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Los Cedeño Véliz mantienen vivo el recuerdo de Carlitos

Carlos Cedeño Ayón (der.) y su esposa Tania Véliz posan en la sala de su casa de campo -en la zona rural de San Vicente- con las fotografías que guardan de Carlitos.
Carlos Cedeño Ayón (der.) y su esposa Tania Véliz posan en la sala de su casa de campo -en la zona rural de San Vicente- con las fotografías que guardan de Carlitos.
Foto: cortesía del COE
06 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Fanático

En la casa de Carlos Cedeño Ayón y Tania Véliz, ubicada en la zona rural de San Vicente, el dolor sigue latente. A los padres de Carlitos les resulta difícil hablar de la muerte de su hijo sin evitar las lágrimas. En una de las paredes de la sala hay una fotografía grande con la imagen del niño que atrae la mirada.       

Tania guarda entre sus cosas dos fotografías pequeñas de su hijo: una en la que se lo ve dominando un balón y otra con el uniforme del colegio militar en el que estudiaba en Guayaquil. Cada vez que puede, las contempla con amor de madre.  

Ella y su esposo decidieron continuar su vida apartados del centro de San Vicente buscando consuelo en la tranquilidad del campo.  

El 16 de septiembre de 2007, Carlos y Tania estaban en Manta. La noticia de la muerte de un niño en el Monumental llegó a sus oídos cuando por la noche, ya en San Vicente, encendieron el televisor y sintonizaron un canal. “Cuando estábamos viendo la programación deportiva escuché que a un niño de 12 años le impactó una bengala. Le pregunté preocupado a mi mujer: ‘¿no será Carlitos?’. Había una corazonada. Algo me decía que se trataba de nuestro hijo”.     

Invadida por los nervios y la angustia, Tania llamó a Guayaquil, un primo de Carlitos le contestó y confirmó que se trataba de su hijo. 

Hasta ahí don Carlos y Tania pensaban que se trataba de un accidente, pero fue una llamada posterior la que los aniquiló de por vida.

Carlitos era el tercero de cuatro hermanos (Vanessa, Julián y Jesús). Para ellos, pasar por el estadio de Barcelona es una experiencia dolorosa. Esquivan la mirada o simplemente prefieren no pasar por el escenario amarillo.   

“Después de la muerte de mi hijo me fui a la quiebra, tuve que vender todos los vehículos para solventar los gastos judiciales. Tenía 19 años laborando en una empresa suiza y perdí mi trabajo porque debía viajar seguido a Guayaquil. Un día mis jefes me dijeron: ¿Guayaquil o el trabajo? Y quedé desempleado para seguir buscando a los culpables”.   

Carlos Cedeño aparece como acusador particular en el proceso judicial. La falta de pruebas hizo que el caso se archivara, pero su intención era que la justicia establezca responsabilidades sobre el club. “Primero se hizo una denuncia de tipo quién fue el hechor, cosa con la que que yo no estuve de acuerdo, porque era una situación donde había tanta gente; si mi hijo fue el escogido, yo no creo que haya un malhechor; el malhechor en este rato solo se llama Barcelona Sporting Club, porque permitió tener armamento mortal en una bodega”.  

Cedeño resalta que cuando Eduardo Maruri era presidente del equipo hubo dos reuniones.  “Se trató de arreglar toda la situación, por lo menos pagar los gastos y todo, pero nunca pasó. Para mala suerte estaba con problemas y dejó de ser presidente. Nunca hubo arreglos”.

El caso llegó a entidades de los derechos humanos internacionales por pedido del abogado Alfonso Zambrano Pasquel, pero tampoco prosperó.  

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