La sonrisa de Martha Tenorio oculta un eco de llanto. Se ve veinteañera, discutiendo con Juan Araujo porque no le gustaba entrenarse con repeticiones de 800 metros. Esas discusiones, medio en serio, medio en broma, acercaron a la deportista al instructor y entre ellos nació un vínculo inseparable.

Juan Araujo Estévez, quien hoy será sepultado en el camposanto Monte Olivo, de Quito, dejó en Martha y en muchos otros exponentes la huella del maestro que enseña con valores y principios.

Martha no duda en llamarlo su segundo padre, al punto que muchas veces su verdadero progenitor se puso celoso. Y es que Araujo no cobraba un centavo por entrenarlos a ella y a su hermano Franklin; incluso se enfadó con ellos la vez que quisieron pagarle.

“‘Vuelves a decir que quieres pagarme y no te vuelvo a ver más’, eso me dijo. Son cosas que no hace todo el mundo. Yo quería pagarle porque en un determinado momento, en que vivía fuera del país y competía a nivel internacional, llegué a ganar dinero para cubrir sus servicios”, indica Martha, quien con Araujo obtuvo los títulos de 1987 y 1997, en la serie femenina de la competencia pedestre de San Silvestre, en Brasil.

Pero las lecciones del adiestrador no se limitaban únicamente a la parte técnica. Franklin Tenorio, hermano de Martha, no olvida su particular manera de enseñar, llena de hechos peculiares y frases de motivación.   

Hace más de 20 años, cuando Martha y él se alistaban para una competencia fuera del país, Juan Araujo los llevó a una hacienda de su propiedad, ubicada en Inga Bajo (nororiente de Quito). Les sorprendió al pedirles que, en lugar de calzarse los zapatos deportivos, utilicen botas de caucho. Les hizo correr en un circuito montañoso de 400 metros, lleno de ascensos, descensos y tramos planos.  

“La gente nos miraba con extrañeza. Luego nos explicó que hay personas que todos los días realizan trabajos duros con ese tipo de botas, pero no se acomplejan y que si queremos superarnos, no debemos ponernos obstáculos”, reseña el expresidente de la Federación Ecuatoriana de Atletismo.

Otro que recuerda las ocurrencias del capacitador es el periodista deportivo Jacinto Bonilla, quien cubrió las competencias San Silvestre de Rolando Vera Rodas, campeón de la lid en 1986, 1987, 1988 y 1989.

“Vera era un hombre lleno de cábalas, una de ellas era ir a escuchar música en vivo previo a la San Silvestre. Como era conocido en Sao Paulo, Araujo lo disfrazó con una peluca y lentes. Pero a varios les llamó la atención cuando, al ordenar en la barra, Rolando pidió leche. No pasaron 5 minutos y llegó la televisión. Araujo tuvo que sacarlo de inmediato de aquel lugar”, recuerda el comunicador.

También se ganó el cariño dentro del balompié, especialmente en Ambato, donde, gracias a quedar subcampeón en 1978 y 1980 con Técnico Universitario en calidad de timonel, los habitantes de la ciudad lo llamaban el ‘Cuarto Juan’, pues la localidad es conocida como la ‘Tierra de los 3 Juanes’, por ser cuna de los escritores Juan León Mera, Juan Montalvo y Juan Benigno Vela.  

“Era un acontecimiento que un equipo que no sea de Guayaquil o Quito clasificara a la Copa Libertadores. Lo que hizo Técnico Universitario era solo comparable con lo que años atrás (1975 y 1976) hizo Deportivo Cuenca”, relata Bonilla.

José Voltaire Villafuerte, figura de El Nacional en las décadas del 70 y 80, y actual director técnico de Audaz Octubrino de Machala (El Oro), también tuvo una estrecha amistad con Juan Araujo. Desde que Villafuerte se vinculó al conjunto ‘criollo’, en 1974, el estilo de Araujo, preparador físico en aquella época, le provocó admiración.

Algunas veces compartieron la misma tarima en condición de disertadores en cursos de fútbol y en 2013 presentaron un proyecto en el Ministerio del Deporte para la construcción en Quito de un centro de alto rendimiento, destinado a niños de escasos recursos.

“Me aconsejó no caminar mucho mientras dictaba los talleres, sino quedarme un poco más quieto y hacer que los oyentes no se distraigan con mis movimientos”, indica Villafuerte.  

Juan Pilataxi, primer ecuatoriano en participar en 50 maratones, suena triste al mencionar al único entrenador que creyó en él. Muchos instructores y médicos le recomendaron no exponer su salud al intentar correr 50 maratones en 5 años. “Con tanta negativa, yo pensé que era imposible, pero Juanito me convenció de lo contrario. Espero que, como homenaje del país hacia él, algún estadio lleve su nombre”.