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A pocos kilómetros de Tena es posible llegar a esta localidad, llamada antiguamente valle sagrado

Cotundo, el valle de los petroglifos

La Virgen del Quinche es la patrona de Cotundo. En el pueblo hay un santuario dedicado a ella, al cual acuden los feligreses todos los domingos. Fotos: Sandra Araya / El Telégrafo
La Virgen del Quinche es la patrona de Cotundo. En el pueblo hay un santuario dedicado a ella, al cual acuden los feligreses todos los domingos. Fotos: Sandra Araya / El Telégrafo
23 de junio de 2015 - 00:00 - Sandra Araya

Cotundo, Archidona.-

A mediados del siglo pasado, en la década del 60, una imagen de la Virgen del Quinche iba a ser trasladada a Tena, pero en el camino, la Virgen se negó a seguir y se quedó en Cotundo, parroquia de la que es patrona. A ella está dedicado el santuario, centro de la población.

Cotundo está en el cartón Archidona, en Napo. Su clima cálido y húmedo delata su condición de portal hacia la Amazonía.

Pero más allá de su ubicación geográfica, Cotundo se erige, desde tiempos ancestrales, como el Valle Sagrado de los Petroglifos, marcas que los antiguos habitantes de estas tierras dejaron en piedras dentro de la población y en sus alrededores.

Los moradores de Cotundo llevan una convivencia amigable con los integrantes de las comunidades kichwas aledañas, cuyos pobladores llegan al centro, sobre todo los  miércoles, para comercializar sus productos: guayusa, chonta, yuca, ganado aviar (gallinas de monte).

Así, la población se beneficia con el expendio de comidas, como el caso de Freddy Avilés, quien cuenta con  un puesto, donde prepara caldos de gallina servidos en hojas de maito, un recurso culinario que permite que el sabor del brebaje sea más concentrado.

La familia de Freddy Avilés es de Cotundo y ahí está asentada, aunque él viaja a Ambato para ofrecer sus servicios como albañil.

Los otros días, los que disfruta en su tierra, los dedica a su puesto de comida y a la práctica de deporte, una actividad que los habitantes de Cotundo privilegian, gracias a los espacios deportivos construidos dentro del perímetro de la población.

Freddy Avilés es oriundo de la localidad amazónica, pero trabaja en Ambato como albañil. Sus días de descanso los pasa en Cotundo, donde tiene un puesto de comida típica.

De hecho, mientras él conversaba en su puesto de comida, su esposa disputaba un partido de fútbol como integrante de uno de los equipos locales.

Freddy Avilés recuerda otras épocas en las que no necesitaban siquiera ‘bajar’ al pueblo, cuando podían asegurar su sustento con lo que producían en sus terrenos: animales, yuca y, sobre todo, chonta.

Cuando la chonta está madura, amarilla, se muelen sus granos y se mezcla el polvillo con agua para elaborar una chicha concentrada, de sabor ácido y de propiedades vigorizantes.

Freddy asegura que, con un tazón ‘bien puesto’ de chicha, uno puede trabajar toda la mañana y parte de la tarde. “No hacía falta nada más, solo prender la lumbre, asar una gallina de campo, con un maduro. Bebemos guayusa, que espanta a las serpientes”.

Cuando le pregunta por qué la gente decide abandonar sus terrenos, irse al pueblo o incluso migrar a otras ciudades, ofrece una sonrisa vaga, un poco nostálgica, y responde: “Quién sabe”.

Entre semana, la gente lleva una vida tradicional: los niños van a la escuela, los grandes se ocupan de sus comercios. El fin de semana, la gente se ocupa en hacer deporte y el domingo, infaltablemente, los vecinos van a misa, al santuario de la Virgen del Quinche.

“La gente aquí es bien católica”, afirma Freddy. Y no es difícil constatarlo: en la casa parroquial, en la fecha en que viajé a Cotundo, estaban abiertas las inscripciones para quienes quisieran embarcarse en el viaje a la capital para asistir a la misa campal que ofrecerá el papa Francisco. Una semana antes de que se cerraran las inscripciones ya se habían registrado decenas de personas.

El santuario remodelado es sencillo, pero está muy limpio, lo que demuestra la atención que se le da a este (a diferencia de algunos templos de ciudades grandes).

A la entrada, un cartel anunciaba las reglas para ingresar; quizá la más llamativa es la que indica a los feligreses que apaguen sus celulares, lo que denota la existencia de las costumbres modernas en la población.

Por muy alejado que parezca estar un pueblo, no puede sustraerse a los avances tecnológicos. En una sola calle llama la atención contabilizar 3 cibercafés.

Se podría pensar que la vida en Cotundo siempre es así, sosegada, donde una vendedora ambulante, en medio del calor, ofrece helados de crema y bolos de leche a unos pocos, pero la verdad es que a Cotundo acuden muchos turistas, pues desde este punto se puede partir hacia varios destinos, como el zoológico El Arca, los petroglifos que se encuentran alrededor de la zona y las cavernas de Jumandy, las cuales deben ser recorridas con la compañía de guías especializados. Y el 21 de abril son las fiestas del pueblo, cuando la celebración se prende y se realizan rodeos en el recinto ferial.

En Cotundo no se puede encontrar alojamiento, sino a unos kilómetros, en un lodge (establecimiento para hospedarse). La otra opción es alojarse en Archidona o en Tena, donde sí hay una oferta variada de hoteles.

Entre la capital de provincia y Cotundo hay una hora de recorrido en bus, 15 minutos en taxi, los cuales pueden ser aprovechados para conocer más del lugar. De Tena a Cotundo, una nube de aves se perfilaba en el cielo.

-“¿Qué pajaritos son esos”. “Son gallinazos”, dijo el taxista.
-“Entonces debe haber una res muerta por ahí”.
-“Más que eso: ahí despostan el ganado. Los gallinazos están a la que caiga”, explicó el conductor.

El taxista siguió con su charla y contó que por ahí la gente más usa motos que otros vehículos, por eso los conductores deben estar más alerta.

-“¿Por qué motos, es más barato?”... “Sí, pero también porque es más fácil moverse. Dentro de las comunidades todo es con moto,  hay caminos que es mejor cruzarlos así”.
-“¿Se desplaza la gente mucho desde las comunidades a la ciudad?”. “Sí, pero solo ‘bajan’ un rato, se devuelven por las mismas. Algunos vienen a los karaokes, otros a comprar cosas, pero de ahí se regresan a sus comunidades”.
-“¿Cree que en cierta forma se mantienen aislados?”. Con una sonrisa ya vista y recordada como en sueños, el taxista respondió: “Quién sabe…”. (I)

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