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El Telégrafo

Hipocresía social

29 de noviembre de 2012

Las sociedades modernas están corrompidas por el dinero, la avaricia, el odio, la envidia, entre otros antivalores. Solo unos pocos oportunistas manipulan a las masas, anteponiendo sus propios intereses al bien común. Veo cómo la mayoría de ciudadanos no solo permite sino que participa de una forma directa o indirecta con una pasividad complaciente.

Nos dejamos llevar por una sociedad consumista que fomenta “el tener antes que el ser”. Somos esclavos del consumismo y el inconformismo, no valoramos lo que tenemos porque siempre ansiamos tener más y esta actitud nos lleva a convertirnos en esclavos de las deudas. Hemos llegado a sacrificar el tiempo que pudiéramos dedicar a nuestras familias, trabajando más horas para poder solventar las deudas que vamos adquiriendo a lo largo de nuestras vidas y mantener un estatus social que se basa en apariencias. Hemos confundido el significado de “calidad de vida” con “cantidad de bienes”. En la actualidad, las personas adquieren muchos conocimientos, pero muy poca educación moral y cívica.

La hipocresía social no es ninguna patología, sino una cualidad que nos enseña la propia sociedad en la que vivimos. Hablar con franqueza, muchas veces, es mal visto, siendo mejor considerado decir lo que los demás esperan escuchar. Cada día pensamos una cosa y hacemos otra distinta. Parece que es mejor visto y más sensato “maquillar” nuestro comportamiento, adecuarlo al contexto social, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en nuestras respuestas o maniatar nuestra espontaneidad en aras de una supuesta convivencia armoniosa.

Incluso a veces nos engañamos a nosotros mismos, nos vemos rodeados de gente, consiguiendo reconocimiento y brillantez social, pero sin poder decir lo que pensamos, es decir, no somos auténticos, al contrario, nos hemos convertido en simples imitadores de lo que hacen los demás porque vivimos en el mundo del qué dirán. Desafortunadamente, el culto a lo fácil y la oda al irrespeto encuentran aliados en ciertos políticos y comunicadores, quienes se suman a la decadencia de hacer lo que sea por conseguir dinero con poco esfuerzo.

El statu quo es solo una forma más de manipular y controlar las acciones y pensamientos de las personas. No sé exactamente cómo llamarle a una persona que critica tu vida y forma de pensar cuando él o ella ni siquiera pueden compararse contigo. Los hipócritas quieren hablar de Dios, pero no practican lo que predican. Nunca voy a estar de acuerdo en que alguien me hable de lo que Dios aprueba o no, a menos que esa persona esté cumpliendo a cabalidad su palabra.

Crear nuestra propia personalidad, estar a gusto con ella y consolidarla ante los demás forma parte de nuestro aprendizaje para la vida. De lo que se trata es de ser nosotros mismos, teniendo pensamientos y sentimientos propios. En conclusión, yo sostengo: que si no te gusta cómo eres o no te va bien con tu forma de ser, aprende, cambia, crece, pero no te escondas. El ser humano no nace hecho, se hace.

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