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Punto de vista
Los simulacros sustituyen los espejos
Antes de que los conquistadores masacraran los pueblos ancestrales, les regalaban espejos a cambio de oro. Ahora, las empresas de comunicación nos regalan simulacros advenidos de la restauración conservadora. Más que la consolidación de la democracia con las victorias electorales de la derecha en Argentina, Venezuela y Bogotá, llama la atención el restablecimiento de la falsa sensación de democracia y estabilidad. Cuando llegó la izquierda, pateó el tablero, creando un nuevo orden en las correlaciones sociales, donde la olorosa élite criolla fuera obligada a llamar de presidente y ministro a mujeres, afros, indígenas y operarios. El progresismo dejó todo patas arriba. El sentido de estabilidad fue consolidado a base de latifundio, huasipungo, analfabetismo y fondos de solidaridad administrados por las primeras damas. Basta de grandes misiones para viviendas, seguro social para trabajadoras domésticas, becas en Harvard para los más miserables. Eso es mucho relajo.
Macri, en la primera semana en la presidencia, con un plumazo nombró jueces, modificó la Ley de Hidrocarburos acabando con la soberanía energética de Argentina, despidió periodistas de izquierda y la Policía comenzó a invadir centros culturales de movimientos contrarios, partiendo a los que estaban ahí. Pero todo está bien. Ramos Allup rasga la cara de Bolívar en la Asamblea venezolana, ordena cerrar los medios públicos y amnistiar a uno de los condenados por la muerte de 48 personas. Pero todo bien. No pasa nada. Peñalosa manifestó públicamente su deseo de privatizar la empresa pública de agua, la de telecomunicaciones, y mandó a pintar los grafitis que transformaron la gris Bogotá en la mayor instalación a cielo abierto de arte urbano del mundo. Y no pasa nada. América Latina comienza a volver a su cómoda normalidad opresora.
La fantasía creada por la hipócrita libertad de expresión, silenciosa víbora que acompaña las decisiones que violan las soberanías populares, destruye un patrimonio artístico y secuestra lo público, permite este real sentido de la Matrix, donde todo está muy bien. Las empresas de comunicación vuelven a crear el simulacro, venciendo los esfuerzos de los pocos países que consiguieron avanzar en el derecho a la información y comunicación. Creer en los noticieros de las mismas digiriendo su pseudoperiodismo sustentan la victoria de Rambo sobre Vietnam, que en la URSS se comían a los niños y que las lágrimas de Obama eran dignas.
La simulación hecha por el paraperiodismo latinoamericano permitirá la tranquila vuelta de las grandes organizaciones financieras para endeudar a los gobiernos. Esta paz, esta vuelta a la normalidad, impermeable de las atrocidades conservadoras, entregará los yacimientos de cada nación a manos colonizadoras.
Ecuador aún está a tiempo de resistir a esa nueva tentativa de opacar la realidad, y a la voluntad de los que concentran los recursos de producción simbólica. Rompamos los espejos. (O)