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Papa Francisco teme que la Iglesia se convierta en una “ONG piadosa”

Papa Francisco teme que la Iglesia se convierta en una “ONG piadosa”
15 de marzo de 2013 - 00:00

Buenos Aires/Ciudad del Vaticano.- El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, es recordado como un niño travieso que correteaba incansable por las escaleras del centenario colegio De la Misericordia en el barrio Flores de Buenos Aires, donde comenzó a ir a la escuela y tomó su primera comunión, relata la hermana Martha Rabino, a cargo de la institución.

“Era un diablo, un diablillo, muy travieso, como todo chico”, dice entre risueña y sorprendida la hermana Martha, de 71 años, que lloró emocionada cuando escuchó que el nuevo padre de la Iglesia católica era ese hombre “que comparte con frecuencia el té con leche con las hermanas del colegio”.

Fue en esta parroquia del colegio De la Misericordia donde toda su familia asistía a misa cada domingo, que a los 9 años tomó su primera comunión y donde muchos años después, ya como sacerdote, ofició misa en cada acontecimiento importante de la congregación, con la que guarda un contacto permanente.

Bergoglio nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936 y es el mayor de los cinco hijos del matrimonio formado por Mario Bergoglio, un empleado ferroviario, y Regina, ama de casa, ambos inmigrantes italianos en Argentina.

15-3-13-mundo-papa-franciscoEn su infancia dos mujeres marcaron su niñez y su espiritualidad, la hermana Rosa, su primera maestra a quien frecuentó hasta su muerte en 2012 a los 101 años, y la hermana Dolores, que le impartió catequesis y a quien lloró en una noche de encierro y oración continua, cuando falleció hace dos años.

También fue en el mismo barrio capitalino que conoció a Amalia, con quien mantuvo a los 12 años un romance que no prosperó por la oposición de los padres de ella. “Si no me caso con vos, me hago cura”, le dijo un día Bergoglio a Amalia, relató ayer la mujer a medios locales. “Jugábamos al agua, a la rayuela, bailábamos, es algo muy lindo de recordar”, declaró. “Después jugaba al fútbol con los muchachos”, reveló, confirmando la pasión del Sumo Pontífice, hincha confeso de San Lorenzo, por este deporte.

Bergoglio creció en la capital argentina y fue ahí donde comenzó a estudiar y se diplomó como técnico químico, pero poco después eligió el sacerdocio, decisión que le hizo acceder al seminario del barrio bonaerense Villa Devoto.

En 1958 comenzó el noviciado en la Compañía de Jesús, por lo que se trasladó a Santiago de Chile, donde llevó a cabo estudios humanísticos, y en 1964 regresó a Buenos Aires para dedicarse a la docencia de Literatura y Psicología en el colegio El Salvador.

Posteriormente, Bergoglio sufrió  una grave pulmonía y, en ese momento, se le extirpó la parte superior del pulmón derecho, se relata en el libro “El jesuita”, de los periodistas Francesca Ambrogetti y Sergio Rubín. La intervención quirúrgica se produjo poco después de ser ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969 y no le ha causado problemas en su vida, aunque tiene que estar atento a posibles afecciones pulmonares, aseguraron ayer los médicos italianos.

Este mismo año se desplazó a España para cumplir su tercer “probandato” (período que sirve para preparar intelectualmente a los jóvenes sacerdotes) en la Universidad Alcalá de Henares de Madrid.

En 1972 regresó a Argentina, después de su época en España, para comenzar como maestro de novicios en Villa Barilari, en la localidad de San Miguel, al norte del país. Su nombramiento como obispo llegó el 20 de mayo de 1992, cuando el papa Juan Pablo II lo designó obispo de la Diócesis de Auca y obispo auxiliar de la Diócesis de Buenos Aires.

Cinco años más tarde, en 1997, fue nombrado arzobispo coauditor de Buenos Aires y en 1998, tras la muerte del arzobispo y cardenal Quarracino, se convirtió en el arzobispo de Buenos Aires.

Al morir Juan Pablo II, eran 117 los cardenales menores de 80 años en condiciones de votar para designar un nuevo papa, entre ellos se encontraba el cardenal Bergoglio, de quien se dice que logró obtener 40 votos de los 77 que eran necesarios para ser escogido (es decir, el segundo lugar detrás del que fue elegido y convertido en Benedicto XVI, el cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa emérito.

Su elección como Papa el miércoles, tras dos días de cónclave, contradijo todos los pronósticos de vaticanistas y expertos que veían una pugna entre el italiano Angelo Scola y el brasileño Odilo Scherer.

El Vaticano calificó al nuevo Papa como un hombre moderado que goza de gran prestigio y habla al menos cinco lenguas (español, italiano, alemán, inglés, francés y, además, un poco de portugués). También confirmó que Francisco llamó el jueves a su predecesor, el papa emérito Benedicto XVI, instalado en Castel Gandolfo, y con el que tendrá que convivir durante su papado.

En su primer día como jefe de la Santa Sede, Francisco, el primer pontífice latinoamericano de la historia, advirtió ayer, del riesgo de que la Iglesia se convierta en una simple ONG si no se deja guiar por Cristo, unas declaraciones que hacen presagiar un estilo más directo y accesible.

En la homilía de su misa en la Capilla Sixtina, el Papa argentino instó a los 114 cardenales que participaron en el cónclave que lo eligió ser “irreprochables” y a defender los valores originales del cristianismo con palabras inhabituales para un pontífice debutante. “Si no nos confesamos con Jesucristo, nos convertiremos en una ONG piadosa”, dijo en su breve homilía, vestido con sencillos paramentos dorados y mitra.

Antes, en lo que fue su primera actividad pública tras ser elegido Papa y saludar a los fieles desde el balcón de la Basílica de San Pedro, Francisco concurrió temprano en la mañana a la iglesia Santa María Maggiore, de Roma, para pedirle a la Virgen que lo asista en su pontificado.

Mañana recibirá a los medios y el domingo rezará el Angelus. Mientras el martes próximo, a las 09:30 hora italiana, tomará posesión de su pontificado en una ceremonia en la Plaza de San Pedro.

Vínculos con la dictadura

La polémica sobre la actitud de la Iglesia católica argentina durante los años de la dictadura (1976-1983) volvió al primer plano tras la elección como Papa de Jorge Bergoglio, que siempre negó haber colaborado con la represión.

El arzobispo de Buenos Aires fue citado en tres ocasiones, únicamente como testigo, para declarar en juicios relacionados con la dictadura. En una ocasión por la desaparición de un cura francés, en otra por el robo de hijos de los desaparecidos y otra por la detención y tortura de dos jesuitas que finalmente fueron liberados. “Hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba para abogar por las personas secuestradas”, afirmó Bergoglio, según el libro-entrevista “El jesuita”.

Los detractores de Bergoglio, que dirigía entonces a los jesuitas en Argentina, insisten en que tuvo algo que ver con la detención de los dos misioneros  Orlando Yorio y Francisco Jalics, encarcelados el 23 de marzo de 1976 y liberados cinco meses después tras ser torturados en el centro de detención más brutal de la dictadura, el de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

Bergoglio precisó que los sacerdotes fueron liberados “primero, porque no pudieron acusarlos de nada y segundo, porque nos movimos como locos” desde el mismo día en que se los llevaron. El ahora Papa afirmó que sus dos únicos contactos con los dictadores Emilio Massera y Rafael Videla fueron para pedir la liberación de los sacerdotes y que nunca los expulsó de la orden: “no los eché de la congregación, ni quería que quedaran desprotegidos”.    

Horacio Verbitsky, autor de la obra “Doble juego. La Argentina católica y militar”, es uno de sus principales acusadores y afirmó que existen “cinco nuevos testigos que confirman el papel de Bergoglio en la represión del gobierno militar que dejó más de 10.000 desaparecidos, según cifras oficiales, y más de 30.000 muertos, según la organización no gubernamental las Madres de la Plaza de Mayo.

De los casos de hijos de desaparecidos que fueron entregados en adopción a gente relacionada con la dictadura, Bergoglio dijo haberse enterado después de la dictadura, según una copia de su declaración difundida ayer por las Madres de la Plaza de Mayo: “Por ahí, más o menos” (antes del juicio a las juntas militares de 1985) “empecé a enterarme de eso”.

Ayer, en el diario Página 12, Horacio Verbitsky escribió con ironía que “las luchas internas de la curia romana siguen una lógica tan inescrutable que los hechos más oscuros pueden atribuirse al Espíritu Santo”.

Sylvia Caillard, magistrada del Tribunal de Gran Instancia de París, envió una comisión rogatoria internacional a Buenos Aires para que el cardenal declarara como testigo en la investigación sobre la muerte del sacerdote francés Gabriel Longueville, explicó la abogada de su familia, Sophie Thonon. “Las autoridades argentinas no respondieron positivamente a la comisión rogatoria relativa a Bergoglio”, agregó.

En la época, Thonon consideró esa audiencia necesaria a fin de que el arzobispo de Buenos Aires diera aclaraciones a la jueza sobre la eventual existencia de archivos sobre el caso. “Ciertamente, ese Papa no es una gran figura de la defensa de los derechos humanos”, “por el contrario, es sospechoso de no haber denunciado los crímenes de la dictadura, de no haber pedido cuentas y, por tanto, con su silencio, haber cubierto esos actos”, estimó la abogada.

Pero el biógrafo autorizado del nuevo Papa, Sergio Rubin, argumentó que esa fue una falla de la Iglesia católica en general y que es injusto identificar a Bergoglio con la culpa colectiva que aún agobia a muchos argentinos de su generación. “En una cierta manera muchos argentinos terminaron siendo cómplices” en un tiempo en que cualquiera que hablara abiertamente podía convertirse en un objetivo, recordó Rubin en una entrevista con The Associated Press justo antes del cónclave papal.

Algunos activistas defensores de los derechos humanos han concordado en que Bergoglio no merece ser agrupado con otras figuras eclesiásticas que estaban alineadas de cerca con la dictadura. “Tal vez no tuvo el coraje de otros curas, pero nunca colaboró con la dictadura”, dijo ayer Adolfo Pérez Esquivel, quien ganó el Premio Nobel de la Paz de 1980 por documentar las atrocidades de la junta. “Bergoglio no fue cómplice de la dictadura. No se lo puede acusar de eso”, agregó para Radio de la Red de Buenos Aires.

José María Poirier, director de la revista católica argentina Criterio, mencionó que la actitud de la Iglesia argentina en aquel período fue “del silencio hasta cierta complicidad, pero no es el caso de Bergoglio”. Poirier afirmó que el Papa facilitó el traslado a Italia de los dos jesuitas tras su salida de la ESMA.

Tan pronto se conoció el nombramiento del Papa, en la avenida de Mayo, cerca de la catedral de Buenos Aires, apareció una pintada: “el Papa es amigo de Videla”. Las redes sociales se llenaron de acusaciones, no solo sobre su conducta durante la dictadura, sino por su reciente oposición a la ley que autoriza el matrimonio homosexual y que lo enfrentó al gobierno de Cristina Kirchner.

En un país en el que tres cuartos de los 40 millones de argentinos se consideran católicos, la influencia de la Iglesia se ha debilitado en el curso de los mandatos de Néstor Kirchner (2003-2007) y de su esposa Cristina (desde 2007). Si bien se autorizó el matrimonio homosexual, el aborto no fue legalizado, bajo presión de la Iglesia.

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