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Revolución rusa, la más emblemática del siglo XX

Los seguidores del partido comunista ruso sostienen imágenes del fundador del Estado soviético Vladimir Lenin mientras asisten a una ceremonia de colocación de coronas en el mausoleo en Moscú.
Los seguidores del partido comunista ruso sostienen imágenes del fundador del Estado soviético Vladimir Lenin mientras asisten a una ceremonia de colocación de coronas en el mausoleo en Moscú.
Foto: AFP
26 de marzo de 2017 - 00:00 - Redacción Mundo / AFP

El historiador Eric Hobsbawm decía que la Revolución rusa tuvo repercusiones más profundas y generales que la francesa (1879), ya que su impacto fue mayor y perdurable.

Durante este mes se conmemora el centenario del inicio de la insurrección rusa que culmina en octubre con la toma del poder de los partidarios de Vladimir Ilich Ulianov (Lenin).

Este fue el acontecimiento más importante de inicio del siglo pasado, que originó el movimiento revolucionario de mayor alcance conocido por la historia moderna, una expansión mundial que, de acuerdo con Hobsbawn, no tuvo comparación desde las conquistas del islam en su primer siglo de existencia.

Juan de la Puente describe en el diario La República de Perú que la de Rusia fue la más emblemática de las revoluciones del siglo XX, aunque aparezca lejana a otras dos grandes revoluciones en nuestro continente: la Revolución mexicana (1910-1917), distinta en geografía y programa, y la Revolución cubana (1953-1959), distante en tiempo, actores y trama.

El asesinato el 30 de diciembre de 1916 de Grigori Rasputín, el principal confesor de la familia imperial, fue uno de los factores que aceleraron los procesos que llevaron a la primera Revolución rusa en febrero de 1917 y la abdicación del emperador Nicolás II el 8 de marzo de ese año, poniendo fin a la monarquía y llevando a la formación de un gobierno provisional.

¿Bajo qué parámetros nace esta revolución?

Juan P. Ramos, historiador de la página de internet Liga Internacional de Trabajadores, detalla que la tensión era extrema y que la revolución estalló por la  iniciativa de las mujeres.

A la lista de circunstancias especiales de esta época se le destaca la descomposición del imperio  del zarismo como sistema hegemónico.

La Revolución de Febrero, como también se la conoce, nació como respuesta a las políticas implementadas por Nicolás II, ya que se negó a realizar reformas políticas liberales y también a la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que ocasionó una gran pobreza a la población y la muerte de dos millones de sus compatriotas.

Varios meses después los bolcheviques -denominación para los del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia-, liderados por Lenin y llevados por el descontento social, tomaron el poder en otra revolución (7 de noviembre, en el calendario gregoriano y 25 de octubre en el calendario juliano que se usaba en Rusia). La guerra civil, que marcó la historia mundial del siglo XX, dio pie también a otro cambio y a la era de un gobierno socialista.

Para el periodista Juan de la Puente, en ese punto operó con magistral brillo el genio táctico de Lenin y su voluntad política capaz de galvanizar a un estado mayor político complejo y agitado, y paralizar a sus adversarios incluyendo a los socialistas moderados atascados en manejar un gobierno provisional que estaba en el aire.

En esta parte de la historia, Alexandr Kerenski es la figura central del gobierno provisional, el último intento de evitar un gobierno revolucionario y un experimento tormentoso y trágico, solo apreciable con el paso del tiempo, destaca el periodista peruano.

De la Puente recalca que las lecciones de ese momento de la historia son variadas. Desde el marxismo y otras doctrinas se ha sistematizado sus tácticas y estrategias. Uno de los estudios más recurrentes es el de la naturaleza de los períodos críticos y los cambios de estrategia, porque no todo polvorín social termina en una revolución.

Desde la muerte de Lenin en 1924 se cuentan más hagiografías que biografías. Una de estas es la del marxista inglés Gerard Walter, que nos descubre un Lenin hombre más que mito, cuyo valor histórico reside en la combinación de carisma y programa capaz de transformar un momento de convulsión en una deslumbrante creación de poder.

En contraparte, el analista político Ignacio Ortega opina  que los bolcheviques intentaron borrar toda huella del pasado imperial, pero en cuanto cayó la Unión Soviética en 1991, el culto a los zares regresó con fuerza. Esto se reforzó luego de hallar sus restos cerca de Yekaterimburgo.

“La Iglesia ortodoxa santificó a la familia real; y tanto Boris Yeltsin, el primer presidente democráticamente elegido en la historia de Rusia, como su sucesor, Vladimir Putin, han sido partícipes del nuevo credo”, describe el analista.

Sobre esto, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, insistió en diciembre del año pasado en que hay que extraer lecciones de los cataclismos históricos vividos por este país -en 1917-, no para reabrir las viejas heridas, sino “para contribuir a la reconciliación nacional y a reforzar la actual concordia política y civil”.

Un artículo de la revista británica The Spectator señala que Rusia está profundamente dividida sobre el legado de 1917. Los pocos liberales que quedan recuerdan que el derrocamiento del zar dio paso a un breve período de valores liberales y democracia. En cambio, los partidarios de Putin creen que las revoluciones populares son peligrosas y anárquicas, usualmente orquestadas por fuerzas extranjeras.

“El aniversario del golpe que llevó a los bolcheviques al poder y condujo a la creación de la Unión Soviética presenta un dilema para Vladimir Putin. Él venera a la Unión Soviética, a la que sirvió como miembro del Partido Comunista y oficial de la agencia de inteligencia (KGB, en sus siglas en ruso), pero aborrece los levantamientos populares que la crearon”, dice la publicación inglesa.

El diario La Tercera describe que Putin, que ha calificado la caída de la Unión Soviética como “el mayor desastre geopolítico del siglo XX”, venera el poder del país en esos años y la grandeza imperial.

El medio también cita al presidente en su discurso de 1999: “Rusia ha sido un gran poder por siglos. Y sigue siéndolo. Siempre ha tenido y sigue teniendo zonas legítimas de interés. No bajaremos la guardia a este respecto ni dejaremos que nuestra opinión sea ignorada”.

Según diversos analistas internacionales, Putin ha mantenido siempre que las revoluciones y los cambios bruscos no traen nada bueno, y pone como ejemplo lo ocurrido en Ucrania, país que, según el líder ruso, se encuentra sumido en una permanente crisis desde el derrocamiento del presidente prorruso Víktor Yanukovich tras la revolución de Kiev, en 2014.

El diario británico The Guardian destacó que, durante sus años en el poder, Putin ha usado la historia para ayudar a crear un sentido de destino nacional y unidad en Rusia, e incluso ha puesto en un sitial de culto nacional la victoria en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

“Así, bajo su mandato, los rusos han sido motivados a ver la historia como una larga lista de victorias, por lo que 1917 es problemático. Por un lado, el Estado soviético que vino desde la revolución fue el que ganó la guerra y cuyos logros militares y científicos son los que venera Putin.

Pero él ha puesto la estabilidad como clave en su gobierno, por lo que celebrar la revolución va en contra del origen de su filosofía política”, señala el periódico.

“No hay una postura oficial del Kremlin. No se puede identificar con Lenin, porque era el revolucionario, y no se puede identificar con Nicolás II porque era un líder débil”, dice al diario Mijail Zygar, periodista ruso.

La conmemoración rusa de los 100 años

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, creó en diciembre un comité organizador de los actos conmemorativos de la revolución de 1917.

Su composición reflejó la prudencia y la voluntad de apaciguamiento del Kremlin. Incluye figuras independientes y críticos del poder, ministros y responsables de la Iglesia ortodoxa, pero ni un solo miembro del Partido Comunista actual o de los partidos monárquicos.

Vladimir Putin fijó posteriormente el credo: “Es nuestra historia y hay que respetarla”.

Para el periodista e historiador Nikolai Svanidze, miembro del comité organizador de los actos conmemorativos, lo más importante es lo que el imperio zarista y su sucesor soviético tenían en común: “El Estado primaba sobre el individuo”.

Durante la era soviética, la Revolución de Octubre era evidentemente la única que se celebraba y cada 7 de noviembre (25 de octubre según el calendario juliano vigente en aquel entonces) se organizaba un inmenso desfile militar en la Plaza Roja.

Como en la época soviética, hoy la Revolución de Febrero está en un lejano segundo plano.

Pero la relación con octubre ha cambiado desde finales de 1980 con la perestroika (política reformista que se llevó a cabo en la Unión Soviética tras la llegada al poder de Mijail Gorbachov, caracterizada por una apertura hacia los países del bloque occidental) y la apertura de archivos que dieron un punto de vista diferente sobre la guerra civil y la llegada al poder de los bolcheviques.

El paradigma cambia

El discurso de investidura de Putin en mayo de 2000 ya ilustró esta transformación de paradigma. Por aquel entonces el nuevo jefe de Estado destacó el primer cambio de dirección al frente del país “sin golpe de Estado, sin revolución”.

Este espíritu contrarrevolucionario sigue impregnando su visión política y geopolítica. Vio con malos ojos las revoluciones que llevaron al poder a gobiernos prooccidentales en Georgia y Ucrania en 2004.

Pero fue sobre todo con la ‘Primavera Árabe’ en Egipto y Túnez, y con el principio de la guerra en Siria cuando el Kremlin intensificó su discurso de desconfianza ante cualquier cambio de régimen.

En Rusia, las legislativas de 2011 y la reelección de Putin en 2012 para un tercer mandato presidencial estuvieron marcadas por manifestaciones inéditas por su tamaño contra el Kremlin. Y al acercarse las elecciones de 2018, en las que nadie duda que Putin se volverá a presentar, el Gobierno trata también de evitar cualquier escenario revolucionario.

“El centenario de la revolución debe permitir al Kremlin inmunizar a los rusos contra cualquier revuelta”, concluye el director del centro Levada, el sociólogo Lev Gudkov. (I)

Datos

Las mujeres encabezaron la revolución del 8 de marzo de 1917. Ellas, obreras textiles, protestaron contra la escasez de alimentos e invadieron Petrogrado, actual San Petersburgo. Otros sectores laborales se unieron a esta lucha.

El zar Nicolás II ordena reprimir por la fuerza lo que solo se consideraba una revuelta del hambre. Esto marca un giro.

El ejército simpatiza con los manifestantes y el zar es destronado. (I)

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