Publicidad
Suenan las alarmas en el progresismo
Más de 70% de aprobación de su mandato, tres años consecutivos con el mejor desempeño económico de América Latina y reducción significativa de la pobreza. Nada de eso fue suficiente para que el presidente Evo Morales pudiera ganar el referendo en Bolivia. Lo que era apenas una alerta para la Revolución Ciudadana, ahora se transforma en una amenaza real. Es la tercera derrota consecutiva del progresismo en América Latina, resultante de una mala campaña, fruto de la inercia generada en un pasado de continuas victorias electorales. En 2017 se disputarán las elecciones nacionales en Ecuador, por primera vez en 10 años, sin el presidente Correa en representación de Alianza PAIS. Y todo indica que estamos cometiendo los mismos errores que en Bolivia.
El Movimiento al Socialismo (MAS) del presidente Evo Morales sufrió el año anterior una derrota en las elecciones seccionales, igual a la sucedida en Ecuador en 2014. Una lista de candidatos con poco apoyo popular en sus respectivas localidades y la ceguera política de la dirección del partido, fueron las causas más evidentes de estos fracasos. La misma militancia del MAS reconoció errores en su gestión política, su falta de capacidad analítica y la ausencia absoluta en la formación de cuadros, sin que se haya hecho nada al respecto. Tanto en Bolivia como en Ecuador, las campañas se sostuvieron únicamente en la popularidad de los presidentes, sin embargo, el éxito de los mandatarios en sus gestiones no es contenido suficiente para una victoria.
El discurso direccionado exclusivamente al votante consolidado, visible en la reproducción de las mismas consignas que generaron éxito en el pasado, ahora no permite la renovación de los mecanismos de diálogo con otros sectores de la sociedad, lo que sin duda ha creado un distanciamiento que cobra factura en las urnas. Y ante esto, ambos proyectos políticos tienen la difícil misión de reinventarse. Mientras que en Bolivia, el MAS tiene todavía cuatro años para un trabajo político que permita esta tarea, el panorama es más complicado en Ecuador, por hallarse a menos de un año de las siguientes elecciones presidenciales.
El escenario boliviano es más alentador que el ecuatoriano, no solo a nivel político, sino también a nivel económico. La proyección de crecimiento del 6% para 2016, sumado a las grandes inversiones extranjeras para la explotación minera y hidrocarburífera, da cierta calma a Bolivia en medio de la crisis mundial. El país del altiplano camina hacia una sólida industrialización, incluyendo un centro para desarrollo de energía nuclear resultante de un acuerdo con Rusia. El objetivo del Plan Plurianual del presidente Morales es transformar a Bolivia en el corazón energético de América del Sur y llegar a cero en el índice de pobreza extrema. A pesar de todo eso, estas proyecciones no lograron visualizarse en una dimensión política.
En Bolivia, faltando apenas un mes para el referendo, durante la conmemoración de los 10 años de la llegada del masismo a la presidencia, el mandatario Evo hizo un discurso de casi 7 horas de duración, contando cada uno de los logros de su gestión. Después, una impresionante masa de organizaciones sociales, obreras, campesinas, incluso de chilenos que apoyaban la salida al mar, desfilaron por más de 3 horas al frente del palacio presidencial, demostrando el total apoyo del pueblo boliviano a la continuidad de Evo. Igual, no funcionó. Perdieron las elecciones por subestimar el 20% de electores jóvenes con edad entre 18 a 30 años, urbanos, de clase media, que no solo no estaban presentes ese día, si no que desaparecieron semánticamente del discurso del presidente Evo a lo largo de esos 10 años.
Es imprescindible que el progresismo ecuatoriano sea más contundente en los procesos de autocrítica y corrección del quehacer político. Llenar plazas es una demostración de musculatura que no garantiza la continuidad del proceso histórico; es una estrategia que más bien cansa a las bases, porque no ocurre de manera orgánica. Que nos sirva de lección que mostrar movilización en las calles sin un proceso político afianzado, sirve apenas para las fotos en redes sociales, pero de ninguna manera sirve para sustentar un proceso tan trascendental como el de la Revolución Ciudadana. (O)