"Que Rajoy pueda ser presidente de España es una anomalía"

Ignacio Sánchez-Cuenca (Valencia, 1966) es un hombre valiente. Cuando a principios de este año publicó ‘La desfachatez intelectual’, el último de sus 7 libros, los columnistas más mediáticos, y también intocables, de la prensa española casi refundan la santa cruzada para vengar la disección que este profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III había realizado de sus egocéntricas opiniones semanales.

Y ahí están desde Mario Vargas Llosa hasta Arturo Pérez-Reverte, aunque el objetivo del libro era mostrar la baja calidad del debate público en España. Pero Sánchez-Cuenca es más que todo eso. Se trata de uno de los más importantes investigadores sociales del país con un campo de trabajo crucial para entender la actualidad: la Transición, ETA y la violencia y, por supuesto, la política comparada. Por eso, desde las elecciones del 26 de junio, vive sumergido entre la universidad y el análisis sociológico sobre lo que pudo suceder para que todas las encuestas erraran de forma tan clamorosa. Habla con precisión y sin excesos, intentando dejar de lado sus convicciones.

¿Por qué fallaron las encuestas electorales?

El hecho de que todas las encuestas hayan fallado en la misma dirección, infraestimando al Partido Popular (PP) y sobreestimando a Unidos Podemos, indica que ha habido un voto oculto no detectado. En el caso de la formación de Pablo Iglesias, por ejemplo, es probable que aquellos que votaron a este partido en las anteriores elecciones y decidieron no repetir en junio, no quisieran responder a las encuestas. El fallo, en cualquier caso, no me parece tan estrepitoso: la predicción fue bastante exacta en el caso de PSOE y Ciudadanos.

¿Y cómo se explica que un partido político como el PP, asolado por la corrupción, haya vuelto a ganar las elecciones con más votos que en diciembre?

Puede haber varios motivos. En primer lugar, algunas personas pueden haber considerado que el PP ya había sufrido un castigo suficiente por la corrupción en las anteriores elecciones de diciembre de 2015. En segundo lugar, estaba el miedo a Podemos y la formación de un gobierno radical. En tercer lugar, hay gente que da más importancia a asuntos como la economía que a la corrupción. No veo nada esencialmente patológico en los resultados electorales.

¿La corrupción no lo es?

Desde luego, los votos al PP no legitiman la corrupción, ni tampoco se eliminan las responsabilidades legales.

¿Su triunfo avala o legitima de alguna manera esa forma de gobernar?

Hay gente a la que le preocupa la corrupción, pero el voto al fin y al cabo sirve para muchas cosas y puede haber asuntos, como antes señalaba, más relevantes. Si alguien piensa que el PP es el mejor partido para salir de la crisis económica, es hasta cierto punto lógico que deje la corrupción en segundo plano. Por lo demás, los estudios comparados muestran que la corrupción tiene un impacto electoral limitado en la mayoría de los países y España no es una excepción.

Decía usted recientemente que el PP es una anomalía democrática.

Sí, efectivamente, es una anomalía democrática que pueda continuar en el Gobierno alguien como Mariano Rajoy, receptor de sobresueldos opacos sufragados con la contabilidad fraudulenta del partido y principal responsable del fraude fiscal y de la financiación ilegal del partido. Pero esto no es contradictorio con lo que decía antes. En una democracia de calidad, los dirigentes del PP habrían dimitido en masa, al margen del apoyo electoral que puedan recabar. El problema de la democracia española es que no contamos con unas reglas mínimamente consensuadas sobre lo que es aceptable en el comportamiento político. De ahí que haya esa sensación de impunidad.  

En estas circunstancias, ¿debe el resto de partidos facilitar la formación de un gobierno a Mariano Rajoy?

Yo creo que ningún partido debería apoyar la formación de un gobierno con el PP al frente mientras no den explicaciones, pidan disculpas y cesen a los principales responsables de la corrupción sistemática en la que ha estado envuelto.  

¿Ha fallado Ciudadanos?

Ciudadanos no obtuvo en diciembre suficiente apoyo para presentarse como alternativa al PP. En cambio, Podemos estuvo a punto de empatar con el PSOE. Por eso, en las elecciones de junio hubo concentración del voto en torno al PP, que es la opción mayoritaria, mientras que en la izquierda todo ha continuado dividido como antes. En este sentido, me parece que Ciudadanos no tiene garantizado su futuro y corre el riesgo de  desaparecer como el CDS de Adolfo Suárez.

¿Está justificada la alegría de los dirigentes del PSOE por sus resultados electorales?

No. Son los peores resultados de su historia y no consigue recuperar a antiguos votantes socialistas que se fueron a Podemos y que se han quedado allí o han optado por la abstención. Por lo demás, también es entendible el alivio que han  sentido los socialistas por no haber sido superados por la formación de Iglesias.

Unidos Podemos no ha sumado sino que ha perdido más de un millón de votos. ¿Qué ha fallado en la coalición de izquierda?

Es difícil saberlo. En general, los datos indican que la parte que ha fallado más es la del electorado de Izquierda Unida. Menos de uno de cada dos votantes de IU ha optado por votar a Unidos Podemos, mientras que el resto, probablemente, ha preferido abstenerse. Y luego hay un número importante de electores que probablemente no fuera muy izquierdista, pero que optó por Podemos en diciembre porque era el partido que protestaba contra los abusos del sistema pero que en estos últimos meses haya podido sentirse distante a causa del izquierdismo del partido y la recuperación de figuras muy controvertidas y polarizadoras como el secretario general del Partido Comunista, Julio Anguita.

¿Qué riesgos vislumbra en el camino que tiene por delante Podemos?

Para ellos, la situación no es buena. Creo que en junio tuvieron su oportunidad más favorable para superar al PSOE. La presencia de un partido radical con más del 20% del voto es una anomalía en la política europea y no estoy muy seguro de que pueda durar mucho tiempo en esos porcentajes. (I)