Los pasos agigantados de Luis Ninasunta y de Alexis Suntaxi los alejaron rápidamente del resto de competidores. Con la distancia que lograron parecía que un enjambre de luciérnagas los seguía en su trayecto nocturno.  

Los 2.000 competidores de la Energizer Night Race estaban decididos a buscar una nueva opción de competencia. El cross country nocturno cumplió su cuarta edición en el Parque Metropolitano, en el que los deportistas se acoplaron a una carrera diferente.

La dificultad principal era el terreno. La irregularidad del suelo, entre tierra, piedras y césped, hacía que la concentración se elevara al máximo para calcular cada paso. Además, el hecho de que su única guía fue una linterna ubicada en sus cabezas, hacía más complicado el trayecto, a pesar de que se trataba de un recorrido de 8 kilómetros.  

Antes del inicio de la competencia, los corredores se apuraban para llegar al punto de partida. El tráfico pesado en la zona complicó a más de uno de los exponentes, por lo que optaron por parquear sus vehículos lejos del parque y continuar a pie el resto del trayecto.  

La hora y el lugar hacían que el frío sea el primer enemigo a vencer. Para combatir aquello, muchos corredores lucieron gorros, guantes o licras especiales para protegerse del clima. El uso de la linterna era el único ítem obligatorio, ya que serviría para ver el camino.

En la partida se juntaron los 2.000 corredores y en la oscuridad se apreciaba la luz desde sus frentes. El movimiento era continuo para terminar de calentar y una voz anunció una cuenta regresiva el momento de salir.

El público se ubicó en las cercanías de la partida para mostrar su ánimo en los primeros metros de carrera. Pero mientras se adentraban en el bosque, las voces de apoyo se apagaban para dar paso solo al ruido que provocaba el choque de los zapatos con la tierra. Incluso se podía escuchar la respiración de los atletas.      

Ninasunta y Suntaxi tomaron rápidamente la delantera, seguidos de Franklin Caiza y un par de atletas. El pelotón que se formó se rompió pronto, pues mientras la mayoría tenía dificultad para correr en el terreno irregular, los líderes competían sin mayor problema sobre el trazado de la carrera.

Detrás de los primeros de la competencia, el grupo era compacto y unido. En su mayoría, eran deportistas aficionados de todas las edades y su máximo reto era culminar sin problemas la competencia.

Sin embargo, las caídas o torceduras de tobillos fueron inevitables. La oscuridad y la irregularidad del terreno provocaron más de una caída, a pesar de que la gente que superaba un obstáculo gritaba para alertar a los que venían detrás que existía un problema.

La solidaridad entre los deportistas era notoria, pues no importaba si se retrasaban unos segundos; había que levantar al herido y ver si estaba en condiciones de continuar. Las lesiones eran mínimas y no había problemas para seguir.

El último tramo fue el más complicado para los corredores. Una cuesta, después del esfuerzo inicial, aumentó el cansancio y con algo de desesperación preguntaban a los presentes cuánto faltaba para llegar.

Pero la disputa entre Ninasunta y Suntaxi fue muy cerrada, pues el primero superó a su rival por apenas 1 segundo. En los últimos metros el vencedor pudo mantener sin problemas el liderato, a pesar de la presión que ejerció durante todo el trayecto su máximo rival.   

Ninasunta cruzó la meta con un tiempo de 30m34s65c, mientras que Suntaxi se tuvo que conformar con el segundo lugar con un tiempo de 30m35s49c.

Sin embargo, otros menos preparados que ellos tuvieron que mantener un paso más lento para poder culminar la competencia, que era el primer objetivo. La velocidad no era su fuerte y algunos registraron más de 1 hora para terminar los 8 kilómetros. Para ellos, lo valioso de esta experiencia era terminar la carrera, sin importar el tiempo que les tomara. Después de un difícil trayecto, la satisfacción fue el premio mayor.