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Entrevista / Alejandro Vélez Salas / psicólogo y editor del portal ‘Nuestra Aparente Rendición’ (NAR)

“Tenemos que poner atención en qué están jugando nuestros niños”

Los familiares de Cristopher Raymundo Márquez Mora lloran durante su funeral en Chihuahua, México. Foto: AFP
Los familiares de Cristopher Raymundo Márquez Mora lloran durante su funeral en Chihuahua, México. Foto: AFP
20 de mayo de 2015 - 00:00 - Paula Mónaco Felipe

En México hay niños sicarios y adolescentes expertos en matar. Es una dolorosa realidad que nos ha cacheteado varias veces en los últimos años pero la mañana del 16 de mayo descendimos un escalón más hacia el infierno: cinco adolescentes de entre 12 y 15 años “jugaron” a secuestrar a un niño de 6 años, su vecino Cristopher Raymundo Márquez Mora. Le arrancaron los ojos, le rebanaron un cachete, le dieron 27 puñaladas y escondieron su cuerpo en una bolsa que dejaron en un basural, dentro de la fosa que cavó una de las niñas.

¿Cómo se llega a ese nivel? ¿Cómo interpretar este caso extremo? ¿Qué vaticina? EL TELÉGRAFO recurrió a Alejandro Vélez Salas, licenciado en Ciencia Política, doctor en Humanidades, postdoctorado en Psicología Social y editor del portal ‘Nuestra Aparente Rendición’ (NAR), que desde el año 2010 registra y analiza la violencia en México. Un equipo de 50 personas de diversas disciplinas trabaja allí “por el conocimiento, la comprensión, el respeto y la paz en México”.

¿Qué significa este caso?

El hecho de que todos los implicados sean niños nos enfrenta a una realidad escondida y terrible: como sociedad no estamos haciendo nada para paliar, explicar ni prevenir los efectos de las violencias en nuestra niñez. Sin embargo, es incomprensible que el país se sorprenda ahora de que los niños se conviertan en asesinos, eso debimos hacerlo hace 10 o 15 años.

¿Cómo interpretar que los niños tomen el secuestro como un juego y las autoridades insistan en calificarlo así pese a los reclamos de la familia de Cristopher?

La justificación del juego por parte de las autoridades es perversa porque le transfiere toda la culpa a los chavos, siendo que el Estado los ha tenido en el abandono y la exclusión de distintas formas. La prevención no existe. Recuerdo una conferencia en el Colegio de México donde Roberto Campa, en ese entonces subsecretario de Prevención de Segob, se ufanaba de un programa de anteojos gratuitos ¡para prevenir la violencia! Creo que tenemos que poner atención en qué juegos están jugando nuestros niños cuando humillan al compañero o llaman puta a la niña.

¿Este caso es una muestra de un futuro no tan lejano ante una generación de niños que crecen entre decapitados, ejecutados y todo tipo de violencias?

Espero que no lo sea, pero sí estamos ante un futuro incierto. Sobre todo si desde la sociedad, la escuela, la universidad, los clubes deportivos y el gobierno seguimos ignorando lo que significa crecer entre un conglomerado de violencias históricas, punitivas, estructurales. Los conflictos vecinales, conyugales, de tránsito, etcétera, se arreglan con violencia. Sobran los ejemplos de asesinatos y desapariciones no vinculadas con el narcotráfico pero realizadas con sus mismos métodos ‘porque nunca se investiga’. Y no se ve que las instituciones de educación básica estén trabajando con los niños y jóvenes, pareciera que la violencia entra en el ámbito privado sin relación con su cotidianeidad.

¿Cómo está la sociedad mexicana después de vivir la guerra contra el narcotráfico desde 2007? ¿Está tan descompuesta como parece ilustrar este caso?

No podemos aventurarnos a generalizar, sería un error ya que con frecuencia muchos niños y jóvenes nos dan ejemplos de amor y solidaridad. Pero las violencias son lo más democrático que tenemos y experimentamos. Después de 8 años de vivirlas en carne propia, de verlas todos los días en los medios hay varias opciones. Algunos se montan en una burbuja de ‘aquí no pasa nada, ocurre en Juárez, Apatzingán o Ecatepec’. Otros nos quitamos ese velo y nos damos cuenta de que si no hacemos algo también nos alcanzará a nosotros y a los nuestros. Hay que buscar  herramientas para prevenir, ayudar, informar, reflexionar, etc.

¿Qué hace falta para salvar a los niños que están creciendo en entornos violentos y atestiguando el horror?

Hace falta mucho trabajo psicosocial adecuado a su edad, a su contexto de violencia. Se necesita trabajar la violencia que han visto o sufrido, se requieren verdaderas medidas de prevención no clientelar y adecuada a cada comunidad. No es lo mismo lo que vive un niño de Tecámac, en el Estado de México, o de Ciudad Mier, en Tamaulipas (frontera con Estados Unidos).

¿Y alguien hace ese trabajo?

Salvo excepciones, no se está haciendo en la medida que se necesita. Los psicólogos con formación en derechos humanos ni siquiera alcanzan para abarcar a los familiares de desaparecidos, menos llegar hasta los jóvenes.

El asesinato de Cristopher fue en Chihuahua, el estado tristemente célebre por “inventar” los femicidios, ¿esa particularidad influye?

Los femicidios fueron característicos en Ciudad Juárez por ser una ciudad fronteriza con población flotante y un modelo económico basado en maquiladoras (armadoras). Chihuahua tiene una historia de violencia muy particular, pero creo que casos como este hoy pueden suceder en cualquier parte de México. (I)

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