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Macri y su programa económico

Macri y su programa económico
28 de noviembre de 2015 - 00:00 - Juan Manuel Karg. Politólogo UBA / Analista internacional

La llegada al gobierno de Macri implicará una serie de cambios económicos en Argentina, donde durante los doce años de kirchnerismo la política económica estuvo planificada desde la Casa Rosada y no desde los grandes empresarios del país -que igualmente tuvieron extraordinarias ganancias, producto del crecimiento que el país experimentó luego de la llegada al gobierno de Néstor Kirchner, en 2003-. Este cambio concreto se puede verificar solo mirando el nuevo gabinete: el ex JP Morgan Prat Gay será nada menos que el ministro de Hacienda; el ex CEO de Shell, Aranguren, será ministro de Energía; la ex CEO de IBM y Telecom, Malcorra, será canciller; y sigue el listado. Es decir: hay un retorno masivo de la esfera de lo privado a lo público, que solo tiene antecedentes con lo acontecido en la década del 90. Allí transita una diferencia sustancial con la política económica del kirchnerismo, aun cuando el propio Macri todavía no haya tenido un día de gobierno.

Ahora bien: Macri planteó a lo largo de su campaña que mantendría las políticas sociales implementadas por el kirchnerismo -entre ellas la Asignación Universal por Hijo- y que no retrocedería en la estatización de Aerolíneas Argentinas y los fondos jubilatorios anteriormente controlados por las AFJP. ¿Se puede sostener este tipo de políticas en un momento de baja internacional de precios de las commodities? Se puede, claro, pero requiere de dos opciones: a) tocar el eje impositivo, con una carga mayor a los que más ganan; b) tomando deuda con los organismos internacionales de crédito tradicionales. Ambas opciones son contrarias: mientras la primera se enfoca en una redistribución necesaria, la segunda implica altos costos -a mediano plazo- para el país, que deberá afrontar a futuro estos pagos (y, sobre todo, sus intereses, como lo demuestra la historia del país).

El mal llamado “cepo” es el otro tema de debate actual: una salida “rapidísima” de este elemento de control cambiario impulsado por el Estado argentino podría provocar una veloz devaluación, tal como quedaba explícito en la campaña del Frente para la Victoria, quien alertó sobre esto. Macri pasó de la idea de “levantar el cepo en un día”, a hablar de “gradualismo”. Pero ahora -cambia, todo cambia- parece haber retornado a una posición más similar a la original. ¿Hasta qué punto se atreverá en el primer mes a tomar definiciones de raíz en este tema? Es la pregunta que se hacen economistas y analistas políticos a esta hora, alertando igualmente que la cabeza del equipo económico está más inclinada a una variable más bien ortodoxa -que genera efervescencia en Wall Street y los centros financieros de poder en el mundo-. La duda concreta es, ¿devaluará Macri en enero próximo bajo la excusa de unificar el tipo de cambio?

¿Y en el trabajo? Allí está el otro gran nudo problemático. Macri ha sido un histórico defensor de la idea de que “el salario es un costo más”. Por ende, años atrás se declaraba favorable a un posible recorte o congelamiento -hay que recordar que los salarios argentinos vienen subiendo año a año, tras el mecanismo de paritarias implementado de 2003 a esta parte-. ¿Hasta cuánto se atreverá a recortar estas importantes herramientas de defensa del salario que los trabajadores argentinos han logrado durante este tiempo? Sabe que no cuenta con un “cheque en blanco”: no tiene mayoría en diputados ni senadores, ni mayoría de gobernaciones, y ganó la elección por menos de 2%. Deberá, por tanto, construir su gobernabilidad, intentando tomar la menor cantidad de medidas impopulares posibles. ¿Lo logrará? A juzgar por la orientación de su gabinete, y por su propia cosmovisión, no le será una tarea fácil. (O)

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