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La tercera vuelta de Dilma
La victoria de Dilma Rousseff en las elecciones presidenciales de Brasil marcó el inicio de una ‘tercera vuelta’ que durará 4 años. Pese a que esta es la cuarta elección consecutiva ganada por el Partido dos Trabalhadores (PT) sobre el Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), el desafío para alcanzar la gobernabilidad será proporcional al tamaño del país que debe comandar. Los medios de comunicación privados y sus analistas ya reivindican que la victoria fue del derrotado.
La derecha ganó en términos de reagrupación. Aécio Neves salió moralmente fortalecido y consolidó un liderazgo en la derecha. No había hasta entonces un cuadro que pudiera hacerle frente al PT, y en este proceso de posicionamiento los medios privados de comunicación trabajarán incansablemente. La polarización en las elecciones consiguió alinear una difusa masa social de derecha que aún no salía del armario. Las manifestaciones contrarias a las políticas de inclusión y desarrollo de los menos favorecidos no se quedarán más en el silencioso y solitario gesto de digitar los números en la urna electrónica. Ahora están presentes en las calles y en las redes sociales.
Por su parte, el PT consiguió recuperar su capital político más importante: la militancia. En la segunda vuelta, los enfrentamientos durante los debates televisivos mostraron una Presidenta que escuchó lo que la militancia decía en redes sociales. Ese fue el combustible para salir a las calles a recuperar los votos perdidos y conseguir que las organizaciones sociales y partidos, más a la izquierda de Dilma, se sumaran a la campaña que posicionaba a Aécio como un retroceso inconcebible para la sociedad brasilera, forzando a que el PT asumiera compromisos, también más a la izquierda de sus 12 años de gestión. Con esas nuevas responsabilidades asumidas, adicionales a las diversas debilidades y contradicciones de la derecha, hicieron que la mayor parte del electorado indeciso optara por no darle un giro al timón.
Políticamente, en estos términos, la victoria creó un problema muy complejo para Dilma. Los acuerdos con la militancia, los partidos a la izquierda del PT y las organizaciones sociales no son un consenso programático en la base aliada en el Congreso. El PT no tiene la mayoría y depende de los partidos aliados de la derecha para realizar importantes e indispensables reformas, como la política que modificará las reglas de las elecciones y la reglamentación de los medios de comunicación. El problema está en que gran parte de los congresistas de la derecha brasilera es dueña de dichos medios, y una reforma política afectaría directamente el funcionamiento del Congreso como un balcón de negocios, principal forma de operar de la derecha en el Legislativo. Dilma tendrá que sellar acuerdos que permitan estos avances, o lograr definitivamente la anhelada decisión de convocar una constituyente para realizar estas reformas.
En la discusión económica, el bajo crecimiento y el control de la inflación son los principales temas abordados por la misma Presidenta. Brasil es uno de los más importantes exportadores de commodities del mundo, y la recesión de la Unión Europea y la desaceleración en China han afectado los números en el país.
Pese a esto, los niveles de desempleo y de renta de los trabajadores son los mejores en toda la historia del país. El exceso de liquidez permite un aumento en el consumo, presionando la subida de la inflación. La sequía de este año afectó la producción agrícola del país, aumentando el valor de los alimentos que son el principal componente de la medición inflacionaria.
Por ello, medidas como el ajuste fiscal en los gastos públicos, sin afectar la inversión en infraestructura, deberán ser realizadas, así como el anunciado aumento en las tasas de interés. Dilma reafirma constantemente que el trabajador no pagará con desempleo y reducción en su sueldo cualquier tipo de ajuste que sea necesario para retomar el crecimiento.
El endurecimiento y la ferocidad de los ataques de los medios de comunicación, sumados a la reorganización de la derecha en la sociedad brasilera ya resultaron en una marcha de 3 mil personas por el impeachment de Dilma en Sao Paulo, con pancartas que pedían una intervención militar y un diputado de la oposición calentando a los manifestantes. Es la versión ‘auriverde’ de la restauración conservadora.
La prensa solo publicó que los manifestantes querían iniciar un proceso por un supuesto fraude electoral, pese a los graves y explícitos atentados contra la democracia. Hasta militares, a través de sus perfiles en redes sociales, manifestaron que estarían alertas a la orden de derrocar a la Presidenta. Nuevamente, el gobierno de Dilma no reaccionó ni política ni administrativamente. La evaluación podría ser que una posición sobre el asunto podría terminar de calentar los ánimos, pero las marchas del año pasado también fueron manejadas de la misma forma; el Gobierno tardó en pronunciarse y, cuando lo hizo, su mensaje no correspondió a las demandas de los manifestantes. 3 millones de personas paralizaron la séptima economía del planeta por una semana, y casi le cuesta al PT su reelección.
Para vencer este tercer turno, Dilma necesita establecer una nueva estructura comunicacional y de relacionamiento de su gobierno que permita un diálogo más eficiente con la sociedad, promueva sus logros y contrarreste las acciones de desinformación que tanto asolaron a su primer mandato.