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Un Plan B para Europa

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El pasado 23 y 24 de enero tuve la oportunidad de participar en la “Cumbre Internacionalista por un Plan B en Europa”, una iniciativa que fue lanzada por un grupo de fuerzas políticas e intelectuales de la izquierda progresista europea. Esta idea nace entre otras razones a partir de que el gobierno democráticamente electo de Grecia y liderado por Alexis Tsipras tuvo que desistir de sus ofrecimientos de campaña de promover una política económica, social y fiscal soberana, destinada a acabar con los sufrimientos padecidos por el pueblo griego desde la adopción de las medidas de austeridad impuestas por la Unión Europea.

En su lugar, Tsipras continuó con las políticas de recortes sociales y la venta de los activos estatales, como parte de un nuevo programa de rescate que se vio obligado a aceptar luego de que el Banco Central Europeo (BCE) amenazara con no autorizar la reapertura de los bancos griegos, cerrándoles el acceso a la moneda única, y en consecuencia, poniendo en riesgo de colapso a la economía griega.

Este ‘golpe de Estado financiero’, como lo llaman los promotores del Plan B, es parte de una corriente internacional que pretende profundizar el modelo neoliberal en el mundo, a través de la aplicación de la terapia de shock a las economías en problemas. Los desfases económicos que generó la adopción del Euro, al establecerse con un tipo de cambio real que favorece las exportaciones intrarregionales de las economías más fuertes del Norte de la Unión, mientras genera desequilibrios de balanza comercial y fiscal en las del Sur, y por ende la necesidad de éstas últimas de endeudarse crónicamente, se volvieron críticos tras el descalabro financiero internacional de 2008-2009. Pero en lugar de recibir una respuesta conjunta y solidaria, la crisis fue utilizada para generar cuantiosas rentas para los bancos privados de los países del norte de la UE, mediante ataques especulativos a las tasas de interés de la deuda de los países del sur y mediante el uso de las instituciones europeas para someter a los países endeudados a recortes de la inversión fiscal y a privatizaciones, asegurándoles así el cobro de las insostenibles deudas públicas.

Recordemos que América Latina fue el ‘laboratorio’ donde el Consenso de Washington aplicó por primera vez la doctrina del shock en las décadas de 1980 y 1990, de manera similar al esquema que ahora utiliza la Troika europea; y, en vista de que nuestros pueblos reaccionaron ante dicho embate del neoliberalismo, a través de procesos políticos de ruptura con la dominación de las oligarquías locales asociadas con el capital transnacional, de recuperación de la soberanía y de democratización de la riqueza nacional, ahora Europa mira a nuestra región en busca de luces.

Los partidos políticos europeos que están construyendo este Plan B -Podemos en España, Unidad Popular en Grecia, Die Linke en Alemania, Partie de Gauche en Francia- han comprendido la relevancia histórica de la ruptura sistémica que iniciaron los procesos como la Revolución Ciudadana en Ecuador y sus similares en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, El Salvador, Brasil o Uruguay; y, en consecuencia, ante la adaptación neoliberal de la ‘soberanía limitada’ en la Unión Europea, que ha aplastado los intentos del pueblo griego de poner fin a la explotación del capital financiero transnacional y desencadenar una revolución democrática en todo el continente, en la forma de una ‘Primavera Europea’, nos miran como un faro de esperanza, de que una nueva arquitectura financiera justa y solidaria, y un nuevo pacto social por la dignidad humana son posibles. Esperemos que el Plan B se convierta en Plan A por el bien de Europa y sus pueblos. (O)

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