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1.727 migrantes han muerto este año ahogados en el mediterráneo

Los socios europeos discrepan sobre las medidas migratorias

Los socios europeos discrepan sobre las medidas migratorias
29 de abril de 2015 - 00:00 - Gorka Castillo. Corresponsal en Madrid

El Mediterráneo, el mar que un día alentó el encuentro del mundo antiguo es hoy una infranqueable y aterradora frontera. Así lo ha establecido Europa con sus nuevas medidas para evitar naufragios como el ocurrido hace 2 semanas frente a las costas italianas. De nada ha servido conocer que en la orilla de enfrente miles de refugiados aguardan un permiso en condiciones infrahumanas. Según el último informe del Alto Comisionado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los refugiados (Acnur), el millón de personas que esperan en Libia un barco para salir viven encerradas en campos infames donde son maltratadas por las autoridades del país. A eso hay que sumar que 1.727 migrantes ya han muerto este año ahogados en el mar, treinta veces más que en el mismo período durante 2014, según las primeras estimaciones realizadas por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Aunque la Unión Europea es una de las pocas regiones con recursos para su acogida, la decisión comunitaria de sellar las fronteras y endurecer las condiciones de obtención de un visado deja la sensación de que a los desplazados sirios, eritreos, somalíes y centroafricanos que huyeron de la guerra solo les queda seguir arriesgando sus vidas para subsistir. Acnur califica esta situación de “tragedia” y reclama a los europeos la creación de “un mecanismo sólido de rescate en el mar y más compromiso humanitario”.

Pero la estrategia de la UE, a instancia de Italia, para atajar el descomunal flujo de inmigrantes que se embarcan a la desesperada hacia Europa pasa por pararlos antes de que salgan. Es decir, para evitar naufragios como el que hace dos semanas costó la vida a 850 personas en ruta hacia Sicilia, la opción elegida es atacar las bases y embarcaciones de los traficantes en los puertos libios. Para ello, la propia portavoz de la Comisión en materia de inmigración, Natasha Bertaud, confirmó la semana pasada que habrá operaciones militares. El Gobierno italiano de Matteo Renzi apunta ahora al uso de drones, aunque evitó citarlos, para localizar los puntos exactos de partida de las embarcaciones utilizadas por las mafias y enviar aviones para destruirlos. “Hay que acabar con el lucrativo negocio de este trágico tráfico de personas”, argumenta Bertaud. Pero las voces discordantes aseguran que, sin otras medidas paralelas, “solo se conseguirá producir un negocio ilegal mayor y más peligroso. Como sucede con la guerra al narcotráfico”, afirma en un demoledor artículo el director del Centro de Estudios sobre Refugiados de la Universidad de Oxford, Alexander Betts.

En cualquier caso, Europa necesitará de un aval de la ONU, un requisito complejo que no se consigue de la noche a la mañana. La UE ya se está moviendo para obtener un mandato de Naciones Unidas, lo ha dicho la alta representante de Política Exterior, la italiana Federica Mogherini. La presidencia de turno del Consejo de Seguridad es de Jordania, sensible a la cuestión, y se espera al menos una declaración en tiempo breve. Para la resolución la espera será más larga.

Entre tanto, en el frente diplomático, los Veintiocho quieren acuerdos con los países fronterizos con Libia, de modo que sea allí donde se produzca el primer corte en la vía de paso. España, uno de los Estados de la UE más interesados en solucionar este flujo de migración cuanto antes, ha propuesto la creación de centros “dignos de acogida en Libia”, según apuntó el domingo el canciller José Manuel García-Margallo. La iniciativa se presenta compleja debido a la ausencia de un poder político reconocido en medio del conflicto interno que se abrió tras el derrocamiento de Gadafi. “La crisis económica ha limitado nuestra capacidad de absorción de inmigrantes. No podemos acoger a más”, se limitó a decir García-Margallo al ser cuestionado sobre el carácter humanitario de externalización de las fronteras. “Lo que sí atenta contra los derechos humanos es dejarlos que se ahoguen”, aseveró.

Italia también ha arrancado a sus socios comunitarios la promesa de que se reforzará la ridícula operación ‘Tritón’, reducida al control de fronteras y con escasos medios, que el pasado 1 de noviembre sustituyó catastróficamente a la llamada ‘Mare Nostrum’, que en 2014 logró salvar a 170.000 personas perdidas en alta mar. La UE piensa en doblar el presupuesto de ‘Tritón’ de 2,9 millones de euros a 6, pese a que ‘Mare Nostrum’ recibía 9 millones de euros.

Otro eterno deseo de países como Alemania y Dinamarca es establecer cuotas de absorción de inmigrantes que formulan peticiones de asilo en suelo europeo. Por el momento, esta propuesta ha quedado descartada, puesto que vulnera el Tratado de Dublín, que impone que el trámite sea solicitado en el Estado al que llega y que le obliga a residir en él mientras espera su resolución. Los países del norte suelen acusar a los del sur de ocultar los datos reales. Y no les falta razón. En 2014, Alemania tuvo 173.00 peticiones de asilo, frente a las 63.000 de Italia y a los exiguos 6.000 de España. El problema es que el incremento de personas que llegan a Europa desde África, bien por el mar o bien a través del muro de alambre y espinos que España ha reforzado frente a Marruecos, ha colapsado los centros de acogida de ambos países. Esto ha creado muchos roces en el seno de la UE. Del mismo modo, en Bruselas recelan de la propuesta española de legalizar las repatriaciones para quien no tenga derecho a asilo. Mientras los 28 Estados que conforman la UE se ponen de acuerdo, miles de personas se siguen lanzando al Mediterráneo cada día. Los que mueran ahogados no aparecerán en la próxima estadística. (I)

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