quito Rugby Club, para quienes no constituye ningún sacrificio entrenar en las noches. Nadia Bejarano (29 años) lleva 5 años dentro del conjunto y lo que siente por este juego pasó de la pasión al amor verdadero.

Profesional en sociología, la presión que le genera su trabajo como investigadora encuentra calma en correr, empujar y taclear. Lo mismo opina su compañera Vanessa Panchana (30 años), una economista que se olvida del cansancio a través de la pelota ovalada.

A esas virtudes, Cinthya Flores (25 años) le añade otra: el compañerismo y calidez que se siente en el equipo. No practican ni compiten por dinero; lo hacen por salud, recreación y amistad.

Pero si de apego a esta disciplina se trata, ninguna como Karina Naranjo (22 años), que aprendió a jugar cuando residía en Valencia (España). Su primer equipo fue la selección del Instituto de Educación Secundaria Ies Music Martín I Soler, donde aprendió a jugar cuando tenía 17 años.

Tras su retorno a Ecuador, hace 3 años, se unió al equipo masculino de la Universidad Técnica Equinoccial (UTE) y se acopló sin mayores inconvenientes. No obstante, apenas se enteró sobre la existencia de Jíbaras, gestionó su vinculación.

El objetivo de estas cultoras es que en 2015 se oficialice un campeonato ecuatoriano femenino, pues actualmente existe el Circuito Nacional de Seven, que solo les permite actuar en 3 torneos relámpago al año: en Cuenca (enero), Guayaquil (octubre) y Quito (diciembre).

Este sábado y domingo disputarán la lid de Quito y, además, la final del Zonal Norte, en la que intervinieron los clubes de Pichincha e Imbabura y, pese a no ser oficial, tiene como propósito impulsar la justa nacional.

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