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Ni ficción ni multipolaridad

Bastante agua ha corrido por la tierra desde que Edward Snowden quedó atrapado en el aeropuerto de Rusia. Agua que arrastra piedras y palos del primer mundo, y que infecta de cinismo a los analistas y defensores de la hegemonía estadounidense. Por eso parece oportuno razonar dos argumentos que atraviesan el caso Snowden más allá, claro está, de la comedia mediática montada para volver chiste el espionaje informático.

1) El tema no es un asunto de ciencia ficción. Tan acostumbrados estamos a ver películas donde la verosimilitud es un recurso relegado por el artificio digital, que guerra, muerte, crímenes y héroes –soldados, espías o mafiosos, qué más da- son decorados fugaces de una trama en la que los buenos pueden ser unos sanguinarios sin dios ni ley y los malos una caterva de ingenuos. Allí aprendimos que los daños colaterales poco importan y que quien opera el poder de las tecnologías domina la administración y movilidad de los datos, las armas, la información, la reacción de la opinión pública y, como cereza del pastel, el escenario del perdedor. Edward Snowden no es un actor de película ni su denuncia es parte de una saga de espías y bandoleros enemigos del bien. Él ha evidenciado la acción de la ciberguerra y el ciberespionaje, que aunque maniobra en la autopista virtual -inasible y mágica para los neófitos- es la manera más directa de controlar a amigos y enemigos. Internet, nos han dicho, es la cama general del entretenimiento; pero también, es el lugar de la violencia virtual. Allí donde nosotros encontramos distracción, el poder halla acceso a la debilidad del alma…

Edward Snowden ha evidenciado la acción de la ciberguerra y el ciberespionaje2) La crisis de la teoría de la multipolaridad. Cuando se cayó el telón de acero creado por el bloque socialista, en apariencia asistíamos a la supremacía de EE.UU. en la geopolítica mundial. Pronto sabríamos que su crisis económica -interna y externa- no podría soportar tremenda carga global, y que era inminente la emergencia de otros polos económicos igualmente fuertes. La idea de la multipolaridad empezó a cobrar fuerza y ya pocos discutían de unipolaridad y menos de hegemonía. Un supuesto “equilibrio de poder” recorría el mundo. Incluso era de mal gusto utilizar categorías comunistoides como imperio. La multipolaridad era un topos a vivir y a estudiar en el neo-neo realismo en las relaciones internacionales. Así, cada ciertos ciclos históricos –guerras calientes y frías de por medio- el orden del sistema internacional sufría alteraciones en pro de ese imaginario equilibrio de poder. Estados Unidos, aunque invadía países y determinaba el protocolo para acabar con el terrorismo global, era tan solo otro aliado de la OTAN…

Pero el día en que Evo Morales -pretendido rescatista de Snowden- no pudo volar por el espacio aéreo de cuatro países europeos, impelidos por una inocultable presión estadounidense, el planeta vio cómo la unipolaridad renacía, y, para colmo, ningún país del “mundo desarrollado” –ni Rusia, Japón o China- le decía a la nerviosa Unión Europea que por lo menos disimulara, diplomáticamente, su connivencia con el imperio.

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