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México no olvida y clama por sus 43
“Hoy el cielo llora porque faltan 43”, dice Cristina Bautista después de marchar 4 horas bajo un chispeo que ya se hizo lluvia fuerte. Los impermeables no alcanzan a salvar del agua, tampoco los miles de paragüas que avanzan por las calles de la capital. Pero ella, madre del desaparecido Benjamín Asencio Bautista, se mantiene firme arriba del escenario instalado en el Zócalo, donde están también los demás padres, madres, esposas, tíos y hermanos de los 43 estudiantes normalistas que fueron atacados y desaparecidos hace exactamente un año en Iguala, estado de Guerrero.
“Es tiempo de levantar la voz para que ya no vuelva a pasar, para que no les pase. Es el momento de levantar la voz y cambiar a este país, cambiar al gobierno. Cada país, cada pueblo indígena, ya no permita que entre un presidente, debe ser cada uno de ustedes el que gobierne”, dice la mujer a miles de personas que la escuchan. Es chaparrita, de cabello negro y carácter decidido. Crió sola a sus 3 hijos porque su marido emigró a Estados Unidos y nunca regresó. Ella también se fue a trabajar al otro lado para darles una casa propia pero volvió un par de años después, los educó y ahora se dedica sólo a buscar al mayor.
Desde el Zócalo, plaza más importante de México, le envía un mensaje a su Benjamín. Le habla en lengua indígena y en voz alta, para que la escuche donde se encuentre. Le cuenta que por él ha ido a Veracruz, Oaxaca, Baja California, Chiapas, Estados Unidos… sólo menciona algunos lugares recorridos porque la lista entera le tomaría horas, han sido 12 meses sin descanso.
Los padres se mantienen firmes bajo la lluvia, algunos con plásticos en la espalda y otros sin nada que los resguarde. Los escoltan estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, los compañeros de sus hijos.
“No venimos a llorar, no venimos a dar lástima, venimos a exigir la presentación con vida de nuestros 43 compañeros y justicia para Julio César Mondragón Fontes, Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava”, dice Eduardo Maganda. Es la voz de los normalistas, el Secretario General del Comité Estudiantil.
Envía un mensaje para “todos esos criminales que todavía se esconden, todos esos asesinos de cuello blanco” entre quienes mencionan al exgobernador de Guerrero, Ángel Aguirre; al exProcurador, Jesús Murillo Karam; y al presidente de la República, Enrique Peña Nieto. “No vamos a desistir, no vamos a claudicar, no nos vamos a ir –remarca con voz firme-. Aquí estamos de frente, de pie”.
Miles de personas tapizaron el centro de la Ciudad de México a un año de los ataques que dejaron 43 personas desaparecidas, 6 asesinadas y decenas de heridos, 2 de ellos de gravedad hasta hoy (Aldo Gutiérrez Solano y Edgar Andrés Vargas) “¡Vivos los llevaron, vivos los queremos!”, la consigna que se escucha desde hace un año volvió a resonar en voces de jóvenes y adultos. De nueva cuenta se repitió también el conteo “uno, dos, tres, cuatro…” así hasta 43 y después “¡Justicia!”
Por más de 4 horas la marea humana ocupó importantes avenidas con carteles, consignas, expresiones políticas, artísticas y solidarias. Ciudadanos, intelectuales, organizaciones sociales, grupos de niños, instituciones académicas y las más importantes universidades caminaron en fila inacabable.
Al frente marcharon los familiares de las víctimas, como siempre con lonas de sus rostros en las manos. Detrás, los contingentes de estudiantes de varias normales rurales del país con dos grandes mantas negras que decían “Ni perdón. Ni olvido”, las letras formadas con imágenes de represión y desaparecidos. La cargaban los pelones, alumnos de nuevo ingreso en Ayotzinapa, acompañados por integrantes de la organización Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.) y personas que se sumaron a la tarea de sostener telas cada vez más pesadas por el agua.
Los futuros maestros rurales llevaban en el pecho la fotografía de cientos de desaparecidos, tanto de los 43 como de hombres, mujeres y niños que han sido privados de su libertad en México durante las últimas décadas. Juan Pablo García cargaba el rostro de su primo Abel García Hernández, de quien nada sabe desde el 26 de septiembre de 2014. Reclama por él, lo busca, y también decidió seguir sus pasos: este año se integró a la Normal Rural Raúl Isidro Burgos.
En disciplinadas filas marcharon cientos de muchachos y muchachas normalistas. Hijos de campesinos, albañiles, migrantes y trabajadores que tienen en las Normales Rurales su única opción de estudios superiores. Provienen de 16 estados, entre ellos algunos de los más pobres y con mayor población indígena como Chiapas, Michoacán y Guerrero.
“Es cierto, nos golpearon, pero no nos derrotaron”, grita una voz y las demás responden repitiendo la consigna. Gritan hasta el final. (I)