Podemos exige cambios, no pactos

El triunfo del movimiento ciudadano en las elecciones municipales y regionales celebradas el domingo en España tendrá un alto valor político en la mesa de negociaciones. Con esa rotundidad lo explicó ayer el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, tras esbozar las líneas rojas que el bloque del cambio ha establecido para firmar cualquier pacto: “Primero es la tolerancia cero con la corrupción, luego es la defensa prioritaria de los derechos sociales y, finalmente, acabar o, al menos, limitar las políticas de recortes en marcha”. La futura alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, fue más precisa aún y anunció que su movimiento ciudadano contempla multar a los bancos que tengan departamentos vacíos, introducir una tasa para las eléctricas, establecer una renta municipal complementaria para familias con pocos recursos, eliminar los coches oficiales, “y revisar las privatizaciones que se han realizado”, indicó. Tras estas palabras el índice bursátil español, el IBEX 35, comenzó a caer hasta cerrar la jornada con un descenso del 2% atribuido “a la incertidumbre del resultado electoral”, según los expertos.

Pero el mensaje de Iglesias y Colau no está dirigido a ellos sino a un sector del PSOE que ha visto su oportunidad para recuperar gobiernos locales y autonómicos que tenían perdidos desde hace décadas. Pero el deseo no oculta la realidad que buscan los nuevos líderes surgidos de la generación de indignados. “Los ciudadanos no han votado pacto, han votado cambio”, recalcó Iglesias en todas y cada una de las intervenciones que ayer realizó para valorar los resultados electorales. Mientras tanto, en los cuarteles generales del PSOE y PP reina un extraño silencio. Los datos que depararon las urnas colocan a ambos partidos en una situación compleja de digerir, especialmente porque se trata de una seria advertencia sobre las consecuencias de un manejo antisocial del poder político. “Quienes han aplicado políticas de recortes tendrán que dar un giro de 180 grados si quieren entenderse con nosotros”, insistió el líder de Podemos. Y esto vale para la derecha pero especialmente para los socialistas. De hecho, José Luis Rodríguez Zapatero fue quien primero bajó la cabeza para aceptar los primeros recortes al finalizar su mandato y ahí empezó todo. Aceptó reformar la Constitución para incluir la prioridad absoluta del pago de la deuda pública en los presupuestos generales y eso resultó una traición a ojos de los votantes de izquierda. Con Mariano Rajoy en el poder, su partido incrementó el desastre, redujo hasta límites alarmantes el gasto público y forzó a los ciudadanos a pagar la mayor parte del rescate bancario pensando que los viejos esquemas de alternancia maquinal con el PSOE eran indestructibles.

Fue cuando irrumpieron los indignados en la Puerta del Sol de Madrid y, poco después, Podemos junto a otros movimientos políticos como Barcelona en Comú, Equo y el PAH dispuestos a romper la inercia histórica y a obligar al bipartidismo a un giro social. “Sí, estas son las razones por las que, ahora que estamos en una posición de fuerza, queremos bajar la euforia a aquellos que dan por hecho que daremos nuestro voto para que el PSOE gobierne en Extremadura -donde el PSOE es el más votado- y en Castilla-La Mancha —donde gana el PP pero sin mayoría absoluta-”, comenta Antonio Solana, miembro de la formación Ahora Madrid. Esta reflexión parece haber calado entre los socialistas, ya que la candidata a la alcaldía en la capital de España de Ahora Madrid, Manuela Carmena, se mostró ayer convencida de que será la futura alcaldesa de la ciudad tras mantener una conversación con el cabeza de lista del PSOE para el Ayuntamiento, Antonio Miguel Carmona. En los comicios, la exjueza logró un representante menos que el PP de Esperanza Aguirre y necesitaría el voto de los nueve concejales logrados por los socialistas para lograr la alcaldía. Si lo consigue finalmente, las formaciones de unidad popular gobernarán en las dos ciudades más importantes del país, “algo que no tiene precedentes en la historia electoral de España”, clamó ayer la ganadora en Barcelona, la activista antidesahucios Ada Colau.

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Pero hay otro factor determinante en este terremoto político que desde ayer sacude España. Se trata del éxito indiscutible que han supuesto las candidaturas de unidad popular, donde está incluida Podemos, en ciudades como Barcelona, Madrid, Santiago de Compostela y A Coruña.

El propio Pablo Iglesias reconocía ayer que de no haber logrado conformar estas listas, el voto se habría difuminado en una sopa de letras sin poder efectivo en los gobiernos locales. “Han sacado mucho mejor resultado que nosotros en las elecciones autonómicas y se convierten en la avanzadilla del proceso de cambio”, explicó.

Donde la vida se ha tornado un valle de lágrimas es en dos partidos políticos como Izquierda Unida y UPyD que hasta ahora habían sido determinantes en el juego de mayorías que disputaban PP y PSOE. IU, que en 2009 logró el 6,3% de los votos nacionales, no superó la barrera del 4,5% y pierde toda representación en Madrid. Un duro golpe para los comunistas enfrascados en guerras internas desde la irrupción de Podemos en la escena política española. Su futuro pende de un hilo. Todo dependerá del resultado del debate abierto sobre su confluencia con la formación de Pablo Iglesias. El caso de UPy D es más enigmático. Con un programa similar a la emergente -y no tan decisiva- Ciudadanos de Albert Rivera ha sido borrado del mapa en apenas tres años cuando se trata de una marca que ha combatido a la corrupción a sangre y fuego pero que quizá por el excesivo protagonismo de su líder, Rosa Diez, o porque siempre ha defendido el viejo modelo en recesión, su mensaje centralista le ha llevado al desastre y, posiblemente, a su desaparición. (I).