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El gobierno pretende aumentar sus efectivos de 30.000 a 45.000 hombres

Milicia financiada por Estados Unidos contraataca a los talibanes en Afganistán

El comandante Mohammed Jawad habla con miembros de su unidad en el pueblo de Kasab, en Kunduz. Foto: AFP
El comandante Mohammed Jawad habla con miembros de su unidad en el pueblo de Kasab, en Kunduz. Foto: AFP
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Con su aspecto de scout afgano y 19 años, el joven Mohammed Jawad dirige un grupo de milicias antitalibanes financiadas por Estados Unidos, acusado de alimentar la inseguridad en el país.

Creada en 2010 bajo el impulso de las fuerzas norteamericanas, la policía local de Afganistán (ALP) recluta a los lugareños con el fin de que defiendan las zonas rurales del país, blancos de la insurrección de los talibanes.

Durante las misiones la ALP se encuentra casi siempre en primera línea frente a los insurgentes, como en la provincia de Kunduz, corredero estratégico del norte afgano aquejado estos días por la “temporada de combates”, la primera llevada a cabo sin el importante apoyo de las tropas de la OTAN.

Pero de “policía”, a menudo la ALP solo tiene el nombre. A veces se asemeja, hasta el punto de confundirse, a una milicia pura y dura, con el afán de lucro y la brutalidad como únicas reglas.

En Kunduz, Mohammed Jawad tomó las riendas de la unidad de la ALP de su pueblo de Kasab después de la muerte de su padre, asesinado por desconocidos durante un desplazamiento a Kabul a principios de año. Actualmente Jawad se encuentra al mando de 100 hombres, la mayoría labradores y pequeños comerciantes. “¿Ve la bandera blanca allí lejos? Son los talibanes”, explicó Mohammed, señalando con el dedo la marca colocada a unos cientos de metros.

“Sin la ALP, los insurgentes atravesarían el campo, nos cortarían la cabeza y transformarían el pueblo en un refugio de talibanes”, aseguró.

Desde el comienzo de la ofensiva talibán en primavera, su provincia de Kunduz es el escenario del vaivén que enfrenta a las fuerzas de seguridad con los rebeldes islamistas.

En dos ocasiones los insurgentes llegaron hasta los suburbios de la capital provincial epónima, y en ambos casos el ejército y la policía los echaron. La hipotética caída de Kunduz en favor de los talibanes sería un duro golpe para el presidente Ashraf Ghani. Sería la primera gran ciudad en caer en manos de los rebeldes islamistas desde el fin del régimen en 2001. Para blindar su defensa, el presidente Ghani apuesta  por la ALP. Según el International Crisis Group (ICG), un instituto de investigación especializado en los conflictos armados, el gobierno afgano pretende así aumentar sus efectivos, pasando de 30.000 a 45.000 hombres.

Ahora bien, la ALP es una milicia “barata”, pero “peligrosa”, pues la formación de sus hombres es de las más rudimentarias y el gobierno solo controla someramente sus actividades, lamentó recientemente el ICG en una investigación.

Aún más grave son la corrupción y la impunidad, hasta tal punto extendidas en el seno de algunas unidades que la ALP se confunde, en varias regiones, con una banda criminal organizada.

En la provincia septentrional de Faryab, en la frontera de Turkmenistán, una unidad de la ALP sumergió a sus enemigos en un pozo seco lleno de serpientes, según el International Crisis Group.

Igual de macabro, combatientes de la ALP ataron a un mandatario local, que tenía quejas de su comportamiento, en la parte de atrás de una camioneta tipo pick-up y lo arrastraron por una carretera hasta su muerte. Horrorizados por estas prácticas, algunos afganos se decantarían por los talibanes, con el riesgo de “recrudecer el conflicto en lugar de mitigarlo”, concluyó el ICG.

En el terreno la situación tampoco es mejor. Frente a los talibanes, los hombres de la ALP caen de tres a seis veces más rápido que sus homólogos de las fuerzas de seguridad regulares, a las que a veces acusan de abandonarles en primera línea de los combates.

El comandante Gul Mohammed contó así cómo en mayo los talibanes capturaron a 23 combatientes de su unidad en la provincia de Kunduz, después de un asedio de tres días. “Enviamos mensajes de radio al ejército afgano para que viniera en nuestra ayuda. Pero nadie llegó”, declaró a la AFP.

Estados Unidos, que invadió Afganistán en 2001, tenía previsto reducir este año la cifra de soldados en el país a la mitad, pero el presidente Barack Obama accedió a parte de las reclamaciones del presidente afgano, Ashraf Gani, que solicita el mantenimiento de las tropas más allá de 2016. Washington mantendrá el actual nivel de tropas en Afganistán de 9.800 militares hasta final de año en lugar de reducir ese número a 5.500 como estaba previsto. (I)

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