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Jackson tuvo una infancia complicada, ya que abandonó su casa a los 8 años porque su papá lo maltrataba

El ‘Destructor’ Preciado ahora construye nuevos talentos para el cuadrilátero

El ‘Destructor’ Preciado ahora construye nuevos talentos para el cuadrilátero
30 de abril de 2015 - 00:00 - Redacción Fanático

Al grito del “¡1, 2, 3, 4 y abajo!” y con una bachata como fondo musical, se entrenan 30 adolescentes, entre ellos 4 mujeres, en el patio de la casa de Mirian Rodríguez, ubicada a la orilla del estero Salado, en el sector popular de la Isla Trinitaria, en el sur de Guayaquil.   

El expugilista Jackson Preciado, a quien apodaban el ‘Destructor’ durante sus años como peleador, no da clases a los chicos en su casa, porque ésta le queda chica; por eso fue que doña Mirian, a cambio de que entrene a su hija Carla, le brindó ese espacio para que practiquen de lunes a viernes, de 14:30 a 17:00.    

Preciado es profesor de este grupo de chicos hace 2 meses y medio. Los entrena con la ilusión de que algún día representen al país en unos Juegos Olímpicos. Por ahora alimentan esa ilusión con tres pares de guantes y un juego de manoplas.      

Con 46 años y nacido en Esmeraldas, Preciado tuvo una infancia difícil. Escapó de su casa cuando tenía 8 años porque su padre lo maltrataba. Después de abandonar su hogar llegó a Quito, donde se crió con una familia que lo apoyó para que empiece a boxear.      

“La señora Egda y su esposo Luis Orlando Estrada fueron como mi familia. Recuerdo bien que ella me inscribió en un curso de boxeo. Desde que los conocí les dije que yo quería ser peleador”, relata Preciado, quien se formó bajo la tutela de Segundo Chango, uno de los mejores entrenadores del país y seleccionador de Ecuador.   

En la capital, el ‘Destructor’ realizó el servicio militar. Esa experiencia en la “coica”, como él le dice, lo convirtió en un boxeador con carácter y lo acercó a las ‘mañas’ de este deporte. En varias ocasiones se fajó a golpes con sus compañeros.      

Vivió en Quito hasta el día en que conoció a su esposa. Desde 1995 se radicó en Guayaquil, donde se retiró del profesionalismo en 2003.  

Entre sus anécdotas tiene las peleas con los hermanos Jauri y Segundo Mercado. Recuerda que en uno de esos combates fue cuando lo apodaron el ‘Destructor’. Ocurrió en una pelea en Galápagos y enfrente tenía a Jauri. “Subí al cuadrilátero, Mercado se plantó duro y en el segundo round me dio un golpe que me hizo tambalear, fue en ese momento que me ‘engorilé’ y no paré hasta noquearlo”.   

Pero esa personalidad agresiva que tenía cuando peleaba profesionalmente, ahora no es la misma. Sus vecinos lo conocen más de 10 años y dicen que es una persona trabajadora y dedicada 100% al deporte. “Es bueno con nosotros y nos cuenta cómo fueron sus peleas cuando estaba activo. No ganó todas porque no es una máquina, pero nos dice que uno debe aprender a ganar y a perder”, comenta Antonio Avilés, de 18 años, quien es uno de sus alumnos en la Isla Trinitaria.    

Avilés estudia por la mañana. Está por empezar su último año de colegio y hace dos meses se calza los guantes en el patio de la casa de Mirian Rodríguez. Su sueño es ser como Floyd Mayweather y con cada golpe que le da a las manoplas alimenta esa ilusión.    

Por momentos los aspirantes a boxeadores se distraen por la presencia de vecinos curiosos que se trepan en rocas para observar las prácticas por encima del cerramiento de caña guadúa.    

Mercedes Barreiro y su hermano Deiver Vivero (de parte de madre), son los que menos se distraen. “Yo vengo a las 15:00 a entrenar; me gusta el boxeo y por eso no me inquieto; y la primera vez que lo hice, el ‘profe’ me llamó fuerte la atención y hasta me dio un ‘manoplazo’ en la espalda”, cuenta Mercedes, quien desde entonces aprendió la lección ya que a partir de ese momento esquiva rápido los movimientos de su entrenador.  

Preciado aparenta, con su rostro serio y una cicatriz por encima de su párpado derecho, ser un hombre rudo. En realidad sí lo es, pero porque la vida le enseñó a ser así. Sin embargo, sus alumnos, quienes lo conocen personalmente y fuera de las prácticas, aseguran que Jackson no es un ‘Destructor’, que su apodo los intimidó al principio, pero que conforme lo fueron conociendo cambiaron de parecer.

“Me gusta hacer que cada día los chicos mejoren en sus movimientos de piernas, por eso les pido puntualidad, seriedad y compromiso. Esta escuela, que la inicié hace poco más de 2 meses, tiene por finalidad formar talentos del boxeo”, indica Preciado, quien a pesar de contar con pocos instrumentos, ni tener un espacio físico fijo donde entrenar, se las ingenia para enseñar.

Cuando Preciado se retiró del box, hace aproximadamente 12 años, porque vio que el profesionalismo “murió” en el país, no colgó sus guantes. Él los guardó seguro de que en algún momento los iba a utilizar. Y así fue, su sueño de tener una academia de box ya empezó.

El ‘Destructor’ asegura que tiene a los chicos necesarios para ser protagonistas en pruebas provinciales a corto plazo y a nivel nacional con un poco de esfuerzo, a fines de año.

Por el momento Preciado ya salió del anonimato en que se encontraba desde 2003 -tras su retiro-. Todo se dio por casualidad cuando en medio de los desalojos en la Isla Trinitaria fue identificado inmediatamente por autoridades deportivas.

A los pocos días, representantes del Ministerio del Deporte se contactaron con él para ofrecerle ayuda. “Me dijeron que acogiera a unos muchachos y los entrene, que ellos se encargarían de verme cómo ayudarme”, cuenta el expugilista.

Jackson no perdió tiempo y 2 semanas después abrió su escuela. La primera semana tuvo apenas 6 niños, pero a la segunda semana ya se ‘hizo un 8’ porque tenía más de 23 alumnos. Desde entonces los entrenamientos se le complicaron al ‘Destructor’, quien desde entonces se las ingenia para rotar los guantes a sus ahora 30 alumnos.

“Si no les doy tiempo que se los pongan, ni hago que golpeen las manoplas se pueden resentir y eso me podría costar que se retiren; por eso me tomo la delicadeza de dedicarles entre 5 y 7 minutos a cada uno para que se los prueben”, cuenta.

A Preciado le falta mucho para tener una escuela como la de su amigo Jauri Mercado; sin embargo, confía en que con ayuda de entes deportivos logrará sacar un campeón olímpico.

“Yo no sabía leer ni escribir, y recién lo estoy haciendo; de esto sufren muchos de los que pelearon en mi época. Recuerdo que para viajar poníamos la huella, porque no sabíamos firmar”, recuerda Preciado, quien está ilusionado en que su futuro y el de sus alumnos cambie radicalmente. (I)

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