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Los deportistas de talla baja ya tienen su espacio

Marco Antonio Churuchumbi Churuchumbi, Maryuri Estefany Mejía Criollo y Luis Eduardo Churuchumbi Churuchumbi, son tres de los cuatro atletas que integraron la primera selección nacional de talla baja. Aquí durante una práctica en el gimnasio de Concentración Deportiva de Pichincha en La Jipijapa.
Marco Antonio Churuchumbi Churuchumbi, Maryuri Estefany Mejía Criollo y Luis Eduardo Churuchumbi Churuchumbi, son tres de los cuatro atletas que integraron la primera selección nacional de talla baja. Aquí durante una práctica en el gimnasio de Concentración Deportiva de Pichincha en La Jipijapa.
Foto: Javier Tamba Guzmán / EL TELÉGRAFO
18 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Fanático

Son más pequeños que el común de los mortales, pero tienen una mentalidad gigante. Maryuri Mejía y los hermanos Luis y Marco Churuchumbi, miembros de la primera selección nacional de talla baja, evidencian que la estatura de una persona se define por el tamaño de sus aspiraciones.

Su talla es el principal resorte de sus motivaciones. Luis, por ejemplo, encontró en el fútbol un espacio donde puede sacarle ventaja a su pequeñez; en los tiros de esquina marcan a todos sus compañeros, menos a él porque lo creen incapaz de ganarles una pelota áerea.

“Nos aprovechamos de esto; el centro llega a uno de mis amigos, él me la pasa con la testa porque sabe que estoy desmarcado; ya llevo varios goles de cabeza”, dice Luis.

De hecho, su presencia en el levantamiento de potencia surgió cuando buscaba personas para formar un equipo destinado a ser la base de la primera selección ecuatoriana de fútbol de talla baja, así encontró la propuesta de probarse en la disciplina de los fortachones. 

Él al igual que su hermano, Marco Churuchumbi, participaron a finales de 2017 en un torneo selectivo que contó con deportistas residentes en Pichincha y Guayas. Ambos, al igual que Maryuri Mejía, fueron reclutados por la provincia “oro y grana”, mientras que a la “albiceleste” se incorporó a Ronald Rosado.

La principal artífice de este proyecto es Yolima Páiz, metodóloga de la Federación Ecuatoriana de Deportes para Personas con Discapacidad Física (Fedepdif), para quien urgía incluir dentro del deporte organizado a los ciudadanos de baja estatura.

De los cuatro seleccionados, el de mayor experiencia con las pesas es Ronald Rosado, quien suma cuatro años entrenando. Su constancia lo llevó a cosechar la medalla de plata de la categoría hasta 49 kilos en el Abierto Internaciomal de Deporte Adaptado, que se cumplió en Cali entre el 6 y 8 de ese mes.

Los hermanos Churuchumbi han participado por años en el balompié recreativo; actualmente juegan en el Manchester City de la Liga Barrial Llano Chico de Quito; Maryuri se cultiva en el atletismo de campo, comenzó hace año y medio en lanzamiento de disco y bala.

La orientación técnica en levantamiento de potencia es responsabilidad del entrenador y fisioterapista Stalin Curipoma, quien comenzó a aleccionarlos en enero.

Un paso fundamental, precisa el adiestrador, es haber conseguido en Cali que califiquen a los exponentes.

Médicos deportólogos les hicieron pruebas y los clasificaron dentro de la discapacidad que produce la acondroplasia, un trastorno en el crecimiento óseo de los cartílagos que provoca enanismo, especialmente en las extremidades.

Esta patología causa el arqueamiento de las piernas, condición que les dificulta subir pesas de pie; hacerlo incrementaría el riesgo de lesiones en las piernas. Por esta razón compiten en la modalidad press de banca (recostados).

Como toda persona no convencional, ellos enfrentan dificultades a diario, basta decir que no cuentan con gimnasios adecuados; las máquinas para extensión de cuádriceps y femorales les resultan altas.

También están los inconvenientes cotidianos.

Maryuri debe ingeniárselas para superar las gradas del bus, que le resultan enormes. Si va de pie solo puede sostenerse de los asientos. “Es cuestión de perseverar”, asegura la adolescente, nacida en Sigchos (Cotopaxi), el 21 de mayo de 2001.

A Luis alguna vez no le quisieron canjear la licencia de conducir, pero demostró ser un capo al volante; maneja rodillos, payloaders, mulas, volquetas... Se ríe cuando recuerda la impresión que causa al descender de una volqueta. “Sentado no se nota que soy pequeño pero, cuando me bajo, más de uno queda boquiabierto”, expresa este ibarreño, que cumplirá 39 años el 8 de julio.

Marco (29 años) nunca olvidará un trabajo donde le pagaban menos porque, supuestamente, rendía menos “por ser chiquito”.  Se ha superado y pronto ingresará a la universidad para estudiar administración de empresas.

En fin, las tallas de Maryuri (1,16 m), de Luis (1,29 m)  y de Marco (1,34 m) no frenan para nada su ambición de trascender en el deporte. (I)   

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