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Un tecnócrata que se convirtió en el nuevo “León de Damasco”

Un tecnócrata que se  convirtió en el nuevo “León de Damasco”
03 de abril de 2011 - 00:00

El presidente sirio Bachar al Asad, que se enfrenta a las mayores protestas populares desde que llegó al poder en el año 2000, ha pasado de mostrarse como un tecnócrata con aires de reformista a convertirse en un clon de su férreo padre, Hafez al Asad, a quien se lo conoció como el “León de Damasco”.

Llegado al mando tras la repentina muerte de su progenitor, el ahora mandatario  con solo 34 años y casado con Asma, otra joven de estilo muy europeo, hizo creer que quería acabar con el régimen de mano de hierro de su padre durante tres décadas y que pretendía introducir reformas democráticas y frenar a la corrupción.

Sin embargo, once años después, la imagen del gobernante de Siria  está omnipresente en Damasco, como antaño estuvo la de su padre y en varias ciudades del norte, centro y sur del país han estallado unas protestas -que han sido reprimidas por las fuerzas de seguridad- para condenar la corrupción y exigir las reformas democráticas que nunca llegaron.

Aunque, en un principio, sus ambiciones parecían apuntar hacia la medicina, y en concreto a la oftalmología, pronto abandonó esa carrera para volver precipitadamente a Damasco en 1994, cuando su hermano Basel, el considerado heredero natural del trono republicano del viejo Hafez, murió en un accidente de tránsito. Al fallecer su padre, Bachar ya había completado su curso de política y conocido los arcanos de un régimen cerrado como pocos.  Su ascenso al poder fue todo menos sorprendente, y se convirtió en el presidente número 16 del país desde su independencia en 1946.

En sus casi once años en el poder, el actual gobernante  demostró ser algo más que un dócil hijo de Hafez y, con una discreción notable, fue apartando a la llamada “vieja guardia” para sustituirla por sus propios fieles en los que ha puesto las riendas del Estado y entre los que se cuentan algunos familiares cercanos.

Al principio de su mandato, cuando todavía no contaba con los apoyos necesarios dentro de las filas del régimen, hizo creer que llegaba a Siria acompañado de aires de democracia cuando permitió una leve apertura que se conoció como “la primavera de Damasco”.

Pocos meses después, la maquinaria del partido único Baaz, con vieja o nueva guardia, y con Bachar a la cabeza,  asfixió a los escasos brotes democráticos de la efímera primavera siria.

Desde entonces y escalonadamente fue desmontando los foros políticos y las organizaciones no gubernamentales (ONG) de defensa de derechos humanos que surgieron a la luz de la apertura y puso entre rejas a todo el plantel de activistas por la democracia: Anuar al Bunni, Kamal Labuani, Michel Kilo, Mahmud Isa, Suleiman Shumar, Jalil Husein o Haizam Maleh.

A pesar de que el estilo del padre y  del hijo parecían converger cada vez con el discurrir de los años, hasta ahora continuaba existiendo una gran abismo entre ambos líderes políticos. Bachar  nunca tuvo las manos manchadas de sangre y no se le podía culpar de matanzas como la de Hama, en 1982, fecha en la que  más de 10.000 personas murieron en la represión de un levantamiento armado encabezado por los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, los más de 70 muertos en las   protestas pro-democráticas que empezaron el 15 de marzo  en Deraa, Latakia o Damasco, según  denunciaron varias ONG, han acabado por identificar a ambos líderes como dos caras de un mismo régimen, por más que las autoridades hayan insistido en responsabilizar de lo sucedido a opacos grupos armados,  incitados desde el exterior.  Las últimas protestas contra el régimen se realizaron ayer. Esta vez la Policía no usó las balas, pero sí detuvo a 21 personas, denunció el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos.


El discurso de Bachar al Asad en el Parlamento, el pasado miércoles, causó expectativa entre sus ciudadanos, pero sus palabras no convencieron a ninguno. El Mandatario, quien enfrenta ahora una dimisión de su Gobierno,  expresó  que las reformas políticas no son prioritarias y  que no pueden estar ligadas a razones temporales o por el clima de revueltas en la región.

Estados Unidos y  Naciones Unidas condenaron el uso de la violencia en Siria y pidieron a   Bachar que cumpla con las reformas prometidas.

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