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Hoy las encuestas a boca de urna también se dieron en Guayaquil
La gente caminaba confundida. Nada extraño para esta y las anteriores elecciones en Guayaquil. Aquel ir y venir de los votantes se mezclaba con el sopor tropical de la Costa ecuatoriana que, en ciertas zonas, alcanzaba mayor intensidad gracias a las carnes y salchichas asadas que se expendían alrededor de la Universidad Estatal. Ese recinto electoral, al mediodía, era un hervidero copado de gente. Y allí relegada en un extremo de la Facultad de arquitectura, casi invisible, estaba una mujer menuda captando repuestas.
Johanna Arreaga encuestaba. De su sondeo y el de muchos como ella salen los exit poll, o resultados de conteos a boca de urna. Ella consultó para el CIEES (Centro de Investigaciones y Estudios Especializados). Y, cómo era obvio, su trabajo no podía ser auscultado por nadie. Ella no podía contestar preguntas, ella las hacía. No hubo insistencia que valga. Así, cada vez que alguien salía por el portón que daba a la avenida Delta, era captado por ella.
Vestida de una camiseta blanca encima de una camisa manga larga, con una escarapela colgada en el pecho que apenas la identificaba, protegida por una gorra paraba al transeúnte. “Disculpe, puede aportar para una encuesta”. No siempre le fue bien. Hubo quienes, por su apagada voz, no le entendía. Había quienes sí le entendieron, pero se le hicieron los desentendidos. Pero también hubo quienes sí respondieron, aunque lacónicamente.
¿Cuál fue su voto? Era su pregunta abierta. Quienes respondían intuían que aquello inquiría por cuál candidato a presidente votó. Y, de al menos diez encuestados, o decían lista 35 o decían a secas Correa. Ella apuntaba en su formulario. Luego apuntaba qué edad tenía el votante. Y hasta luego. Seguía buscando a quién más preguntar entre la gente.