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Entrevista / Juan Carlos Ubilluz / intelectual peruano

"La vergüenza no se borra votando contra Fujimori"

"La vergüenza no se borra votando contra Fujimori"
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Este domingo Perú elegirá al presidente de la república del período 2016-2021. Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski, las dos alternativas de voto, representan también la realidad actual que vive el país. Juan Carlos Ubilluz, destacado intelectual peruano, analiza este momento político.

Esta elección abarcó desde César Acuña, sus reiterados plagios académicos, hasta Keiko Fujimori, su relación con el lavado de activos. ¿Existe una flexibilización de valores en el elector peruano?

Cuando surgió el tema de los plagios, algunos sociólogos temieron que esto no afectaría la candidatura de Acuña. Según ellos, Acuña generaba una fuerte identificación en un amplio sector popular donde el valor del emprendedurismo convive con prácticas informales. Esto acabó siendo falso. Puede ser cierto que la informalidad nos haya flexibilizado moralmente, pero también lo es que por el hecho de lidiar día a día con los problemas e injusticias de la vida informal, los peruanos deseamos también que se hagan cumplir reglas claras. Es desde allí que debe entenderse el fenónemo Keiko Fujimori. Pues si bien por un lado, el voto por Keiko implica cierta flexibilidad moral frente a las denuncias de corrupción, por el otro, se deposita en ella la esperanza de que sea inflexible contra el crimen. Alberto Fujimori derrotó el terrorismo y ahora se espera que su hija haga lo mismo con la delincuencia. Y la triste ironía es que la depositaria de la esperanza tiene vínculos con delincuentes. ¿Cómo hacen los votantes de Keiko para lidiar con esta paradoja? Muy simple: no creen o no quieren creer las denuncias de lavado de dinero. Y dado que en más de una elección se ha visto a los medios de comunicación mentir descaradamente para dañar a los candidatos de izquierda, no creer no es una operación tan complicada.

¿De qué modo Alberto Fujimori sigue vigente en el panorama nacional? ¿Existe una transacción simbólica que permite aceptarlo a pesar de representar a la corrupción?

Según el sociólogo Guillermo Rochabrún, hay dos legados del gobierno de Alberto Fujimori. Un legado bueno que implica soluciones prácticas a problemas urgentes de la población: el terrorismo, la hiperinflación, la falta de escuelas y carreteras. Y uno malo relacionado a la transgresión de valores ético-democrático: el autoritarismo, la corrupción, la mordaza a la libertad de prensa, etc. He allí la transacción simbólica de la que hablabas: medio Perú desestima el mal legado de Fujimori porque se identifica con su buen legado y ahora desplaza esta operación hacia la hija. Sin negar lo anterior, quisiera dar un paso más. Pues creo que buena parte de los votantes de Keiko no solo se identifican con el buen legado del padre, sino que estiman que el mal legado garantiza que se llevará a cabo el buen legado. Me refiero a la percepción de que sin el (auto)golpe de Estado de 1992, Alberto Fujimori no hubiese podido pacificar el país ni detener la hiperinflación (buen legado). En resumen, Fujimori es el nombre de quien sabe que para hacer tortillas hay que romper huevos.   

Keiko Fujimori es vista como mujer de “mano dura”. ¿De qué característica de la sociedad proviene esa necesidad de firmeza?

No se necesita ir tan lejos en la historia para responder a esta pregunta. En la actualidad, los peruanos perciben que su mayor problema es la criminalidad, la inseguridad en las calles. En los años 90, Alberto Fujimori derrotó a Sendero Luminoso y puso fin a la época de miedo y apagones que se vivía en Perú. Y cuando ahora Keiko dice que no le temblará la mano para combatir la delincuencia, está diciendo: “Seré firme con los delincuentes, como mi padre lo fue con el terrorismo”. Pero esto tiene además un significado oculto que sin embargo se percibe en la voz y los gestos imperiosos de la candidata: “Así como a mi padre no dudó en hacer el autogolpe e instaurar un estado de excepción para vencer el terrorismo, a mí tampoco me temblará la mano con la criminalidad”. En resumen, todas estas alusiones a la mano dura sostienen implícitamente que Keiko, en tanto hija de Alberto, no dudará en violar las reglas democráticas si la situación así lo requiriese. Y como ya he dicho, para un sector de la población esto no es un demérito, sino una virtud o mejor, la prueba de que se tiene lo que se necesita para poner fin a la inseguridad.

¿Qué ha hecho que Kuczynski sea la alternativa política de  Perú?

Como alto funcionario público, Kuczynski tiene una larga historia de negociar malos contratos para Perú que han favorecido a grandes compañías internacionales. Todo el mundo sabe que es un lobbista que antepone los intereses de sus socios a los de la nación. Sin embargo, el temor de que Keiko convierta nuestra república en un narcoestado ha hecho de él el beneficiario de la lógica del mal menor. De hecho, las “fuerzas progresistas” de la nación santificaron esta lógica y  proclamaron que un auténtico demócrata debe necesariamente votar por Kuczynski. Llamo “fuerzas progresistas” a los individuos o grupos que estiman que lo fundamental de toda acción política no es procurar un bien político (pues se teme que este conduzca al totalitarismo o al genocidio) sino combatir éticamente el mal, llámese autoritarismo o corrupción. Y el problema con esta posición meramente reactiva es que se aboca a impedir catástrofes en vez de realizar el largo trabajo político de campo que se requiere para disputarle a Keiko el apoyo popular.

Alrededor de Kuczynski se suma el respaldo de la izquierda, sin que existan alianzas de por medio. ¿Se tratan de respaldos duraderos o a penas de acciones aisladas?

No, no ha habido alianzas ni acuerdos programáticos. No voy a especular sobre por qué el Frente Amplio no trató de negociar su apoyo a Kuczynski a cambio de que este asumiera algo del programa político de izquierda. Pero sí quiero señalar que otro problema con la lógica del mal menor es que el miedo a lo peor impide maniobrar políticamente. De manera que en vez de tomar la segunda vuelta como una oportunidad para hacer prevalecer ciertas políticas públicas, muchos “progresistas” no han tenido mejor idea que correr a refugiarse donde el viejo patriarca imperialista y corrupto. Se necesitaba un poco más de aplomo en estas circunstancias. (I)

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