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Marina deja en claro a qué vino

Marina deja en claro a qué vino
03 de septiembre de 2014 - 00:00 - Emir Sader

Después de algunas semanas, Marina da Silva lanzó su programa de candidata a la presidencia de Brasil. Tres puntos se destacan por su significación y relevancia: independencia del Banco Central, baja del perfil del presal y baja del perfil del Mercosur, sustituido por acuerdos bilaterales.

Los 3 puntos no podrían ser más significativos, porque se chocan directamente con las orientaciones de los gobiernos de Lula y Dilma. Los 3, en su conjunto, apuntan hacia un proyecto de orientación netamente neoliberal.

La autonomía del Banco Central es una de las tesis más pregonadas por el recetario neoliberal. Repone el debilitamiento del Estado y el fortalecimiento de la centralidad del mercado, porque se sabe que la mentada independencia es respecto al gobierno. En este caso, respecto a un modelo de desarrollo económico indisolublemente vinculado a la distribución de renta. Restar al gobierno el control de la política monetaria y dejarla sometida a la influencia directa de los agentes del mercado –en particular del sistema bancario privado– es desplazar la capacidad de ese modelo de someter el equilibrio fiscal a las políticas distributivas y someterse a la centralidad del ajuste fiscal buscado por el neoliberalismo.

Bajar la importancia el presal es tirar por la borda la capacidad de Brasil para independizarse en términos de política energética, de disponer de gran cantidad de recursos provenientes de la exportación y, además, conforme a decisión ya aprobada por el Congreso, dedicar el 7,5% de esos recursos para la educación y el 2,5% para la salud.

Sería una política suicida también en términos de desarrollo tecnológico de Brasil, así como de impulso a la retomada economía, pro las inmensas demandas que la explotación del presal requiere.

Esas posiciones se complementan –y ganan su sentido pleno–, cuando se enfoca que puede querer decir bajar la importancia del Mercosur y desarrollar acuerdos bilaterales. El Mercosur significa aquí la política de prioridad de los acuerdos regionales respecto al Tratado de Libre Comercio con EE.UU., pregonado por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso y bloqueado por la victoria de Lula en 2002.

Bajar la importancia del Mercosur entonces, en verdad, significaría bajar de importancia de toda la gama de instancias de integración desarrollada y creada en los últimos años: Banco del Sur, Consejo Sudamericano de Defensa, Unasur, Celac, así como los mismos Brics y sus acuerdos recién establecidos, que incluyen el Banco de Desarrollo y el Fondo de Reservas de apoyo a países con problemas de divisas.

No queda claro qué tipo de acuerdo bilateral es referido en el programa, pero se teme que sea, antes de todo, con EE.UU. y los países del centro del capitalismo. Lo cual es imposible en caso de que Brasil siguiera en el Mercosur, apuntando, a lo mejor, hacia una decisión de ruptura total de Brasil con todos esos organismos y una reinserción radical y subordinada a EE.UU., con todas las consecuencias, regional y global, que ello tendría.

No hay duda así que cambia la forma del enfrentamiento electoral, con la polarización alrededor de Marina y de Dilma Rousseff, pero el contenido sigue el mismo: continuidad del gobierno posneoliberal del PT o retorno de un proyecto neoliberal, ahora disfrazado de algunas –pocas– remanentes verdes –Marina ya declaró que nunca fue contra los transgénicos, por ejemplo– de una supuesta renovación de la política por encima de los partidos y de la polarización izquierda x derecha – reagrupando a la derecha tras de sí.

Es un regalo para la derecha brasileña y para EE.UU., que estaban cerca de ver sus candidatos y sus tesis derrotadas una vez más. El monopolio privado de los medios de comunicación –el verdadero partido de la derecha– sin duda obtendría una gran victoria, en caso de que su nueva candidata lograra derrotar al gobierno del PT –objetivo único, por cualquier vía, de la derecha brasileña y de EE.UU.–. Eso es lo que está en juego ahora en Brasil.

Marina deja claro la naturaleza de su proyecto, por las posiciones que explicita y porque tiene en la coordinación de su campaña electoral a renombrados del neoliberalismo –Andre Lara Resenda, ex-ministro de los gobiernos de Collor de Mello y Cardoso; Giannetti da Fonseca, connotado ideólogo neoliberal, y Neca Setubal, heredera del Banco Itau, uno de los más grandes bancos privados brasileños–. Con esas posiciones y ese equipo, la exlíder ecológica Marina da Silva, se convierte de lleno al  neoliberalismo.

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