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El excanciller uruguayo es candidato único para reemplazar a Insulza el 18 de marzo

Las reformas en la OEA, el reto de Almagro como nuevo secretario

Jefes de Estado y cancilleres participan en la 44 Asamblea General de la OEA, que se desarrolló en Paraguay. Foto: Archivo
Jefes de Estado y cancilleres participan en la 44 Asamblea General de la OEA, que se desarrolló en Paraguay. Foto: Archivo
06 de marzo de 2015 - 00:00 - Prensa Latina

El 18 de marzo la Organización de Estados Americanos (OEA) deberá elegir nuevo secretario general. Ni siquiera el único candidato, el excanciller uruguayo Luis Almagro, anticipa el futuro de la organización, pese a que más de la mitad de los países miembros le han prometido el voto.

“Los únicos números que cuentan son los del día de la elección”, declaró hace unos días Almagro. No obstante, ese es el menor de los problemas frente a las reformas que se demandan al interior de la organización.

Tras la declinación de la candidatura del guatemalteco Eduardo Stein, junto con la del jurista peruano Diego García Sayán, en octubre pasado, Almagro no tiene contrincante para esta elección y goza del buen nombre que le da haber sido el canciller del expresidente uruguayo José Mujica.

“La cuestión más relevante no es quién será electo, sino cómo el nuevo secretario prevé enrumbar los cambios que la OEA requiere, y si está preparado para reunir fuerzas y dirigir la tarea. Porque las circunstancias han cambiado mucho y repetir las anteriores actuaciones conllevaría un fiasco probablemente irreparable”, señala Nils Castro, en un análisis de Prensa Latina.

Hace apenas 11 años, Estados Unidos aún capitaneaba esa nave. En la 34 Asamblea General hizo elegir al expresidente Miguel Ángel Rodríguez, de Costa Rica, como asunto de rutina. Pero el siguiente año Rodríguez renunció al cargo, acusado en su país de corrupción. Y Washington ya no pudo ignorar que en la América Latina nada volvería a ser como antes, incluso en el organismo panamericano.

En 2005, al repetir la elección, hubo 3 candidatos: en primer término el expresidente Francisco Flores, de El Salvador, a todas luces el preferido del Departamento de Estado de EE.UU. Además, el canciller Ernesto Derbez, del conservador gobierno mexicano. Y, asimismo, José Miguel Insulza, canciller de un gobierno socialista a la chilena.

Flores no logró consenso ni en el grupo centroamericano y debió hacer mutis (con lo cual a Estados Unidos no le fue del todo mal, ya que al cabo también él iría a la cárcel por corrupción).

Quedaron dos: Derbez, ostensiblemente favorecido por el más poderoso miembro de la entidad, e Insulza, quien -sin que esa fuera la intención de su Gobierno- pasó a representar la indocilidad de América Latina. Aunque Washington invirtió todos sus recursos diplomáticos, 5 rondas de votación quedaron en empates. Finalmente, Derbez desistió y algunos personeros latinoamericanos negociaron con el Departamento de Estado la aceptación de Insulza.

A la sombra de la Unasur y Celac

Si bien Estados Unidos había perdido la facultad de gobernar la OEA a su gusto, Latinoamérica aún tuvo que cabildear el reconocimiento de la mayoría democrática que ella representa. Sin que todavía existiesen la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) ni la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), aquel fue un punto de cambio, aunque algunos de sus protagonistas no lo percibieran.

Tratándose de un organismo con sede en Washington, que desde su origen opera gracias al subsidio económico norteamericano y que padece una hipertrofia burocrática, el secretario Insulza buscó ganar la confianza de sus anfitriones, atender la administración de la casa y, lo más complicado, sortear 10 años políticamente difíciles; no solo por la emersión de una nueva época en América Latina y sus relaciones con Estados Unidos, sino por la subsiguiente contraofensiva regional de las derechas.

Durante el período hubo fuertes atentados a la democracia y peligrosas tiranteces entre países de la región: golpes reaccionarios en Honduras y Paraguay e intentonas golpistas en Venezuela y Ecuador, así como tensiones militares entre Colombia y estos 2 países; además, las ambiguas conductas norteamericanas acerca de cada uno de esos hechos.

La respuesta de la OEA a tales acontecimientos resultó floja. Solo la intervención de algunas personalidades latinoamericanas, y la irrupción de las primeras gestiones políticas y diplomáticas de la Unasur impidieron que la suma de todo ello degenerase en situaciones que atentaran contra la democracia.

Ello obliga a preguntar cuál será  el papel de la OEA en una región donde la Unasur y la Celac ya han asumido sus propios papeles, y de que gracias a estas se logró la participación de Cuba en la Cumbre de las Américas, que Panamá albergará en abril próximo.

Fortalecer la CIDH

También hay quienes demandan una reforma administrativa y presupuestaria que le dé mayor autoridad a la OEA. La representación del Gobierno de Ecuador en la 44 Asamblea General del organismo también presentó un proyecto de resolución que pretende cambiar la sede de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ubicada en Washington, así como su financiación. Esta propuesta es respaldada por  los países miembros de la Alianza Bolivariana de pueblos de América (Alba).

Esta es la parte medular de la situación de la cual Luis Almagro, de 51 años, deberá hacerse cargo, si el próximo 18 de marzo queda, como se prevé, electo secretario general de la organización.

“La CIDH es un órgano técnico de promoción y protección de los derechos humanos. Las opiniones políticas no son esencialmente parte de un componente técnico. En ciertos contextos, pueden escapar de esa lógica”, admitió Almagro el 18 de febrero pasado, al presentar su plan de trabajo en la sede de la OEA.

Almagro llamó a fortalecer la independencia de la CIDH y crear un sistema regional de prevención de conflictos sociales relacionados con proyectos mineros o productivos de impacto en comunidades locales. “Allí donde hay problemas, la OEA debe facilitar su solución, no radicalizarnos. Seremos facilitadores de soluciones a la medida de los países miembros”, añadió el excanciller.

Además, prometió poner su atención a los problemas de la trata de personas y la violencia relativa al tráfico de drogas con enfoques alternativos. Y garantizó el reintegro efectivo de Cuba a la OEA, que está suspendida desde 1962.

Datos

Fundada por 21 países en Bogotá, el 30 de abril de 1948, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha respondido al interés norteamericano.

Actualmente la OEA cuenta con 35 miembros del continente americano y varios países que participan como observadores.

Uno de sus integrantes, Cuba, fue suspendido en 1962 en virtud de su sistema de gobierno.

El chileno José Miguel Insulza es secretario general del organismo desde el 26 de mayo de 2005.

Uruguay vislumbra volver a la presidencia del organismo con el excanciller Luis Almagro. Este país ostentó este cargo entre 1958 y 1962 con la representación de José Antonio Mora Otero.

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