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El Telégrafo

China y su socialismo

04 de abril de 2013 - 00:00

En la República Popular China se están produciendo relevos generacionales en el liderazgo de la nación. Fueron posesionados hace pocas semanas, Xi Jinping como nuevo Presidente, Li Keqiang, como nuevo Primer Ministro y Zhang Dejiang, como nuevo Presidente de la Asamblea Popular Nacional, sustituyendo a Hu Jintao, Wen Jiabao y Wu Bangguo, respectivamente.

Aunque se han planteado importantes reformas económicas y algunas políticas, en lo que no habrá cambios es en su modelo de desarrollo que le ha dado grandes resultados a China, desde la época de Deng Xiaoping, me refiero al “Socialismo con peculiaridades chinas”.

¿Pero, en qué consiste este modelo? Es una posición ecléctica entre la izquierda y la derecha, entre capitalismo y socialismo, entre economía de libre mercado y economía planificada para el bien común. Los chinos entendieron que si bien estaba claro el “qué hacer”, lo que querían realizar desde un gobierno popular, para el pueblo y por el pueblo, tenían que redefinir el “cómo hacerlo”. Es por eso que observaron lo que estaba creando bienestar en otros países, como Taiwán y Singapur, y lo adaptaron a su realidad, pero sin renunciar a sus ideales, principios y puntualmente a su revolución y socialismo.

Generar riquezas como ocurre en las naciones que practican la economía de libre mercado, pero con la diferencia de que esas riquezas tendrán una redistribución más equitativa, procurando sacar a su pueblo de la miseria, a través de la creación de nuevos empleos, el acceso a la educación, a la salud y a la alimentación para todos sus ciudadanos, pero con un mercado regulado y controlado, eso es lo que hace el nuevo liderazgo en China.

El sueño de Mao Tse Tung fue alcanzar el bienestar para todos, la riqueza material por medio de la cual se pueda conseguir el buen vivir, como es el ideal socialista. China se reinventó, revisó sus ideas y está obteniendo logros asombrosos, con un ejemplar crecimiento económico con rostro más humano y solidario.

¿Se puede hablar entonces de un nuevo modelo socialista con peculiaridades chinas? Hasta cierto punto sí, porque lejos de asumir el llamado “Consenso de Washington”, lo que han hecho hoy varios países de América Latina es observar el “Consenso de Beijing”, no para adoptarlo tal cual, que es tarea necia, sino para adaptarlo. Lo que vemos en Brasil con Lula y su sucesora Dilma, en Venezuela con Chávez y sus coidearios, en Argentina con Néstor Kirchner y Cristina Fernández, no es otra cosa que socialismo con sellos nacionales.

Aunque a los grupos de poder económico de nuestro país y a sus recaderos no les guste, lo que se está gestando hace más de 6 años, bajo el liderazgo de Rafael Correa, es cabalmente eso: “Un socialismo al estilo ecuatoriano”. Es decir, con particularidades ecuatorianas, tratando de emular los buenos ejemplos del socialismo chino pero moldeándolo a nuestra realidad social y a nuestro sistema político, para construir juntos una patria nueva más justa y solidaria.

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