Si hace 8 años, cuando lo asaltaron en Urdesa (Guayaquil), hubiese dominado las destrezas que sabe ahora, posiblemente, no habría sido víctima de ese delito. Aquel incidente dejó en shock a Luis Juan, quien pasó buen tiempo hasta perder el miedo de salir a la calle.

Eso, afirma, no le habría ocurrido si hubiera conocido las técnicas del krav magá, una modalidad de combate cuyo principal propósito es sobrevivir.  

Si algún delincuente lo afronta ahora, Luis sabe cómo desarmarlo, sorprenderlo, incluso, inmovilizarlo momentáneamente. Hacer eso le dará tiempo para ponerse a salvo. Con 32 años, Luis nunca aprendió artes marciales, pero los 8 meses que lleva en el club de entrenamiento Cawa le sirven para sentirse más seguro, capaz de cuidar su integridad física.

De eso se trata esta disciplina, dice Santiago Abad (36 años), instructor del lugar, quien suma 2 años como aleccionador. En el sentido más estricto, el krav magá no es un deporte porque no tiene reglas, tampoco se dan ascensos o cinturones ni se organizan competencias para ganar medallas.

Lo único que asemeja al krav magá con un deporte es la preparación física y en la rigurosidad del entrenamiento. La destreza solo se gana con buena preparación muscular, coordinación, flexibilidad y elasticidad en brazos y piernas.

Es un sistema de defensa, continúa el maestro, diseñado para salvar vidas a través de golpes y movimientos rápidos y precisos que detengan al o los atacantes y eviten una puñalada, un disparo o el impacto con cualquier tipo de objeto contundente.

En esta variante de lucha no existen implementos ni ropa especiales, menos nombres específicos para las llaves o golpes. Simplemente, un puñetazo es un puñetazo y una patada es una patada. Eso sí, aquí se utiliza cualquier parte del cuerpo con la que se pueda acometer: cabeza, rodillas, codos... depende de las circunstancias.

Es que en una esquina oscura, desde donde suelen arremeter los maleantes, las víctimas no pelean por competencia, sino para defenderse, por eso no se requiere vestuario particular ni algo que dificulte el aprendizaje.

Al responder por qué es más eficaz para la defensa personal que otras artes marciales, Santiago explica que sus procedimientos son más contundentes. No se busca anotar un punto, tampoco hay zonas de golpes bajos, únicamente importa dejar sin oportunidad al malhechor de robar o violentar al asaltado.

En ese sentido, el profesor enfatiza que al o los ladrones no se los debe tratar como oponentes. No es cuestión de quedarse a pelear con ellos, como en una lid deportiva, sino de abrirse espacio para ponerse a buen recaudo y ayudar a los acompañantes, si la víctima está acompañada en ese momento.

Abad ha comparado al krav magá con otros estilos, ya que ha aprendido taekwondo, kick boxing, karate y aikido. “Este sistema es directo, con una armonía distinta”, argumenta. Su licencia para enseñar la obtuvo en Krav Magá Global (KMG), ente internacional calificado que evalúa a sus afiliados cada 6 meses, en su sede, en Argentina. En Ecuador, agrega, hay 6 impartidores, pero solo él y Carlos Saa en Machala son los únicos con carné de la KMG.

Sobre la efectividad del método también habla el chileno Ignacio Julio (36 años), quien es entrenador de jiu jitsu brasileño, pero hace 5 meses aprende krav magá con Santiago Abad por considerarla una disciplina más completa.

Erick Amaguaña (17 años) y Gabriel Quilumbaquín (16 años), alumnos del club Cawa, manifiestan sentirse satisfechos con las clases recibidas. Amaguaña, quien estudia en la Academia Militar Borja 3, precisa que nunca antes escuchó acerca de esta propuesta de defensa personal, pero al ver el rótulo, por mera curiosidad, ingresó, miró las prácticas y enseguida se inscribió. Le gustó tanto que se lo recomendó a su primo, Gabriel Quilumbaquín.

Gabriel, estudiante del colegio de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE), coincide con Erick en lo rotundo de las técnicas, a las que considera fáciles de aprender.

De hecho, Abad señala que cualquier persona está en condiciones de incursionar.

DATOS

El krav magá es el sistema utilizado por las fuerzas especiales de Israel, en hebreo significa combate de contacto. Se desarrolló en la década del 40. 

Su creador es Imre Lichtenfeld, boxeador y atleta israelí, quien, antes de la creación del Estado de Israel, creó y difundió el sistema de lucha mano a mano a los miembros de la Haganá, ejército clandestino judío.

Este procedimiento reúne golpes sin armas: patadas, agarres y estrangulamientos, así como ataques con armas blancas: cuchillos, navajas, machetes y hachas. U objetos contundentes: porras, toletes, palos y botellas.

La idea básica consiste en ocuparse primero de la amenaza inmediata, impedir que el agresor vuelva a atacar y, por último, neutralizar al contrario. Se hace énfasis en quitarle de inmediato la iniciativa al agresor, sobre todo si está armado.

La modalidad permite aprovechar reacciones naturales del cuerpo para que este se defienda. Una de las fórmulas es sacar ventaja del propio impulso del agresor. Con la práctica constante, personas comunes pueden convertirse en expertos luchadores.

En Quito hay 2 lugares que enseñan krav magá: el club Cawa, situado en la avenida 6 de Diciembre y Leonardo Murialdo. Y en el club de entrenamiento Cade, en Carcelén.

A Santiago Abad López se lo puede contactar en la red social Facebook. La inscripción cuesta $ 10, mientras la pensión mensual es de $ 40.