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La herencia de Prestes en las calles de Brasil

Por Daniel Kersffeld, [email protected]

 

Durante las últimas semanas la opinión pública internacional fue conmovida por las amplias y numerosas movilizaciones sociales que surcaron la vida política de Brasil, un país que, sin embargo, reconoce una extendida historia de manifestaciones y conflictos sociales.

Uno de los antecedentes más destacados fue en 1935 cuando tuvo lugar un intento revolucionario a cuya cabeza estaba Luis Carlos Prestes, diez años antes líder de una extensa columna militar que con sus demandas sociales había puesto en jaque al gobierno y a la oligarquía brasileña. Ahora, el Caballero de la Esperanza, convertido en uno de los máximos héroes populares y en el abanderado de la Comintern, intentaría encabezar una revolución socialista para, entre otros objetivos, abortar la alianza entre el gobierno de Getulio Vargas y la Alemania de Hitler.

A fines de 1934 Prestes abandonó la Unión Soviética ingresando de manera clandestina a Brasil junto a su joven esposa, Olga Benario, prestigiosa agente revolucionaria de origen alemán. A su llegada participó en la creación de la Alianza Nacional Libertadora (ANL), concebida originalmente por el Partido Comunista de Brasil (PCB) como un frente de masas que aglutinaba a comunistas, socialistas y militares decepcionados con el gobierno de Vargas y que, con un programa de antifascista y antiimperialista, tenía entre sus puntos principales la supresión definitiva del pago de las deudas imperialistas, la nacionalización inmediata de las empresas extranjeras, la protección de los pequeños y medianos propietarios, la reforma agraria en beneficio de los campesinos y trabajadores rurales, la ampliación de las libertades y derechos democráticos, y el establecimiento del gobierno popular. Gracias a su inmensa popularidad, Prestes fue designado como presidente de honor de la nueva agrupación.

El impacto político de su programa y el gran arraigo en las masas de su principal figura pronto se tradujeron en una creciente participación social: con apenas dos meses de existencia, la sección de Río de Janeiro llegó a contar con más de 50 mil inscritos, mientras que un total de 600 núcleos de la ANL se conformaba  en   el país, sumando, en total, más de 400 mil afiliados. Mientras tanto, en mayo de 1935, y a partir de un acuerdo entre la Alianza y el PCB, fue creada la Confederación Sindical Unitaria de Brasil como nueva expresión de  combatividad gremial. 

Las manifestaciones radicales y los diversos actos revolucionarios generaban cada vez más entusiasmo en los sectores obreros al mismo tiempo que causaba alarma entre la clase dirigente de  Brasil, como efectivamente ocurrió a partir del 5 de julio de 1935 cuando, en un numeroso acto político, Prestes convocó al establecimiento de una nueva sociedad al grito de “¡Abajo el fascismo! ¡Abajo el gobierno odioso de Vargas! ¡Por un gobierno nacional revolucionario! ¡Todo el poder a la Alianza Nacional Libertadora!”.

La puesta en vigor de la Ley de Seguridad Nacional, por la que  se clausuraron todos los locales de la ANL fue determinante en el pasaje de la Alianza a la lucha armada, dando lugar así a la conocida intentona comunista de 1935, la que sin embargo terminó en un completo fracaso. El 22 de noviembre, cuatro días antes de la fecha acordada, se inició la revuelta en Natal y tras varias horas de combate, los rebeldes triunfantes, en su mayoría militares, entregaron el poder a un Comité Revolucionario de la ciudad. Un segundo alzamiento revolucionario tuvo lugar el 24 de noviembre en Pernambuco cuando grupos de civiles asaltaron las estaciones de policía de Recife: dos días más tarde esta revuelta fue sofocada, casi al mismo tiempo en que era acallada la rebelión en Natal y en Olinda. Con todo, el tercer y más relevante pronunciamiento se dio entre el 26 y el 27 de noviembre en Río de Janeiro, encabezado primero por el III Regimiento de Infantería y luego también por la academia de aviación del Ejército, la que contaba con una importante presencia de oficiales comunistas: en ambos casos, la heroica resistencia de los sublevados terminó siendo aniquilada por los incesantes bombardeos de las fuerzas leales a Vargas, dispuesto a todo con tal de poner fin a la revuelta.

El putch comunista de 1935 fue finalmente frustrado debido a la insuficiente preparación de sus cuadros dirigentes y a la deficiente coordinación entre los militares y las organizaciones populares. El gobierno, cada vez más autoritario y represivo, ordenó la detención de miles de ciudadanos y de decenas de oficiales, ensañándose especialmente con los organizadores de la rebelión.  Con todo, los castigos más duros fueron aplicados a los principales artífices de la intentona: en tanto que Prestes fue condenado a 16 años de prisión (aunque sería liberado en 1945), Olga Benario, pese a estar embarazada, fue deportada y, por su origen judío, asesinada en el campo de concentración de Ravensbrück en 1942.

La herencia de las luchas sociales y políticas continúa recreándose en la memoria de las nuevas generaciones por lo que, aun teniendo en cuenta el fracaso de la rebelión de 1935, sus huellas y fundamentos resurgen hoy, en las calles de Brasil, más actuales que nunca.

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