Cada vez que lo recuerda, Adriana Velasco traga saliva. En sus ojos aparece el brillo de la emoción y siente de nuevo cosquillas a nivel del abdomen. El pasado 14 de febrero, 5 días antes de que Karl Egloff impusiera un nuevo récord mundial en el Aconcagua, modalidad speed climbing, el exponente le pidió matrimonio en plena cumbre.

Fue durante el proceso de aclimatación del capitalino en la montaña más alta de América y el día en que Adriana cumplía uno de sus más grandes deseos: emular a su padre, Franklin Velasco, quien hace 46 años formó parte del primer grupo de ecuatorianos que coronó los 6.962 metros de altura del exigente Aconcagua.

Ahí, cansada, luego de 10 horas de caminata, mientras pensaba en su progenitor, Karl le solicitó un instante, se arrodilló y le propuso que se casara con él. La fatiga y la falta de oxígeno le dificultaron llorar, pero no le impidieron decirle sí a su amado, quien motivado por la respuesta, el 19 de febrero, pulverizó la marca del español Kilian Jornet, que el último 23 de diciembre subió y bajó el famoso pico argentino en 12 horas y 49 minutos (12h49). Karl lo hizo en 11h52m.

La excursión no solo fue dura por el esfuerzo físico, también lo fue por encontrar en la cima el cadáver de otro montañista, quien habría muerto 3 días antes, aparentemente, por un paro cardíaco. El hombre optó por coronar en solitario y no tuvo quién lo auxiliara.

Y si bien el hallazgo causó reflexiones en todos, Karl se convenció de que su plan era el correcto. En esta ocasión, para mejorar el tiempo de Jornet, el quiteño engranó un equipo, en el que los guías de montaña Nicolás Miranda e Iván Herrera lo acompañarían para ayudarlo con la logística.

Miranda estuvo junto a Egloff durante el ascenso del récord; le brindó alimento, hidratación y ropa caliente. Herrera, en tanto, trepó hasta 6.700 metros con implementos como grampones y más ropa. Ahí esperó para dotarle de estos utensilios si era necesario.  

Esta contingencia redujo los riesgos de que Karl sufriera algún accidente o desequilibrio de salud sin contar con socorro inmediato. A partir de este reto, el atleta extremo no correrá solo ninguno de los 5 macizos que le restan de cara a cristalizar su proyecto ‘Seven Summits’, que consiste en trepar y descender a velocidad la cúspide más elevada de cada continente.

La conformación de un elenco de apoyo es aplaudida por Franklin Velasco (69 años), quien está sorprendido por la evolución del montañismo. Cuando en 1968 integró el sexteto de ecuatorianos que conquistó el Aconcagua, las condiciones de seguridad eran precarias y todo quedaba en manos de la experiencia de los deportistas.

Una de las anécdotas que recoge en su libro Eco de los Andes es que, antes de subir al coloso más grande de la región, el paso obligado de cada andinista era la carpintería, donde les tomaban las medidas para los féretros, en caso de tener que ir después a buscar sus cuerpos inertes. Ahora es diferente. Hay internet, GPS, implementos más livianos... pero eso no quita que hazañas como las de Karl sean admirables.